Sánchez y Narvaez II - Policial - Literatura Negra

in cervantes •  7 years ago 

Entro en el asiento del copiloto, aún huele mal. El tipo de anoche se creía muy valiente, muy macho cuatriboleado. Pero Sánchez no se anda con sutilezas. 

Y aunque no me gusta, a veces tiene razón. El tipo se pone a armar escándalo y golpear a la mujer porque aquella le reclama no se qué. Los vecinos llaman a la policía, nosotros estamos cerca y vamos.  

Llegamos, tocamos la puerta y se escuchan los golpes. Tocamos de nuevo, abre el tipo, dice que ahí no pasa nada, Sánchez le dice que deje el escándalo, el otro responde: 

-Eso no es tu problema, maricón.  

Error. Sánchez empuja la puerta, se estrella en la cara del tipo, la mujer golpeada ahora calla de sorpresa y miedo. No íbamos con mala intención, pero la cosa pasó a mayores, el tipo se equivocó insultando a Sánchez. Me quedo en la puerta vigilando, algunos vecinos se asoman y les muestro la identificación. 

-Acá no pasa nada, digo. 

Y se meten en sus casas asustados. Si antes se escuchaban golpes y gritos de mujer, ahora son golpes, lloriqueos de mujer y gritos de hombre. Sánchez, en voz más baja dice:  

-Deja la gritadera, calla la boca y aguanta callado, si no quieres que te lleve. El tipo calla, un par de golpes más y se escucha el grito. Silencio. Un par de golpes más, forcejeos. 

Sale el tipo, la cara intacta salvo lágrimas y una mueca de miedo. Va esposado, Sánchez lo empuja, trastabilla, casi cae, Sánchez lo sostiene y le dice bajito: 

-¿Ahora no eres tan machito verdad? 

Lo montamos en el carro, Sánchez se sienta al volante resoplando, se quita la manopla y enciende el carro. El tipo ya no llora, tose y cada vez que lo hace muestra dolor. Costillas fracturadas, seguramente. 

Sánchez adivina lo que pienso y me dice, tranquilo que no se va a morir en el carro, vamos a darle una vueltica. Manejando hacia las afueras, Sánchez empieza a hablar casualmente, el otro calla, ya me sé la rutina. 

No vamos a la comisaría, le tocó tratamiento especial. El pobre diablo mira por las ventanas, pronto nota que nos alejamos de la ciudad, palidece, empieza a rezar bajito, Sánchez sonríe.  

-¿Ves como no eres tan machito? Me importa un bledo si le pegas a tu mujer pero me faltaste el respeto. Ahora asume tu vaina, ahómbrate. 

El tipo reza, Sánchez me guiña el ojo y empieza a hablar:  

-Entonces, ¿Donde lo dejamos? ¿Tú crees que lo reconozcan? Nadie vio el carro, ¿La identificación que mostraste era la falsa, verdad? 

-Sí. Nadie sabe quien se lo llevó. Respondo. 

Ya me sé el guión, no me gusta pero es efectivo, quien pasa por esto se convierte en un corderito. 

Fuente


Estacionamos en medio, el vertedero apesta por el calor de la tarde. Sánchez se baja y abre la maleta. Mueve cosas. Le susurro al tipo: 

-Vamos a ver si sales de esta, no llores, no hables y corre cuando te haga la seña, vamos a ver si te salvas. Sánchez vuelve, con una bolsa de basura sobre la ropa y en la mano un hacha oxidada.  

-Desnúdalo y quema la ropa, no queremos que lo reconozcan.  

El pobre tipo cuando lo ve, casi se desmaya. Abro la puerta de atrás y le susurro al tipo: 

-Atento, te voy a desnudar pero cuando te haga la seña corre como alma que lleva el diablo.  

El pobre hombre asiente, pálido y con lágrimas en los ojos. Lo obligo a desnudarse. No deja de temblar, lo sostengo por el pelo, abro la puerta y lo saco a empellones. 

Ahora, Sánchez está frente a él y el tipo se arrodilla en el piso, suplicando. Sánchez lo golpea con la mano abierta, no quiere dejar marcas. Cae al piso.  

-¿Ya no eres tan macho, verdad? Mira el hacha de su mano, mira al hombre, duda un momento y dice: 

-A este hay que caparlo antes. ¿Metiste la tijera? 

-Creo que sí, revisa en la maleta. Contesto. 

Sánchez vuelve a la maleta y le hago señas al pobre diablo. Sale corriendo como alma que lleva el diablo, desnudo y llorando por el medio del vertedero. 

Sánchez vuelve, riéndose.  

-Ese no vuelve a levantarle la voz a nadie. Dice entre carcajadas mientras mira al pobre hombre corriendo por su vida entre la basura. 

Nos montamos en el auto, arrancamos. Sánchez va sonriendo. Cuando dejamos muy atrás el vertedero aún nos acompañaba la peste. 

De hecho, nos acompaña aún, pues el muy desgraciado se cagó encima mientras lo desnudaba en el asiento.  

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¡Exquisito y divertido! Esta segunda parte me sorprendió. Ja, ja, ja. ¡Saludos, @jcalero!

Esto está para leerlo y releerlo y reirse solo toda la semana. Excelente relato, espero el próximo con ansias!

Bueno, quizás me tarde un poquito en publicar, estoy un poco enredado y ando tratando de organizar mi tiempo pero seguramente pronto volverán a sus andanzas.

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