El mundo debería entender de una vez por todas, que cuestionar la homosexualidad es tan torpe como desconocer que existen el día y la noche. Bastaría con tomar en serio las innumerables explicaciones que ofrece la ciencia sobre el carácter natural y no optativo de la orientación sexual, para cerrar el vetusto capítulo del mundo polarizado en hombres y mujeres.
Es abusivo, por no decir otra cosa, negarle su condición a un buen porcentaje de la población que tiene que adaptar su existencia veladamente en medio de dos extremos impuestos por fuertes condicionamientos culturales y morales a una sociedad que se niega a aceptar que, en materia de identidad de género y orientación sexual, el mundo no es binario. Punto.