Una idea despertó al doctor Strauss cuando ya casi era mediodía. De inmediato preparó su plan. Echó una sustancia cristalina al jugo que tomaría Dimitri esa tarde. “Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco gotas”, serían suficientes, pensó el científico. Tras la cena, el joven se desplomaría y sería su nuevo sujeto de experimento. Así pasó.
La primera parte de esta historia puedes leerla aquí y la segunda parte aquí.
Oscurecía cuando Strauss inyectaba su oscura fórmula a Dimitri, profundamente dormido por el somnífero administrado minutos antes. Strauss lo arrastró con dificultad hasta la entrada y cerró la puerta, asegurándola con un viejo sillón en la sala.
Cuando Dimitri despertó de su letargo, asfixiaba a una anciana con la cara de su madre en una oscura vereda. “¡Déjame en paz!, ¡déjame en paz!”, le decía. Reaccionó. Quitó sus grandes manos del cuello, pero ya era la tarde, la mujer ya no respiraba. Notó que la viejecita tenía un fuerte golpe en la sien.
Dimitri vio que en sus manos había sangre seca, que no era suya. Su ropa estaba sucia y manchada. Miró el reloj de su víctima y eran las 2:46 am. Entendió lo que había pasado y poseído por la rabia y el odio, regresó a la casa de Strauss.
Su fuerza no se detuvo con el viejo sillón que bloqueaba la puerta. De un solo empujón la abrió y se abalanzó sobre Strauss, que despertó para ver el rostro de Dimitri, desfigurado de odio y resentimiento. Strauss trató de levantarse, pero no pudo. La silueta de Dimitri sobre él, golpeándolo, se veía en perfecto contraste por la luz que entraba a través de una alta ventana, detrás de ellos.
Dimitri percibió el brillo dorado de tres dagas en una caja de cristal, en la mesa auxiliar. No pensó si estaban afiliadas. Tomó una y cortó la garganta de Strauss, quien se desvanecía lamentándose por no haber colocado una dosis más fuerte a Dimitri.
Esta es la tercera y última parte de una historia inspirada por un trabajo universitario que realicé cuando estudié la licenciatura de Comunicación Social mención Audiovisual. A su vez, en aquel tiempo me inspiré en “El Gabinete del Doctor Caligari”, la obra maestra del cine expresionista alemán. Las fotografías son propias (@alevil)
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