Haciendo el último día de un triduo a San José, me he descubierto en un entramado espiritual. Mi párroco me ha propuesto ser diacono permanente. No se porqué, aunque se que nadie merece nada, Dios actúa de esa forma. Nos conoce desde antes.
Era sábado, 11:58 am, y llegaba tarde al rezo del Rosario en la parroquia; las mujeres ya habían empezado.
Hago diariamente el Rosario, pero tengo el gusto de ir los sábados con las damas que se juntan en la parroquia todos los sábados antes de misa del medio día.
Es un gusto que he ido desarrollando, quizá un poco por rebeldía: en una ocasión antes de misa, hacia fila para confesión y ellas, las mismas venerables señoras de siempre, rezaban el Rosario. Entré al confesionario y, cuando estaba por terminar, un capellán nuevo en el lugar, me impuso la penitencia, advirtiéndome "nomás no vayas a rezar así como rezan ellas" palabras más, palabras menos. Sentí un poco de lástima por ellas y por el capellán un poco de enojo. No pasó mucho tiempo en que me les uní. Desde entonces es un gusto secreto.
Meses después, rezando con ellas casi en silencio por estarse llevando a cabo una ceremonia, sentí el agrado de nuestra Madre Santísima. Sentí que le agradaba la Intension pura con que ellas acudían a su Madre. Sin pretensiones, sin gran alboroto, sólo unas maduras mujeres, algunas entradas ya en edad, todas obedientes y fervorosas, que sólo pretenden agradar muy honesta y amorosamente a la Madre. Si, sentí como La Virgen le agradaba presentarnos siendo nada. Tanto sentí su amor, que empezaron a salir mis lágrimas, que aún hoy, espero haya logrado disimular.
Volvamos a la historia original. Había llegado un poco tarde y había pasado ya el Ángelus.
No hay problema - me dije-, y me senté y seguí el misterio, poco después me di cuenta que era el primero y apenas comenzaba.
Pasaron algunas Aves Marías, y ya estando mas tranquilo, algún lugar de mi mente se entretenía con la posibilidad de dirigir alguno de los misterios. En eso estaba, cuando en la periferia de mi ojo derecho veo acercárseme una figura de color blanco. Era mi párroco, que se dirigia hacia mi.
Cosa que me sorprendió, porque habitualmente no convivimos más allá de un simple saludo de cortesía, aunque he de revelar que participo en varias actividades, como en el Rosario, ayudo con alguna de las lecturas y disfruto de ir a velar al Santísimo Sacramento. Con esto quiero decir que tampoco soy un desconocido.
No obstante, en esta ocasión sería diferente y para mi sorpresa, se dirigió a mi, notando en su cara que buscaba la mejor forma de abordarme. Ven -me dijo- vamos para allá -remató- haciendo con su mano, el gesto de invitacion a que fueramos a la sacristía. Obedecí, me levanté y lo seguí. Pensaba en que ya no terminaría el Rosario Ybque tendría que rezarle sólo en mi casa. Pasamos entre algunas bancas y de ahí, a la sacristía. entramos pero No se detuvo. Titubeando siguió adelante. Noté que estaba decidiendo donde platicar. Finalmente dijo, vamos a mi oficina. Cruzo un pequeño patio, limpio y arreglado, hasta llegar a la puerta de su despacho.
Llegamos y no perdió tiempo, fue directo al grano. Seco pero formal como es, me pregunto la edad y el tiempo que tengo de casado. Satisfecho dijo sin más "veo que te gusta la religión, el señor obispo ha convocado personas para que se integren a la preparación de diaconos permanentes". Me dijo que pensó en mi y otra persona, compañero en la adoración al sacramento. Siguó diciendo que en los próximos meses habría un retiro espiritual con el cual empezaría una etapa de discernimiento y que la preparación duraría cuatro años.
Sentenció que era requisito indispensable que mi esposa estuviera de acuerdo.
Uf, pensé, eso sí estará difícil. Pero para no decir que Ella no aceptaría y aún sin darle primero la oportunidad, le dije que lo pondríamos desde ese momento en las manos de Dios. Se sonrió, quizá con satisfacción. Me dio un folleto y nos despedimos.
Salí primero feliz, me sentí halagado. Después me sentí perturbado. Que significaba ser diacono permanente?
Después recordé a San José, a quien le he pedido, entre otras cosas, que me forme... vaya que es rápido!
Inmediatamente he empezado otro triduo a San José, a quien atribuyó tan feliz evento, para pedir guía, pero también para pedir conversión y ayuda conmigo y mi familia.
Total, que habiendo pasando algunos días hasta hoy, he ido del terror por lo que implica respecto a la responsabilidad personal a la duda, de ahí a la felicidad, pasando por la incredulidad hasta volver de donde empecé.
He visto una infinidad de vídeos, leído artículos y documentos. Creo que el más completo es este:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_cclergy_doc_19022000_dia_sp.html
Ha sido de gran ayuda, porque aborda con cierta profundidad este Ministerio(?).
He comprendido las gracias que se reciben, pues se constituye como uno de los contemplados en el sacramento del orden y el gran trabajo que se puede hacer. Imagina ser la imagen de Cristo Servidor!
Por ello, no deseo tomarlo a la ligera. No quiero equivocarme, porque es un compromiso para toda la vida.
Por otro lado, tengo un ángel terrestre, un sacerdote que trabaja duro con sus oraciones para que se haga la voluntad de Dios. Gracias amigo, no dejes de pedir por mi.
En mis subsecuentes entradas, compartiré notas y comentarios que he considerado importantes sobre el tema del Diaconato.
Dios los bendice.