Podemos llegar a caer en la tentación de pensar que la prosperidad o pobreza es responsabilidad exclusiva de la persona por lo que podemos hacer juicio sobre ella. No obstante, hay razones basadas en las circunstancias que favorecen la realización de los sueños o que truncan todo proyecto.
¡Bien por los que aprovechan las oportunidades o que sobresalen a pesar de las adversidades! pero la gran mayoría sucumbe cuando se deteriora el medio que les rodea. Muchos, aunque se esfuercen, se quedan atrás porque carecen de lo más elemental, el conocimiento de cómo salir adelante.
Aquí y allá ocurren calamidades que afectan a todos: sequías o inundaciones, epidemias, guerras, conflictos políticos o sistemas de gobierno que empobrecen a todo un país…
Decaen los semblantes, enflaquecen los cuerpos, se pierde la confianza…
Sin embargo, los que confían en Dios pueden descansar bajo su abrigo poderoso. Hubo un hombre de nombre Habacuc que se encontró atrapado en una de esas circunstancias difíciles, él expresó:
"Aunque la higuera no florezca
ni en las vides haya frutos,
aunque falte el producto del olivo
y los labrados no den mantenimiento,
aunque las ovejas sean quitadas de la majada
y no haya vacas en los corrales,
con todo, yo me alegraré en Jehová,
me gozaré en el Dios de mi salvación.”1
Hoy, si tu despensa está vacía y no avizoras cómo obtener lo que necesitas, si tu situación parece ser desesperada te invito a confiar en Dios tal cual lo hizo Habacuc, Él no te dejará desfallecer, te sustentará dándote lo que necesitas y te dará paz aún en tu momento más difícil. Aunque tarde un poco cumplirá su promesa. Que Jehová, el Señor, sea tu fortaleza; y te haga “caminar por las alturas".2