Dentro del trabajo de oración que me han recomendado, para un mejor discernimiento, he llegado a la conclusión que, empezar la vida de un diacono permanente cuanto antes, es la mejor forma de trabajar con Jesús y para Jesús.
Si, la idea de que en realidad todos estamos llamados a ser diaconos en nuestras propias casas, es un llamamiento a todo padre de familia católico.
Actuar como Jesús Servidor desde el primer día, es probar de primera mano y cuanto antes, de que se trata la invitación.
A unos días de haber sido llamado, he llegado a la conlusion en base a la lectura de varios articulos relacionados al tema, que tengo que empezar a trabajar en mi esposa y en mi matrimonio
Que no puedo pensar por un momento en darle más importancia al diaconato que a mi matrimonio. Los que somos casados Somos una sola carne, y la santificacion de la familia está ligada a lo que se hace como matrimonio.
Por tanto, no puede haber un avance espiritual personal, si el esfuerzo no se hace junto con nuestra otra mitad.
Esta idea me ha dado vueltas y no logró sacarla de mi cabeza. La encuentro más que razonable. No podría ser de otra forma.
Recuerdo que la celebración del enlace matrimonial, el Padre que celebró sentenció que desde ese momento formamos una sola carne. Por ello, no puedo pensar en seguir adelante en lo individual. Será un esfuerzo de dos.
Además, se viene el recuerdo de que, lo que Dios une no puede ni debe separarlo el hombre. Esto me indica que la vida tiene que ser integrada por todos los aspectos, Cristo bien integrado en mi matrimonio y en el Ministerio.
Finalmente, que Jesús le dio potestad a su iglesia de poder atar en la tierra y atar en el cielo. Si, felizmente, está idea es el lazo que, viene y encadena las ideas anteriores. Nuestra voluntad de unirnos, quedó sellada por el sacramento de matrimonio administrado por la Iglesia y por tanto, aqui y en el cielo somos desde entonces una sola carne.
Todo esto, para indicar que tiene el mayor de los sentidos el trabajar juntos.
En ese sentido, el recuerdo de la Sagrada Familia no puede olvidarse, pues en familia nos santificaremos. Por tanto el Diaconato empieza en casa, precisamente en el matrimonio. De ahí con los hijos. Y sólo será entonces, para el exterior. Como un ejemplo de vida a los demás componentes sociales. Trabajando como vínculo de la iglesia y la sociedad.
Ya estás obrando mi Señor. Dame la fuerza para no defraudarte.
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