La mujer de la página roja, un cuento policial.

in cervantes •  7 years ago 

Hola, gente de steemit. Para descansar un poco de los posts de escritura, les dejo un cuento policial que escribí hace unos años. Espero que les guste.


Fuente

La mujer de la página roja

—Qué pendejadas —pensó Estévez, pensando, al mismo tiempo, en la cara de su mujer cuando le pidió el favor y le requirió una paciencia que no tenía con el plasta de Willy, su sobrino.
Pero su mujer no pedía favores, nunca.
Lo había llevado a la quinta del crimen, lo había recomendado a sus colegas, había observado (con cara de palo y el pico cerrado) todas las veces que se equivocó. Incluso cuando se fue de bocón con la periodista. Todo ello cuando tenían una intervención resoplándoles en la nuca.
Ahora la tarea de revisar el Informe de pasantías se le hacía demasiado ardua. De hecho, sólo había sido capaz de examinarlo a tajos y sin orden. Pero se había impuesto la tarea mientras esperaba el anuncio de asuntos más importantes sobre los cuales se había obligado a no pensar por el momento. No porque fuera más grato leer el informe, ni siquiera por la tensión de la espera, sino porque había aprendido a trabajar de ese modo por largos años. Vacío de lo inmediato, bien engrasado, fluyendo.
El Informe de Pasantías reposaba en su escritorio abierto a la mitad. La cara de Willy flotaba en la memoria de Estévez, redonda y oscura, infantil (nombre de ballena). Suspiró, luego aspiró a conciencia una gran bocanada de aire acondicionado.
Sintió que la corbata lo ahogaba. Había dejado de resollar hacía tiempo. Controlaba el colesterol con dieta vegetariana y tres sesiones de spinning a la semana. La camisa gris, bien planchada por su esposa, estaba húmeda.
—Será verdad que esto se lo enseñan en la Universidad o este muchacho no sabe una mierda— pensó Estévez sin pensar, muy al fondo de su razón.
Enfocó otra nítida página del informe:


Fuente

Se insertan citas de interés para el caso, del libro de anotaciones de la occisa. Perfil psicológico.

Siempre son Wuilliams, Wallaces, Johnnys, Josmirelys...
En lo que digo siempre estoy yo; los él, las ellas, son los otros y el Acechador. Anoto sus vidas al margen de la crónica roja. A veces la vida que te llega en la última página del periódico es sólo una pregunta. He guardado en mi closet una selección de las más impresionantes.
Estoy segura de que mi pequeña colección particular será completada por una mano ajena, tal vez del que encuentre la clave del nombre.
Anoto sus nombres. Anoto sus nombres. Anoto sus nombres.
Hay nombres fatales. Por ejemplo, el mío.
Me hago llamar Wendy porque sé que moriré una noche oscura. Oigo al Acechador. Me habla desde la página roja. Leo el periódico y sé que cuando dé con todos sus nombres, encontraré el suyo. Él me acecha y yo vigilo sus pasos. Leo el periódico hacia atrás. Corro a través de los muertos detrás de su nombre. Cuando lo tenga nos encontraremos por última vez.

Y había más. Páginas y páginas de verborrea. Al muchacho le costaba un mundo reducir los argumentos a lo esencial. Para Estévez era claro. Una loca sin familia, que hace anotaciones de loca. Que vive en la parte trasera de una quinta con unas viejas más de allá que de acá. Un sitio más o menos aislado. Un atacante le abre la panza. La muerta estaba bien muerta. El asesino muy vivo, y con mucha suerte; no había dejado nada a la zaga, ni siquiera un pelo. No habían encontrado nada. No encontrarían nada. Punto.

Estévez dejó correr los folios al azar, sin leer. Se detuvo. —Ajá—, dijo en voz alta y eso mismo pensó.

Descripción del cuerpo y la escena del crimen que se extrae de la visita al lugar y la declaración de los testigos

Se arriba al sitio del suceso con motivo de una llamada a la Central hecha por María Wagner, viuda, de 70 años de edad, quien afirma residir desde hace cincuenta en el lugar del crimen: Quinta “La Junquera”, Sector de las Charas, Calle Real, sin número. La mencionada afirma que el mismo tiempo tiene viviendo en la residencia su hermana, Rita Wagner, soltera, de 74 años de edad, jubilada del Servicio Postal Telegráfico. Estos datos no han sido confirmados por la señora Rita, quien, para el momento de la diligencia, se encontraba afectada de la tensión.
En orden, la descripción de los hechos se resume como sigue:

-Alegría de tísico- Murmuró Estévez y contó, al vuelo, más o menos veinte páginas. La manía explicativa del sobrino acabó con la batalla que sostenía consigo mismo desde hacía dos horas. Habían acordado, él y su pensamiento, no invocar el infortunado incidente con la periodista. Ahora se agolpó ante sus ojos, perfectamente enmarcada, como cuadro cinematográfico, la imagen redonda de su sobrino y la otra, de pelota de ping-pong, de la vieja con el grabador. El plasta de Willy se había ido de la lengua. Cuando lo libró del rebote de cachetes de la periodista, ya le había dado como para, sin inventar mucho, una primera plana.
El dique se había roto. Las barreras mentales que se había puesto en torno al episodio y a la droga que en ese momento esperaban interceptar, eran un lejano regusto en el paladar y la realidad inmediata le cayó de golpe desde la boca del estómago hacia arriba: afloró en un eructo ácido. Siguió leyendo.

La occisa, conocida por las precitadas ciudadanas como Wendy Vallejo Fernández (no se hallaron documentos probatorios de dicha identidad), fue admitida en la residencia hace dos años en calidad de inquilina de un apartamento simple, ubicado en el patio de la quinta, antigua habitación de servidumbre. El contacto se realizó por anuncio clasificado y, a pesar de ser la primera aspirante, despertó confianza en las ancianas por su “aspecto decente y al decir que era devota de José Gregorio Hernández”, santo éste que, afirmaba la occisa, le había realizado una operación de apéndice. Agrega la señora María Wagner que era de trato agradable y su comportamiento fue responsable y respetuoso durante su estancia. No le conocen lazos familiares ni sentimentales, les dijo ser de profesión Guía Turístico y que laboraba en Cumaná y destinos de Oriente. Declaran, asimismo, que no extrañaron su ausencia, pues el trabajo de la occisa requería que viajara por cortos períodos fuera de la ciudad.
El primero en avistar el cuerpo fue el ciudadano Wilmer Meaño, de 35 años, soltero, residente del nº 29 de la Calle “Las flores” de Caigüire, soldador de profesión y ocasional jardinero de las señoras Wagner, quienes lo llamaron de urgencia la mañana del 15 del mes corriente para que investigara un fuerte y desagradable olor (“como de animal muerto”) que parecía provenir del fondo de la casa. Declara la señora María Wagner que la presencia del ciudadano responde a su pedido y que no había visitado la casa en las últimas 72 horas. Ello ha sido confirmado por testimonios de familiares y vecinos de la calle “Las Delicias”, de Caigüire, en la cual estuvo trabajando como vigilante nocturno de una obra para el día y hora probable del deceso de la conocida como Wendy Vallejo (confróntense “Anotaciones del informe preliminar forense en el lugar del crimen”).
Se recomienda repreguntar sobre el caso al señor Meaño, pues su testimonio resultó repetitivo e incoherente por la fuerte conmoción psicológica producto del hallazgo.

Estévez contuvo la respiración y giró violentamente la cabeza de lado a lado. Las cervicales tronaron y resonaron en su cráneo. Una migraña se asomaba con un latido en el lado izquierdo de la frente. Se vació de todo pensamiento. Comprobó la hora y entonces desvió con potencia sus ideas fuera del “Informe de Pasantías” y de tanto “lugar de los hechos” que ocultaban lo más obvio.
(Los informantes del cargamento que en ese momento viajaba hacia el “Taller Moderno”, propiedad de Manuel y Orlando Sánchez, habían sido precisos y Estévez sabía por qué).
Ese caso sí era importante y tendría resultados beneficiosos para el Cuerpo. Se dio permiso para pensar en ello (a esa hora necesitaba concentrarse en ello). Era claro que estaban urgidos de un ruido grande, ahora que tenían una intervención a las espaldas. No podía decírselo a Willy, el paladín de la “estrecha relación entre la labor policial y la opinión pública”. El caso de la mujer (¿Wendy, Wanda?) sin familia no venía si no a enredar todo y a mal meter la prensa. La conclusión le latió en la sien izquierda: Willy había nacido para impedirle archivar el caso.
Estaba hasta el cogote del melindre del sobrino y como si la realidad quisiera confirmar su juicio, restalló en la página del informe un párrafo largísimo al que antes no había prestado mayor atención:

El examen de las notas personales de la occisa permite establecer la hipótesis de una conexión un tanto misteriosa, en esta fase del análisis, entre el asesino y la víctima... la aparente obsesión de Wendy Vallejo con la muerte y su cuidadoso archivo de casos de la crónica roja local, arrojan referencias interesantes sobre el perfil psicológico de la mencionada y, a través de dichas referencias, se podrían deducir datos ciertos de la psicología del criminal... Es labor de quienes aseguran la administración de la justicia atender urgidamente los crímenes brutales, aun en las circunstancias de abandono de las víctimas, propiciar la actuación por noticia criminis.

Todo el mundo sabía, todo el mundo en el Cuerpo sabía, menos el plasta de Willy, que no necesitaban un crimen escandaloso en la prensa.
Todo el mundo sabía en la ciudad que una Comisión de la Asamblea Nacional llegaba el lunes. Todo el mundo en el Cuerpo sabía — pensó Estévez mandando de vuelta la saliva ácida a su estómago— que lo que necesitaban era archivar el caso de la mujer, que les roería el tiempo como una nidada de termitas. Todo el mundo sabía que necesitaban otra clase de ruido en la prensa, no precisamente el de una loca sin familia, que nadie había reclamado. En ese punto el fárrago se detuvo. Un frío se apoderó de sus pantorrillas y le recordó vagamente el frío de las camillas del depósito y los pies pálidos del cadáver de una mujer. Su espíritu se detuvo.
"¿Por qué coño no llamaban los pesquisas?"

Declara el ciudadano Wilmer Meaño que decidió atender la llamada de las ancianas con la intención de acabar el trabajo y acostarse luego a dormir. Que llegó a la quinta y comprobó el mal olor e investigó su origen y le pareció que provenía del apartamento de la occisa; al acercarse, pudo ver una mancha de sangre en el piso de la entrada. Pidió las llaves a las ancianas y procedió a ingresar. Dice que vio mucho embarramiento sangre en el piso hasta la cama de Wendy Vallejo, junto a la cual todavía se conservaba una capa gruesa de sangre reseca, y que vio el cadáver sobre la cama. El testigo se niega a describir más la escena o dar otras impresiones. No se detectaron residuos visibles de esta sangre en la ropa del señor Meaño. Todos los rastros asociados a su persona corresponden a los desplazamientos del precitado con posterioridad al hecho.
El testimonio de la señora María Wagner confirma las confusas declaraciones del anterior testigo (confirma las confusas declaraciones del anterior testigo... confirma las confusas declaraciones del anterior testigo... —Telenovela—, pensó Estévez, pensó en la hora, pensó en la droga, pensó en la Comisión de la Asamblea, pensó en la jubilación), en el cual afirma que Meaño se presentó e investigó en el jardín y que ella le dio la copia de la llave: que el mencionado estuvo unos minutos en la habitación y ella pudo escuchar “su alarido aterrorizado”. Luego vino corriendo a la quinta, por la parte trasera, visiblemente afectado, gritando que habían matado a la señorita Wendy.
Todo el mundo sabía, todo el mundo, menos la cagada de Willy que bastaba con sacudir un poquitín al tal Meaño para que se fuera a la mierda todo el “impacto psicológico producto del hallazgo” y cantara tan afinado como un querubín en un coro.
En la escena del hecho, un apartamento simple de 25 metros cuadrados (se anexan croquis y fotografías del sitio)... Estévez sacudió la carpeta, los elementos “precitados” no estaban. Suspiró nuevamente y se fijó en sus manos. Tenía manos de hombre gordo, y tersas. Ya no era obeso, pero seguía siendo un policía.
... se hallaron indicios que corresponden con la declaración de los testigos. El cadáver yacía en la cama, de cúbito dorsal. La cabeza vuelta del lado izquierdo, pupilas dilatadas, mandíbula firmemente cerrada; los dientes produjeron seccionamiento parcial de la lengua. Brazos y piernas extendidos y relajados sin cortaduras ni arañazos, ni ningún otro tipo de heridas que indiquen violencia o defensa. Las uñas no presentan residuos macroscópicos. Una herida profunda con exposición de vísceras nace en el hueso púbico y se detiene en el esternón. A la vista parece haber sido hecha con una hoja grande y serrada.


Fuente

—Las tres—. Estévez llevaba la cuenta de la hora sin pensar. Cada segundo agregaba un grano ácido al bloque que tenía en el estómago. Seguidamente el informe se movió en la superficie de su mente y, con más asombro que rabia, se preguntó para qué coño tenían un forense.

...No se pudo encontrar ni en la quinta, ni en el apartamento, un arma de esas características, aunque el registro continúa.

—¡Más notas del diario de la loca! No me jodas, Willy—.

Sobre la mesa de aluminio
Un cuerpo es húmedo. En su boca anida la lengua amoratada, hinchada o tragada... Nunca tienen los ojos muy abiertos de las películas, aunque a veces tienen brillo y, la cara, gesto. Podríamos afirmar que un cadáver es su lengua y su pupila.

El Monstruo de Matanzas tiene doce años
El informe psiquiátrico dice que, a medida que iba tensando el piolín alrededor del cuello de los niños, le daban ganas de morder. Que en ningún caso quiso dañarlos, ni matarlos. Se morían antes de que pudiera detenerse.
Fue al velorio del último porque salió en los periódicos. No le gustó verlo en la caja, le dio miedo y lástima con su mamá.
Se considera buena persona. Nunca se ha robado nada y ayuda con los gastos de la casa. Ha matado antes al gato de su tía porque no dejaba dormir a la abuela, que estaba muy enferma. Se justifica diciendo que “fue por necesidad”. Se llama John Mendoza.

Abreviatura
La lengua de ella repasó el pecho del hombre, sus pezones erectos. Cuando cogían era el mismo rito y él siempre se venía muy de prisa. Quedaba avergonzado y ella plácida...

El cuento de mis niños
Él viene en la noche. No tiene rostro. Bajo sus pies corre la suave y fría nieve. Te hablaré de su cara: no hay cuencas ni aberturas. Todo él es una masa cerrada y tiene hambre. Quiere tu cerebro y tus tripas, tu hígado, tu corazón que late en las tinieblas. No hables con extraños, tíñete el pelo, cámbiate el nombre. Aunque te encontrará. Porque te ama. No duermas, por lo que más quieras, él viene en la noche.

El Plo Plo
Ayer se ahorcó, en la cárcel de Carúpano, Joseph Gregory Hernández González, El Plo Plo. Le había sido expedida orden de captura hace dos años por el homicidio brutal de su concubina, Ana Mary Lucas, de 16 años de edad.
¿Quién era ella?

San Juan de las Galdonas, destino turístico internacional
El obrero Jackson Rojas Andrade fue a cobrar a su compadre una deuda en dólares (¿?). Nunca regresó a su casa. Lo encontraron cosido a tiros en su pick-up, estacionada en la Intercomunal...

Adolescente se envenenó con Campeón
Una adolescente, de la cual se omite el nombre por razones obvias (¿?), atentó contra su vida ingiriendo el raticida conocido como Campeón, tras sufrir un ataque sexual por parte de sujetos no identificados.
Era fea y lo sabía. Cuando salía con Marta y los muchachos de la cuadra, le costaba el doble y el triple captar la atención de cualquiera. Aprendió. Marta era linda pero no se acostaba con todos.

Sexagenario apuñaló a su mujer y a su nieta
Insiste en que las dos mujeres conspiraban en su contra con ayuda del Diablo y que habían metido un sapo cosido bajo la cama. Que hacían ritos satánicos en el patio de la casa. Le cayó una plaga a sus cafetaleros.

La risita de Estévez sonó extraña en sus oídos. Escuchó el gorjeo pequeño que nacía de su garganta y decidió que le gustaba. Pensó en el principio y el fin, sin contornos.


Fuente

Conclusiones metodológicas preliminares. Hipótesis.
La indagación (—Mejor—. Gorjeo, gorjeo...) debe articular los datos extraídos del análisis del perfil psicológico y físico de la víctima y de la escena para conformar su identidad, en vista de que los registros dactilares no arrojaron coincidencia con el banco de Identificación ni con el Registro Policial de este país. Se agrega que la occisa presenta características físicas (1.60 de estatura, piel morena, ojos y pelo castaños, 56 kilogramos de peso, etc.) de una mujer latinoamericana común, sin señas particulares (no se encontraron cicatrices de una operación de apéndice), lo cual, cotejado con las impresiones de los testigos y los indicios que arrojan sus anotaciones personales, apuntan hacia un ocultamiento voluntario, por parte de la víctima, de su identidad, por motivos desconocidos.
Estos datos generales, además, hacen pensar fundadamente a quien suscribe, sobre todo por las referencias continuas de la occisa a nombres, seleccionados de la notas de sucesos de diversos diarios locales, en la existencia de una clave cifrada en sus notas personales, la cual, debidamente interpretada, arrojaría luces sobre su drama personal y, probablemente, alguna conexión con el perpetrador de este asesinato brutal...

Gorjeo. Estévez repasó mentalmente la imagen de un comercial en el que un niño caminaba hacia atrás. Ya había pensado en esa imagen antes de verla: pensó en el principio y el fin, ahora con los contornos precisos de Willy. Y allí se detuvo.
Su celular vibró y saltó de la silla. No pensó. Esa llamada era solamente el aviso para corregir el orden de las cosas, para poner en marcha un mecanismo demasiado conocido y previsible. Sabía lo que había ocurrido, lo que ocurría y lo que ocurriría. Acaso, fugazmente, Estévez juntó en su memoria los rasgos de Sánchez. El amigo con quien había compartido (más de las que finalmente admitiría) cervezas en el caney. Recordó su nariz redonda aspirando el aroma de una olla de sopa de pescado y las manos más grandes y duras, toda la vida como mecánico y albañil, sin salir de Caigüire. Se encogió de hombros: “siempre salía un pendejo a patinar en la bosta”. Más adelante, “si se podía”, le echaría una mano. Este pensamiento se perdió rápido, la reminiscencia de un relámpago.
En su lugar apareció muy clara la imagen de cuatro cavas de pescado con nombre de mujer: Celeste del Mar, María Celeste, Solymar y Marisol. Las vio corriendo entre la brisa salina y el cerro de piedra caliza que bordeaba la carretera entre Marigüitar y Cumaná. Fue capaz de retroceder su trayecto en el tiempo de su conciencia desde la madrugada fría hasta el mediodía caliente y luego la tarde, también caliente. Llegarían una a una, la última a las tres, ocultando la droga entre el pescado salado. Tal vez el mismo Sánchez, que era su amigo, les abriría el portón del taller mientras los muchachos del cuerpo, desde el caney, contemplaban todo el movimiento, como tantas veces. Quizá el mismo Sánchez, su amigo, ayudaría en la descarga y, luego, en el depósito de la mercancía detrás de la pared lateral, de doble fondo, disimulada entre rines de magnesio. Sintió una gota de sudor como un cosquilleo en la pantorrilla.
Le echó una última mirada a la carpeta. El blanco de las hojas le hirió la vista y se desató la migraña, furiosa, moviéndose en el lado izquierdo de la cabeza, agarrándose a sus muelas. Cogió la llaves del carro y salió al pasillo. El calor de la tarde era una boca del infierno que se lo iba a tragar.
Al fondo, su mirada recibió el fuerte flanco de Mary Nellys poniendo la cafetera en el enchufe de la computadora, junto a la centralita. Estévez apuntó al aire con un dedito gordo: —Negra...— Le faltaba el aire. —Negra... Cuando al güevón de Willy se le ocurra venirse de la casa de las viejas, le dices que interrogue a Meaño y termine de una maldita vez con el archivo de la del depósito. Yo me voy a atender un asuntico.
—Una bicoquita: cuatro toneladas— pensó.
Y entonces, por un brevísimo instante, una brisa fría de mar se coló por la entrada y se instaló en su pecho. Estévez se sintió de pronto muy contento, como si el tiempo hubiese corrido cinco, seis años atrás.

Authors get paid when people like you upvote their post.
If you enjoyed what you read here, create your account today and start earning FREE STEEM!
Sort Order:  

Muy buen cuento. Me ha gustado demasiado. Tienes una narrativa adictiva. Saludos, que tengas buen día. Me gusto la forma como se van narrando los dos hechos en paralelo, sintiendo la tensión de si aquellos 6 años de andar encubierto vana tener provecho. Excelente

Gracias, @poesiaempirica. Me encanta el policial, pero los escribo poco porque se me hace un género difícil. Seráun sueño realizado escribir una serie con este mismo personaje.