Dejemos que Jesucristo nos toque el corazón, hermanos.
Nosotros, cual humanos que somos,
a veces pretendemos ser dueños
hasta del caminar de los demás,
y hasta de robarles sus sueños.
A esas personas, en verdad
lo que les sobra en sus almas
es un cúmulo de maldad
y se enorgullecen de sus trampas.
Pero siempre, y al final de cuentas,
sus asuntos y fines se les revierten,
y más pronto sentirán en sus conciencias
que no todo es como ellos lo piensen.
Porque el divino poder de Dios
surge como un bálsamo sagrado
que le da protección y curación
a aquel ser atacado por el malvado.
Por eso es que yo los invito
a que depongan esa mala actitud
y confiemos en el Dios bendito
y en su hijo amado, Jesús.
Déjense tocar el corazón, hermanos,
de nuestro mejor aliado, hoy;
Él es Jesucristo, el Dios sagrado
quien te dará su compasión y amor.
Jesucristo te garantiza mejor vida,
y aunque nuestra muerte es segura
Él nos apoyará en cada día
para que sepamos vivir en paz y con ternura.
Si deseamos alcanzar la felicidad;
si de verdad aspiramos ir al cielo,
entonces, ¿por qué no actuamos con humildad
y luchamos por lograr nuestros lindos sueños?
De seguro que nuestro Señor Jesucristo,
con su corazón divino y sagrado
nos acogerá en su seno bendito
y nos extenderá para siempre su mano.
¡Alabado y glorificado seas Jesús,
sentado al lado de tu Padre Dios!
os ruego afiances en mi la virtud
de venerarte por siempre con amor.