El 21 de junio de 1999 yo emigré. Llegué en un avión de KML al aeropuerto de Schipol, Holanda, con escala en Frankfurt, Alemania, desde Maiquetía. Tenía escasos 21 años, cabello largo, uñas pintas de negro y sueños de rockstar tropical frustrado. Suena elegante y acomodado, pero no lo fue tanto. Me fui de un país que creía mal y en crisis, que no había dado todo lo que se esperaba, y con la esperanza mesiánica de nuevo en puertas.
Nos fuimos con la idea de ser famosos haciendo blackmetal con mi banda, Mystical Darkness. Nos fuimos tres adelante, esperando otros tres después. Uno decidió no viajar, pero fue varios años más tarde.
Vivimos en un ático alquilado, lo que era ilegal, en un suburbio de inmigrantes árabes en las afueras de Ámsterdam. Trabajamos armando tiendas en una especie de mercado de antiguedades, ropa de segunda mano, pipas y semillas de marihuana y recuerdos al aire libre, llamado Waterlooplein. Allí también trabajaban los colegas músicos de Agresión y muy algunas veces los de Laberinto.
Habían pasado años después de su venida, y eso me asustó un poco. No era tan fácil legalizarse o salir de esos empleos. Era realmente muy difícil conseguir un trabajo que no fuese el que nadie más quiere hacer si eres ilegal. Entonces quienes salían de Venezuela eran muy pocos. Quienes no éramos adinerados que se iban a EEUU éramos una clarísima mayoría. Nadie en Holanda sabía nada de Venezuela. Unos pocos les sonaban algunas pequeñas cosas: Margarita, un presidente locuaz y exótico, mujeres lindas. Poco más.
Con el tiempo dejamos el ático, pudimos mudarnos a mejores lugares. Yo logré vivir solo y a veces me quedaba en la habitación de mi novia quien vivía en el mero centro, trabajando como "au pair" (cuidando niños de forma permanente, más elegante) de niños de familias ricas. Entré en varias mansiones donde otras amigas de ella trabajaban. Shhhh, que los vecinos no se enteren. Una vez cuando me quedé sin casa, un amigo holandés pintor, Hans, me dejó quedarme en su casa mientras estaba de vacaciones.
Pudimos dar pequeños pasos hacia el sueño pero sin el baterista, todo se complicó. Conseguimos un chamo curazoleño muy bueno, y más tarde llegaron dos muy destacados músicos caraqueños. Uno de ellos, el baterista, no se adaptó y se regresó. Luego, me fui a España, y el sueño del metal pasó.
Yo tuve varias bicicletas. Era muy fácil comprar una robada a un "junkie" (drogadicto que vive en la calle y que usa drogas duras como cocaína) a tan sólo 20 florines que luego eran unos 9 euros. Era un círculo vicioso. Una vez me compré una legal, 400 florines más o menos. Bella, pero también me la robaron como solía pasar con todas tus biciletas. Compras un seguro, más o menos bueno, pero es la fuenta principal de ingresos de los que viven en la calle, así que algún día pasará.
Holanda fue una experiencia genial para mí. Fui a muchísimos conciertos, viví en una ciudad genial, vi espectáculos libres públicos extraordinarios, disfruté de parques y espacios públicos, hice angelitos en la nieve, tuve buenas épocas de comer en la calle y darme pequeños lujos, pero nunca pude establecerme. Regresé a Venezuela en 2002, a reempezar. No fue fácil, pero como podrán imaginar, fue posible. Crecí.
Algunos de mis amigos con quienes viví en Holanda regresaron, la mayoría no. Los que se qeudaron han logrado muchísimo: mejores trabajos, nacionalizarse, mudarse a otros países donde les ha ido mejor, comprar casas, carro, tener familia, salir de vacaciones a lugares extraordinarios, emprender negocio propio.
Escribo esto después de verme con 11 amigos en Buenos Aires, en distintas posiciones, tiempos, ideas y expectativas. Lo cuento como alguien que pasó 48 horas preso en Barcelona, España, por ilegal, pero también como alguien que ha sido invitado a encuentros en Turquía, México, Costa Rica y ahora Argentina, por mi trabajo como periodista y ambientalista, a veces por ambos. Lo escribo como un ánimo, para lo que se fueron y los que nos quedamos, para los que regresen y los que no lo harán. Como testimonio de lo posible.