PREÁMBULO
El siguiente artículo es un proyecto de investigación que he venido realizando desde hace un semestre para la materia “Historia del cine”, donde nos mandan a ir a la Biblioteca Nacional y buscar en la cartelera de cine del día de nuestro cumpleaños. En esta oportunidad me tocó el año 1927.
Estreno para ver El Cantante de Jazz
En los años veinte el mundo parecía estar “a la altura de los tiempos”, como señaló en esa misma década el filósofo español Ortega y Gasset. El cine se había convertido en una de las Industrias de entretenimiento más costosas e importantes de la primera mitad del siglo XX. Varios teóricos como Ricciotto Canudo, Rudolf Arnheim, Hugo Munsterberg, entre otros, habían publicado distintos manifiestos y textos que hablaban sobre cine: El cine como arte, el cine como una experiencia estética, el cine como industria, y pare de contar. Parecía que el fenómeno cinematográfico se iba extendiendo hasta en los países cuya industria carecía de desarrollo. Nadie podía quedarse a la periferia de la experiencia de la imagen en movimiento, todos querían y tenían que ver con él. El cine no sólo era la posibilidad de inmortalizar la imagen, pues disponía de un grado de importancia mucho más conveniente para los políticos, sobre todo para aquellos que se hallaban en países cuyas directrices se perfilaban con grandes revoluciones ideológicas. En la Unión Soviética, Lenin fue el primer político en reconocer la importancia del cine, pues al tratarse de un hecho más directo y eficaz para educar al pueblo, el cine trabajaba no sólo como medio difusor sino también de propaganda. Lenin declaró que “el Cine es la más importante de las Artes” y, por supuesto, el gobierno bolchevique había otorgado la máxima prioridad “al rápido desarrollo de la Industria Cinematográfica”.
En cuanto a los países europeos, cuya Industria cinematográfica se hallaba a la cabeza –Francia e Inglaterra- no tardaron mucho en quedarse atrás y permitirle a Estados Unidos llevar la delantera. A comienzos de los años veinte la mayoría de las productoras y distribuidoras cinematográficas ya estaban instaladas en Hollywood y la meca del entretenimiento de las películas hollywoodienses no tardó en popularizarse. Productoras como, Warner Brothers, Columbia Pictures y RKO, habían sido fundadas en la misma localidad del Estado de California y, en cambio, otras productoras tomaron la iniciativa de unirse y formar la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). El cine ya no era un simple invento de los hermanos Lumiére o una manera de captar la cotidianidad burguesa, se trataba de la vida del hombre puesta en pantalla o “del ideal de vida de la clase obrera”. Las grandes superproducciones de Hollywood superaban por mucho a los filmes europeos. Sin duda, el dinero no era lo único que estaba en juego, puesto que la figura del actor comenzaba a mercantilizarse, al punto de que las productoras cinematográficas se valieran de la imagen y el nombre del mismo (Ver ref. 1). El Star System, comenzó a ser un medio para atraer a las masas a las salas de cine. No era el nombre del autor lo que importaba (Aunque Griffith gozó de este privilegio por mucho tiempo) sino el artista que se mostraba en pantalla.
(Ref.1) El Star System Para las grandes productoras, como la Paramount Pictures importaba más la figura del actor, como si su imagen -y de hecho si- le perteneciera a la productora. (El archivo pertenece a la Cartelera de cine de Caracas del 21 de abril de 1927, del periódico El Universal. Los libros fueron consultados en el Palacio de las Academia de Caracas.
Por supuesto para los años veinte la temática en el cine comenzaba a variar, y gracias a ello nacieron los llamados géneros cinematográficos. Ante todo, la comedia parecía ser lo más aclamado entre las masas y, horrorizados de la burla puesta en pantalla, los intelectuales de la Escuela de Frankfurt, -Horkheimer y Adorno- no escatimaron en escribir acerca de la Industria Cultural Norteamericana durante su estadía. El cine parecía ser el medio de distracción de las masas, el reflejo del gran “sueño americano” y un espejismo a mitad del desierto. Las productoras cinematográficas no tardaron en darse cuenta del fenómeno, y en hacer del cine una historia que cualquier individuo podría vislumbrar a la espera.
Sin embargo, y lejos de la Industria del entretenimiento, otros países veían en el cinematógrafo la posibilidad de mostrar y demostrar la realidad, de educar y, tal vez, de comunicar. Lejos de las historias burguesas, el wenstern y la divertida comedia de Chaplin, Keaton y Lloyd, el cine demostraba cada día lo que era y es capaz de hacer. Posiblemente ninguna otra arte, más que el cine, contaba con algo tan específico como el montaje. No sólo porque D.W Griffith innovó en lo que otros cineastas habían concebido. El montaje no era sólo la construcción de distintos planos en tiempo y ritmo, parecía que en él existía la posibilidad de armar y desarmar a disposición ¿Y qué pretendía el montaje? Los teóricos rusos tomaron ventaja e importantes cineastas como: Kuleschov, Pudovskin, Vertov y, por supuesto, Eisenstein, no dudaron en teorizar y experimentar con sus películas. Para los eruditos soviéticos, el montaje disponía de una herramienta de “choque”, ideal para educar al pueblo de la Rusia comunista. El famoso Montaje Intelectual de Eisenstein, carecía de transparencia y posiblemente los proletarios soviéticos de los años veinte, no eran lo bastante cultos para entender el discurso ideológico puesto en pantalla. Así, mientras la Unión Soviética le mostraba a las masas un film totalmente ideologizado, los Estados Unidos gozaba de su maravillosa “Edad de Oro” y las superproducciones no serían las últimas en demostrarlo. Pero ¿de qué otra cosa era capaz el cine en el resto del mundo? Países como España, Argentina, Brasil, Suecia, Dinamarca e, incluso, Alemania contaban con una vasta Industria cinematográfica. Parecía difícil de creer que la República de Weimar, durante el periodo de entreguerras y en plena depresión, lograra costear importantes filmes para la historia del cine –y, en general, la historia de Occidente -. Robert Wiene, F.W Marnau y Fritz Lang burlaron por completo el sentimiento colectivo de la sociedad alemana, totalmente huérfana, devastada y cuya integridad parecía estar en manos de un dictador.
Metrópolis (1927) La gran ruina de una ciudad futurista. Filme del cual se inspirarían otras grandes obras como Blade Runner
Para el año 1927 Eisenstein ya había estrenado “El Acorazado Potemkin”, el pueblo alemán comenzaba a buscar a su “Dr. Caligari”, mientras Lang exhibía ese mismo año el horror de una ciudad tomada por la tecnología –Metrópolis-. Warner Brothers produce la primera película sonora “El Cantante de Jazz” y, además, se cumplían 10 años de la Revolución Rusa, hecho que sería celebrado con una película realizada por el propio Eisenstein, sobre los acontecimientos de Octubre. En Venezuela, dos años atrás se había fundado la primera sala de cine (Ayacucho) y en 1924 se estrenaba una de las primeras películas de ficción (después de “La Dama de las Cayenas” y “Don Leandro, el inefable”) “La Trepadora”, una adaptación de la novela de Rómulo Gallegos y dirigida por Edgar Anzola, quien ese mismo año junto a Jacobo Capriles fundarían la productora “Triunfo Films”. Por supuesto, Venezuela no estaba atrás del fenómeno. El gobierno dictatorial de Juan Vicente Gomez, aprovechó el aumento de la propaganda política para inaugurar el Laboratorio Cinematográfico y Fotográfico de la Nación (LNC). Ciertamente, pocos eran los realizadores venezolanos de la década del veinte; los llamados Cineastas Integrales, -como denomina Ambreta Marruso en su tesis- encabezado por Enrique Zimmermann, Edgar Anzola y Jacobo Capriles, quienes se disponían de ejercer diversas labores. Venezuela, no contaba hasta la fecha con grandes superproducciones de ficción, ante todo se trataba de cortometrajes documentales o de acontecimientos políticos. No obstante, en el periódico El Universal del 21 de abril de 1927, encontramos un artículo escrito por Armando Lovera, cuyo título “La Epopeya de América en el cine” (Ver ref. 2) Habla sobre la posibilidad de filmar una película (cinematografía en aquella época) sobre los acontecimientos de la lucha por la Independencia. En el artículo no se menciona quien es el posible realizador o guionista de la denominada epopeya, tan sólo se disponen a cuestionar acerca del trabajo actoral que deberían ejercer los posibles interpretes de los héroes de la Independencia. Claro está, nos es difícil leer un artículo donde el problema principal sea la “sobre gesticular” actuación de los actores. Sin embargo y como manifiesta Le Goff, se trata de las mentalidades de una época y nos encontramos en un periódico del año 1927.
(Ref. 2) Artículo publicado en el diario El Universal del 21 de abril de 1927. Los libros fueron consultados en el Palacio de las Academia de Caracas.
Nos sorprende ver la cartelera de cine durante el año 1927 y ver que tan sólo existían tres salas de proyección –Rivoli, Rialto, Ayacucho y el Gran Circo Metropolitano quien se había encargado de exhibir las películas- y, sin embargo, la cantidad de películas que se estrenaban semanalmente excede a la cantidad de películas que se hallan hoy en día en cartelera y con una mayor cantidad de salas de cine en todo el país. Por supuesto, los precios variaban para la década del veinte, no sólo se consideraba la película, el tipo de función (si era estreno o no) y el lugar de asiento. Claro está, las películas tardaban mucho más en llegar que ahora, aunque estamos hablando de épocas y situaciones diferentes. Para la primera mitad del siglo XX, las salas de cine en Venezuela exhibían películas que habían sido estrenadas con anterioridad, pero a un bajo costo y, según nuestra investigación, las películas nuevas habían sido estrenadas al menos dos o tres años antes. Así, notamos una gran cantidad de filmes norteamericanos -sobre todo de comedia- y de empresas como la Paramount Pictures o la Metro-Goldwyn-Mayer y, al parecer las películas europeas no era lo que más consumían –a pesar de que encontramos dos producciones españolas y una alemana- sin duda la delantera de la Industria del entretenimiento la llevaba Estados Unidos y países como Venezuela no escatimaba en consumir este tipo de películas.
Cartelera de cine de Caracas del 21 de Abril de 1927. Diario El Universal. Los libros fueron consultados en el Palacio de las Academia de Caracas.
Actualmente, la deuda que debe Venezuela a productoras Mayors, ha provocado que empresas como la Paramount o 20th Century Fox dejen de traer películas al país. Asimismo, otras productoras que fueron importantes en los años veinte como la MGM, cayeron en bancarrota hace algunos años. No obstante, Podemos decir que aún disponemos de festivales de películas internacionales, sobre todo independiente, y que suelen exhibirse en las embajadas o en el Trasnocho Cultural. Sin duda, la Venezuela y el mundo del año 1927 son incomparables, sin embargo, y a pesar de la crisis económica, hemos podido realizar importantes producciones de ficción en los últimos años, tales como “El Amparo” de Rober Calzadilla o “La Familia” de Gustavo Rondón. Obras que han sido veneradas dentro y fuera del país, cuya temática nos habla del reflejo de una sociedad y de una historia, con actores que lograron interpretar a sus personajes sin el miedo de cómo se vería en pantalla.
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¡Qué trabajo de investigación tan interesante! Me encanta además cuando se mezclan los elementos de nuestra historia con el resto de la historia del mundo, pues siempre vemos lo acontecido en Venezuela como fuera de contextos universales.
¡Felicitaciones!
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