Era un día como cualquier otro, al rededor de las 12am me encontraba caminando sola, las calles estaban vacías, se sentían frías y desoladas, ya todos se encontraban en sus órbitas, pero yo seguía caminando sola en busca de ella. Como de costumbre llevo mi abrigo, el frío de la noche se agravaba cada vez más y ya estaba traspasando mis músculos. Al pasar varias calles me topé con la entrada de un parque decidí entrar y luego de pasar minutos caminando por su césped me encuentro con un lago que captó inmediatamente mi atención, al verlo no pude evitar quedarme contemplándolo, me trasmitía paz, serenidad, justo esa serenidad que necesitaba mi mente en esos momentos.
El tiempo pasaba lento y eso me permitía seguir conversando, conversaba con mi silencio, no quería dejar que volviera y me atrapara de nuevo pero esta vez era imposible no dejarlo entrar, la serenidad que me trasmitía esa vista no dejaba que emitiera ni una sola palabra y así fue que llegó, pero esta vez fue distinto, al llegar se convirtió en mi aliado perfecto, me permitía pensar sin parar y entre interrogantes en mis pensamientos me daba respuestas, me sentía muy a gusto, sentía que entendía y comprendía mis situaciones. Nunca me gustó, siempre le huía, sentía que cuando estaba conmigo no me dejaba expresarme, no me dejaba romper con el miedo y sacar a flote mis cualidades, pero esa noche todo cambió, cambié esa perspectiva que tenía de él y eso permitió que nos conociéramos mejor. Me presenté con él, le agradecí por el momento que me brindaba, ese momento de serenidad y calma que me permitía organizar mucho más mis ideas, le dije que volviera a mí siempre que quisiera, le prometí que el próximo encuentro sería muchísimo mejor ¿pero qué cosa estaba prometiendo? Si ya este encuentro fue mágico, fue la primera vez que lo experimenté de esa manera tan sublime y encantadora, sentí una conexión tan grande que siempre estaré dispuesta a recibirlo cada vez que quiera volver y regalarme esos momentos en los que me conecto conmigo misma y me permito conocerme mejor. Por último me despedí y le dije que este sería nuestro mejor lugar para encontrarnos y aunque siempre iba a estar dispuesta a recibirlo en cualquier otro, este nos brindaba el escenario perfecto para conectarnos y seguir con nuestras transcendentales conversaciones...