La Primera Rebelión. ( Segmento I)

in cervantes •  7 years ago 

     En la armonía absoluta de un reino benévolo, espléndido y luminiscente, en el cual predomina la magnificencia y la paz junto a seres de divina naturaleza, se puede divisar a un ángel contemplando el horizonte. Esta alada criatura ejecuta a su vez una compleja manifestación sonora con su arpa celestial. La melodía que se desliza por el entorno es hermosa, penetra todo lo creado y le provoca llanto al silencio. Es sencillamente mágica, hipnotizante e intensa, haciéndose más cautivadora al compás de los pensamientos del ángel que está contemplando el horizonte.

     Pensamientos, oportunos pensamientos acerca del todo y de la nada, de la virtud del ser y el estar, así como también acerca del radiante contexto en cuyo haber se ha desenvuelto su existencia, existencia que se sabe le fue otorgada por aquel quien en el origen aisló las tinieblas y limitó la noche, creó la bóveda celeste, el suelo seco y el deposito de agua, produjo una gran gama de hortalizas, plantas semilleras, arboles frutales cuyos frutos tienen semillas también. Aquel quien creó el sol, la luna y las estrellas para presidir el día y la noche. Creador también de aves y monstruos marinos, animales salvajes, de campo y reptiles. Deidad ÉL, y nunca ha de omitirse su rol como la fuente de vida e impulso gestor del ser que hecho a su imagen y semejanza está, el ser que posee autoridad sobre peces, aves, animales de campo, fieras salvajes y reptiles que por el suelo se arrastran, el ser que desde un principio se conoce como hombre.

     Bruscamente se calla el arpa celestial que ornamentaba el ambiente, la incertidumbre petrifica al ángel por un instante. ¿Qué complejidad encierra tan enigmática creación? ¿Qué lo hace merecedor de los privilegios que se le han concedido? ¿Qué hay realmente en lo más profundo de su interior que es tan relevante a los ojos de ÉL? 

     Preciso se hace el descenso que hace el ángel ahora al jardín del Edén, morada paradisíaca del hombre, en busca de revelaciones y respuestas.

     Macho y Hembra conviven en tan majestuoso sitio, sus vidas trascurren entre experiencias de descubrimiento y una firme convicción en cumplir la voluntad de Él, expresada desde un principio. Sin percatarse de que están siendo observados por el ángel con preguntas, continúan gozando de su realidad.

     Total simplicidad, nada extraordinario. Lo común en estos seres, que no difieren en mucho de las demás bestias. Van y vienen, comen, beben y dejan su huella por el camino por el cual andan. Esto ocupa los pensamientos del inconforme ángel quien no pierde de vista a los habitantes del Edén. Mientras observa, se mueve sutilmente por el aire hasta que de pronto se posa en el pie de un imponente árbol que se alza sobre una verde colina en el jardín; aguarda en quietud, quizá en la contemplación esté la contestación tan ansiada. Paciencia, paciencia, apoya la cabeza en el tronco y de repente ¡FUF! Una sucesión de imágenes se presenta ante el anonadado ángel en una estremecedora visión que lo mantiene en estado de tensión. En un lapso tan fugaz, ve un gran número de acontecimientos atroces y de gran significación, la barbarie, enemistad contra ÉL, supremo fuego, sangre, infortunio, pena, rebelión, el caos. Y todos estos hechos ligados al ser que despertó la intriga en el ángel que ahora regresa del trance, el misterio caminante del Edén, el hombre. 

     Sugerido en su razón estaba un porvenir nefasto, un conglomerado de desastres que consternan al ser de luz, haciéndolo abandonar rápidamente el paraíso y ascender al reino celeste para comunicar su experiencia a los demás alados. Volando aturdido, el ángel siente retumbar en su audición estruendosas voces que se hacen ecos y que gritan ¡Hombre! ¡Salvación! Y ¡No te serviremos! La escena que queda atrás es sencillamente una pareja humana sintiendo una fría y repentina brisa, el jardín en toda su grandeza, y la figura angelical que se aleja de aquel frondoso árbol donde reposaba, ese árbol que desde el inicio se denominó El Árbol de la Ciencia. 

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