MISTERIOS DE PUERTO CISNES

in castellano •  7 years ago  (edited)

Hubo personajes muy especiales que vivían en Puerto Cisnes, como el Sr. Barriga que luego de cumplir diez años en la cárcel, desenterró el botín de sus fechorías y se instaló en Cisnes; o el Sr. Nosécuantán que se fugó de la cárcel de Temuco acuchillando a un suboficial de Carabineros, se escondió en los cerros de Cisnes y apareció como profesor de curtiembre en el pacífico Liceo del puerto; o el Sr. Díaz que oteaba el mar diariamente para ver las luces de la Ciudad de los Césares bajo el agua; o el Sr. Schuler que consiguió directamente de Pinochet sitio, campo y subsidios varios con sólo entregarle una pistola de la Guerra del 79; o el alemán que se situó a los pies del monte Melimoyu para descubrir la entrada al mundo subterráneo de los hiperbóreos; o el cura Ronchi, que convenció a los gendarmes argentinos que ingresaran con ayuda por Villa O’Higgins y provocó un conflicto internacional que costó ceños fruncidos y dientes apretados arreglarlo para luego seguir viviendo inocentemente anécdotas y hechos que dan para varios libros y suma sigue, pero el más importante y conocido fue indudablemente Doña Eugenia Pirzio-Biroli. La designada y poderosa alcaldesa.

La señora, ya octogenaria cuando la conocí, aparecía temprano en la Municipalidad y todos estaban atentos a su indumentaria, que revelaba su carácter para ese día. Si venía con los “dientes”, un amuleto de protección copto de colmillos de facóquero junto con collares especiales es que se venía un día difícil. Para esos días se le podía escuchar: “Que más se puede esperar con la Luna en la cuarta casa”. Porque, precisamente era astróloga de fuste, consultada por diversas personalidades, entre ellas su dilecto amigo, el Generalísimo Augusto.

Era de nariz prominente, gran estatura, ojos dulces y un perfil aquilino de temible condottiero. Solía pasear por el pueblo con su gran bolso de irreconocible material siempre acompañada de alguno de sus confiables empleados. A veces la atacaba imprevistamente su peor defecto, la incontinencia, y si la sorprendía en mitad de la calle Gabriela Mistral, sus esbirros se movían agitando los brazos pues el pueblo entero debía mirar a los cerros y al mar mientras ella aliviaba su torturante vejiga.

Solía recibir a las parejas jóvenes en su oficina a las que les daba una charla muy frondosa moralmente y las despedía con sus semblantes preocupados, porque en ese tema, y sólo en ése, concordaba con su amigo-enemigo el cura Ronchi. Juntos confrontaron con el pueblo religioso, en la iglesia y bajo las cámaras del minicanal de TV, a una famosa pareja adúltera que estimamos que nunca volverá al pueblo. Se fueron traumados y anhelantes de escapar de la Edad Media que ese par de italianos habían conformado.

Se le temía. Era conocida porque no le temblaba su maxilar para pedir con insistencia inversiones para el pueblo. Cuando iba a la capital, Coyhaique a algún servicio público, se escuchaban portazos, caída de bandejas y tropezones para abandonar con prontitud el lugar, el terror era por sus avasallantes influencias y también por traer mala suerte. Fue así que en Cisnes apareció un hospital, con personal y todo y se rumoraba que estaba destinado a otro lugar. Apareció también una escuela nueva arrastrando los mismos rumores. Algún conocido funcionario era trasladado o removido luego de una visita suya a la capital y los invisibles temores obligaban al silencio de los pasillos municipales. Prevalecía su amistad con elevados y protagónicos personeros del Estado, y también con oscuros testaferros del poder dictatorial, esto último jamás comprobable. Era un pueblo de charlas íntimas y susurros en las tardes de mate.

Como su Director de Obras, su “competente”, conocí pronto su enemistad con los trámites regulares, sus encontrones con Ronchi y su conocimiento de las debilidades y fortalezas del pueblo. Lo amaba más que nadie. Siempre esperó mucho de la gente y sus peores berrinches nacieron de alguna decepción con algún antiguo favorecido. Hacía mis tareas despreocupadamente, sentía que debía responder a personal sumiso y de pocas luces. Fui testigo entonces de las maquinarias que eran capaces de urdir colgados de las faldas de la Gran Madonna y así fue que salí despedido del pueblo impensadamente.

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Fue años después, repasando algunas obras pequeñas realizadas en la incipiente urbe, que detecté ideas, nombres y relaciones que no habría pensado jamás insertadas en medio de la playa de piedrecilla, los bosques, la eterna lluvia, el humo del tepú y las casas de tepa del pequeño puerto.

Resultó que por algún motivo nos interesó la saga de los cátaros en Francia, a la Quely, mi esposa y a mí. Seguimos con el libro”El Enigma Sagrado” y finalmente con “El Código Da Vinci”. Luego de leer ese charquicán histórico me puse tiempo después, casualmente a observar una imagen de la Isla Magdalena, que está al frente de Puerto Cisnes. Me acordé de la Sra. Eugenia diciéndome que ella había logrado que la nombraran oficialmente Magdalena, y que lo habría hecho porque tenía forma de rosa. Enseguida me percaté que en la playa estaba, fundada por ella, la Hostería “Del Graal”, o del Santo Grial, misterio planetario llamado de la otra manera por Wagner.

Siguiendo unos metros más arriba puso el Hogar “Betania” para mujeres encinta del litoral cercano. Betania fue el lugar donde Jesús hizo el milagro de la multiplicación del vino en medio de un matrimonio que es considerado entre Él y María Magdalena por los rosacruces, me parece y los libros mencionados. Más allá estaba la plaza, que yo diseñé y que los lugareños hicieron una versión propia de mis planos, en aquella ocasión la Alcaldesa me dio dibujada como base una M grande que representaba al Gilberto, monte que cubre Cisnes en una punta y el pueblo en otra cúspide.

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En algún lugar había que poner un busto de Juan XXIII al lado del consabido Arturo Prat. Porqué la presencia del actual santo, me imagino porque es considerado el Papa de la Sangre y en los libros de referencia se le relaciona con la defensa de la sangre real que detentarían los reyes merovingios como descendientes de Jesús y María Magdalena, todo eso lo puse en un diseño inocentemente. Más al fondo del pueblo creó el Refugio “Mon Salvat”, nombre que aparece en la misma ópera de Wagner y que recuerda al castillo de Montsegur, último bastión de los cátaros, que murieron quemados manteniendo en secreto el Santo Grial y que desde allí se perdió para el mundo.

Debe haber otros misterios más en ese lugar tan especial. En un eje desde la Isla Magdalena hasta la salida por el puente sobre el estero Nuevo Reino por la calle J.M. Caro, la dama trazó una ruta que para los creyentes podría ser de peregrinación, además que pasa frente a la Iglesia que en su tiempo persiguió a los cátaros y oficialmente puso a María Magdalena como prostituta. Cuando completé el cuadro me dí cuenta que la Alcaldesa, que llegó a Cisnes con la catoliquísima Obra de Don Guanella no iba jamás a misa. También favorecía a otras religiones que querían instalarse en el pueblo llegando a nombrar a un adventista de profesor de religión. Hubo un instante de desilusión que la transformó y logró estampar ese sentimiento en el trazado del dichoso puerto.

La señora era esotérica, aficionada a las sociedades secretas. Tal vez rosacruz, o cátara o Templario, y quizás supo del Priorato de Sión antes que se difundiera. Explica actitudes, medias verdades y sobretodo picardía italiana. En todo caso, qué me dicen los masones con la plaza pentagonal de Coyhaique, otro gesto de eternizar una creencia en las calles de la ciudad.

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Ilustraciones propias

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