"Cierto día una alondra hizo su nido en un campo de trigo joven. A medida que los días pasaban el trigo creció y los polluelos también lo hicieron. Llegó el tiempo de cosecha y el granjero dijo a su hijo: "El trigo está listo para la cosecha", comentó. “Llamemos a los demás para levantar la cosecha”. Las crías asustadas escucharon todo. Cuando la madre regresó con la comida para ellos, le dijeron lo que habían sucedido. "No tengan miedo'', dijo la alondra. "Aún tenemos tiempo, esto no se cosechará en un solo día”. Unos días más tarde, el trigo estaba tan maduro, que cuando el viento sacudió las espigas, los granos de trigo cayeron por el campo y las avecillas contemplaban desde su nido. "Si el trigo no se cosecha de una vez", dijo el granjero, "perderemos la mitad de la cosecha. No podemos esperar más para obtener ayuda, mañana comenzamos". La alondra escuchó y dijo a sus hijos: "Entonces tenemos que dejar el nido. Cuando un hombre decide trabajar y no depender de nadie más, termina la demora”. Al amanecer el día siguiente, cuando el granjero y su hijo cortaron el grano, encontraron el nido vacío."
Existe un fenómeno común que, a pesar de ser fácilmente reconocible, es difícil de explicar. Se trata de la procrastinación, una curiosa palabra que sin embargo sólo se refiere al hábito de postergar sin justificación válida actividades u obligaciones que tienen que ser atendidas.
Se evidenciaba una relación directa entre niveles de impulsividad y tendencia a aplazar tareas. En investigaciones más recientes, se ha encontrado fundamentos que favorecen la hipótesis de que entre la impulsividad y la molesta tendencia de procrastinar, existe la misma base genética.
La procrastinación, postergación o posposición es la costumbre o hábito de postergar la realización importante de una o varias tareas. Es un término utilizado en psicología que indica el hábito de una persona de postergar para más tarde las tareas o actividades prioritarias y de reemplazarlas por actividades de importancia secundaria, irrelevantes y agradables; interfiriendo de forma significativa en la vida y afectando el bienestar emocional, ámbito personal, laboral o socia de la persona.
Este tipo de hábito suele presentarse en la mayoría de situaciones; desde entregar un informe en el trabajo de suma importancia, hasta con tareas menos relevantes como recoger la correspondencia del buzón, ordenar un armario, etc. El hecho de posponerlo, genera cierto alivio a corto plazo, pero a medio y largo plazo va a traer consecuencias negativas porque se “acumula” aquello a realizar si tendemos a aplazar más de una tarea, además de otras consecuencias como:
- Estrés.
- Sentimiento de culpabilidad.
- Pérdida de productividad.
- Juicio social relacionado a la evasión de sus responsabilidades (por ejemplo: en el trabajo).
- Estigmatización: el trastorno puede ser interpretado por su entorno como pereza o una falta de ambición.
- Fortalecimiento de la procrastinación.
- Nuestro estado de ánimo y estado emocional se desestabiliza.
- Nuestro rendimiento laboral y académico se ve disminuido.
- Puede tener consecuencias económicas desfavorables.
- Se incrementa la baja autoestima, por sentimientos de culpa, malestar con uno mismo, y la sensación de que no seremos capaz o de que no somos válidos.
- La ansiedad es producida porque no se ha concluido o resuelto tareas cruciales.
El peligro de que esto ocurra de forma frecuente, está en que comienza a instaurarse como hábito y patrón de funcionamiento.
La forma de poner fin a este patrón disfuncional de comportamiento es aprendiendo a planificar y organizar, teniendo en cuenta que la falta de autodisciplina es uno de los factores que mantiene este mal hábito.
Elaborar listas de tareas que hay que efectuar, con una estimación del tiempo necesario para terminarlos, ayuda para evitar y combatir la procrastinación.
- Identificar las prioridades.
- Reservar tiempo para los imprevistos.
- Optar por un entorno de trabajo sin distracción y planificar horarios propicios a la productividad.
- Dividir las tareas complejas en otras más sencillas.
- Ante la falta de organización en tu vida, o en el trabajo, dedícale un tiempo para pararte a organizar, y diferenciar lo urgente, de lo importante y de lo que puede esperar.
- Evitar elementos distractores.
Un ejemplo podría ser que, en el caso de tener que redactar un trabajo de 20 páginas, es comprometerse a redactar una página antes de las siete de la tarde. Si cuesta cumplir estos pequeños compromisos, se reducirá su complejidad, de manera que su resolución pueda verse como algo perfectamente posible, por ejemplo, redactar 15 líneas antes de que hayan pasado dos horas. La cuestión es acercar en el tiempo, y a la vez hacer menos incómoda la situación.