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Durante toda mi vida siempre quise controlarlo todo, cuando algo no salía de la manera en que yo lo estaba esperando me sumía en una ansiedad que terminaba por convertirse en enfermedad. Me gané muchos malos momentos debido a éste deseo de querer controlar no sólo los ambientes a mi alrededor, sino también a las personas.
Pensaba de manera muy errada que las personas debían actuar, pensar y caminar conforme yo lo solicitase. Realmente no sé identificar de qué herida provenía ésta necesidad de querer controlarlo todo, a veces lo atribuyo al desequilibrio que existía en casa, que desde ese entonces, mi cerebro tomó la decisión de no querer que mi vida fuese así.
Pero he ido aprendido, conforme van pasando los días, los meses y los años, que absolutamente nada mantiene un orden y que los sucesos del día a día son espontáneos. Puedo planificar perfectamente las 24 horas de mis días, pero siempre existirán situaciones externas que le den el desbalance a toda esa lista de tareas.
El verme expuesta de forma constante a esos cambios, a todos esos imprevistos, a todos esos resultados inesperados es lo que me ha enseñado (de una forma bastante cruda) que el querer mantener el control sobre las cosas y las personas, sólo terminaba haciéndome total y absoluto daño a mí misma. La salud mental se ve afectada de una manera tan impresionante.
Aún no he aprendido a soltar del todo, pero sí que he aprendido a no verme tan afectada por las situaciones que se escapan de mis manos. Sé que en el momento en que se avecina esa carga de emociones negativas, debo empezar a drenar a través de otros espacios más sanos para mí mente. Lo comprendo, uno no quisiera que los planes siempre se viesen afectados, pero la única forma de arreglarlo todo es buscando una alternativa en dónde mi propia paz no se vea perturbada. Si por voluntad propia, decido sumirme en el estado inacabable del estrés y la ansiedad, lo único que conseguiré a cambio será seguir enfermando.
Llorando y arrojando objetos por los aires no son una solución efectiva para el ''problema'' que no es más que una circunstancia. Me he grabado un pensamiento limpio como un mantra, que dicta: Las cosas hoy han debido salir de ésta manera, no soy culpable de ello y tampoco lo controlo, simplemente debo dejarlo pasar. Para poder regresar en mí misma.
Esto me ha funcionado a pensar con más claridad, a entender que los días caminan con toda naturalidad, que el verdadero mensaje es de disfrutar los momentos para poder aprender de ellos. Sí, me vi envuelta en muchas terapias para poder permitirle a mi cerebro descansar y soltar las cosas, pero comprendo que éste trabajo no es cuestión de unos cuantos meses.
Evidentemente hay cosas que sí que puedo controlar, como mi respiración, lo que como, compro y visto. Pero los ambientes, los pensamientos ajenos, las personas y las circunstancias en las cuáles pueda llegar a verme envuelta, sé que no puedo controlarlo y, te juro que expresarlo ahora me quita un peso del alma, porque antes era algo que me costaba tantísimo decirlo.
Ahora vivo con más calma, dejo que las cosas pasen y las observo. Por mí salud mental y por la libertad de otros.
Throughout my life I always wanted to control everything, when something did not go the way I was expecting it, I would sink into an anxiety that ended up becoming a disease. I earned many bad moments because of this desire to control not only the environments around me, but also people.
I thought very wrongly that people should act, think and walk as I requested. Sometimes I attribute it to the imbalance that existed at home, that since then, my brain made the decision of not wanting my life to be like that.
But I have learned, as the days, months and years go by, that absolutely nothing maintains an order and that the events of the day to day are spontaneous. I can plan perfectly the 24 hours of my days, but there will always be external situations that give the imbalance to all that list of tasks.
Seeing myself constantly exposed to those changes, to all those unforeseen events, to all those unexpected results is what has taught me (in a rather crude way) that wanting to keep control over things and people, only ended up hurting myself completely and utterly. Mental health is affected in such an awesome way.
I still haven't learned to let go completely, but I have learned to not be so affected by situations that get out of my hands. I know that the moment that load of negative emotions looms, I must begin to drain through other spaces that are healthier for my mind. I understand, one would not want plans to always be affected, but the only way to fix everything is to find an alternative where my own peace is not disturbed. If, of my own free will, I decide to immerse myself in the endless state of stress and anxiety, the only thing I will get in return will be to keep getting sick.
Crying and throwing objects in the air are not an effective solution to the ''problem'' which is nothing more than a circumstance. I have engraved myself a clean thought as a mantra, which dictates: Things must have turned out this way today, I am not to blame for it and I do not control it either, I must simply let it pass. So that I can come back to myself.
This has helped me to think more clearly, to understand that the days go by naturally, that the real message is to enjoy the moments in order to learn from them. Yes, I was involved in many therapies to allow my brain to rest and let things go, but I understand that this work is not a matter of a few months.
Of course there are things I can control, like my breathing, what I eat, buy and wear. But the environments, other people's thoughts, people and circumstances in which I can get involved, I know I can not control it and, I swear that expressing it now takes a weight off my soul, because before it was something that was so hard for me to say.
Now I live more calmly, I let things happen and I observe them. For my mental health and for the freedom of others.