¡CONCURSO! ¿Cómo creen ustedes que es @galletikasar?, según @solperez

Abrí los ojos al mundo con el olor a biscocho recién horneado. Mamá hacía tortas por encargo. Desde que crecí en su vientre escuchaba las porciones perfectas de harina de trigo, de azúcar, de mantequillas, huevos frescos, vainilla y canela. Ella recitaba los pasos para preparar sus suculentos manjares. La fragancia a torta y a galletas impregnaba toda la cuadra. La popularidad de mamá fue creciendo sin que ella se percatara de ello.

Allá va, decían los vecinos, la maga de las tortas. Mamá los escuchaba, se emocionaba y sus acelerados latidos retumbaban en mí.

Un día no hubo olor en el barrio. Me había llegado la hora de salir. Cuando mamá me vio fuera de ella, me olió con instinto de sabueso. Dijo: Huele a galleta, provoca comérsela con café con leche.

El médico que la atendía le dijo: Llámela, entonces, “Galletikasar”, porque todo dulce debe llevar su toque de “sar”. El médico era oriental y eso le causó mucha gracia a la mamá y desde ese día me llamó así.

La fama de mamá arrolló toda la ciudad, los pedidos iban y venían sin parar. Yo, a su lado, observaba su poder de maga y cómo, de sus malabares, los postres se vestían de fiesta. Su prestigio crecía tan rápido como yo. Pero un mal día, ella enfermó, amaneció sin ánimos, sin fuerzas; cuando quiso levantarse para trabajar no supo qué hacer con los ingredientes. Un virus le había borrado todas las recetas de la mente, de sus pensamientos, de su alma. Mamá lloró días tras días. El médico ordenó cura de sueño.

El barrio no olía a nada. Una tristeza de ollas vacías, de batidoras impecables, de molden sin engrasar se apoderó de la casa.

Yo no podía respirar bien, mi oxígeno había cambiado, mi corazón ya no latía con fuerzas.

Decidí ir a mercado, desperté a mi memoria y ella me tendió una mano para comprar los ingredientes y hacer una torta para mamá; una que le avivara el aliento, que la hiciera volver a ser la mejor repostera de la ciudad.

Yo tenía diez años. Tomé un banquito de madera que estaba arrinconado en la cocina, me coloqué mi delantal, recogí mis cabellos, lavé mis manos y mi memoria me dictaba las recetas. El olor despertó a la ciudad entera, mamá salió de su mundo de fantasías y de ensueños; caminó hacia la cocina. Se sorprendió cuando me vio, cuando se vio; era ella, a esa misma edad, junto a la abuela, lloró de la emoción, me abrazó, me dijo tienes que enseñarle al mundo tus recetas, las mías y las de mamá. El mundo necesita galletas.