He de ponerme justo al frente de todos,
he de saberme juzgado y condenado.
Reconoceré la muerte como amiga y salvadora.
Borraré de mi mente las veces cuando me sentí vivo
y tuve en la boca el sabor de una vida buena.
Cortamos toda comunicación tú y yo.
Estamos solos.
Balbuceo un grito de ayuda que se pierde.
Lentamente me quedo sin aire,
me ahogo y pido auxilio,
me pierdo, me apago,
me entrego diligente a los brazos de un cuento repetido
y del fétido abrazo del fango.
Soy el consuelo del paria.
Ya no escucho,
en este hermoso letargo que me has regalado las horas pasan sin tocarme.
Tú te fuiste o yo me fui
y lo entramado de amar desde lejos fue como tocarse y
no sentir nada, absolutamente nada.
Voy cortando los vínculos que ponen mis pies en tierra.
Voy dejando que a mi cuerpo vacío lo levante el aire.
Entra en mí el deseo de olvidarme todo
y de hacer de cada momento
a partir de ahora una pérdida de tiempo.
Foto: Otra tarde triste en Maracay.