La pichón de ginecólogo.

in cervantes •  6 years ago 

¡Hola queridos! Por primera vez desde que comencé a publicar en mi blog estuve algo ausente, mis ocupaciones no me dejaban tiempo para mucho y termine empleando mis pocos ratos libres en otras cosas – durmiendo –. Pero ahora que el semestre ha terminado y he vuelto con mucho más, aquí les va el cuento:

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Antes de empezar, quiero confesarles que siempre he sido una especie de Grinch de la maternidad. Siempre digo que no soy capaz de llevar a cabo ni la crianza de un perrito, me incomodan los Baby Showers y nunca jugué con ninguno de esos muñecos bebés. Y aunque pediatría me ayudó a mejorar con los niños y sembró algo de instinto, este es un aspecto que no había cambiado así que ya sabrán con que cara comencé esta nueva experiencia.

Mi nueva aventura comienza en la consulta matutina de ginecología, ahí no tuve mucha acción, a penas y medie palabras con las pacientes. Para ser sincera no estaba muy ubicada en cuanto a la forma de trabajo, además noté que había olvidado hasta lo básico en cuanto a la anatomía, y como comprenderán, he aprendido a no meter la mano donde no estoy segura. A pesar de todo comencé a curiosear en el mundo de los anticonceptivos y vi las primeras caras largas frente a inesperados diagnósticos de neoplasias.

Seguidamente y sin aviso, caí en la consulta de Alto Riesgo Obstétrico (A.R.O.) y en la primera semana me llovían ordenes del tipo “Explícale a la señora por qué no debe hacer eso”, “Explícale a la señora que le va a pasar” y el “Entonces, ¿qué le vas a indicar a la señora para ese flujo?” Obviamente me faltaba muchísimo por leer, además de que no recordaba que cierto tipo de flujo es completamente normal en las embarazadas y que todo era culpa de las famosas Modificaciones gravídicas, fui carne de cañón mientras iba avanzando y mis residentes adoraban mi cara de desubicada durante la primera semana.

Una de ellas fue mi querida Martha, pueden leer aquí su historia.

Pero el revoltijo de emociones estaba por empezar, como he dicho en historias anteriores, el hospital donde trabajo es – aunque pequeño en comparación con otros – el más grande de la localidad, así que como estarán imaginando me topé con mujeres de todas clases, formas y colores, cada una con una gama de situaciones e historias diferentes.

Entre tanto, había pasado ya el primer mes, llevaba más de cuatro guardias evitando la tan afamada atención del parto, hasta que un día, la necesidad – que es la madre de todas las maestras – me obligó a tomar el valor para hacerlo. Mis residentes estaban atendiendo una emergencia en quirófano y yo era la única cerca de aquella primigesta de 16 años que ya estaba coronando, no tuve más opción que confiar en lo que había aprendido, y bueno... Rezar.

Básicamente, ese es el verdadero punto de la pasantía, saber identificar cuando y como actuar frente a un posible trabajo de parto, pero yo había sido muy fiel a mi política de “no meter la mano si no me siento segura”. Personalmente no tomo a la ligera ningún procedimiento, menos uno como este: los padres pasan nueve meses visitando un sin número de especialistas para vigilar que su crío venga en las mejores condiciones y resulta que lo termina trayendo al mundo una veinteañera a la que todavía le incomoda un poco la idea de cargar niños recién nacidos.

WhatsApp Image 2018-09-01 at 6.35.25 PM.jpeg Atendí en total 28 en lo que siguió de la pasantía. Adivinaron, me encantó la experiencia.

Por suerte todo salió excelente y para cuando mis residentes salieron ya había terminado incluso de hacer la episiorrafia. Me felicitaron por el buen trabajo y en efecto me gritaron por tener la osadía de hacer el procedimiento sola.

Pero desafortunadamente – o no – ese tipo de eventos siguieron sucediendo, como en casi todos en el país, mi hospital está corto de médicos residentes y especialistas así que no faltaron las noches en las que tenía que resolver sola los eventos del triage mientras mis superiores se encargaban de las emergencias más grandes.

Todo esto me dio también la oportunidad de seguir mejorando la técnica pero más importante aún mejoró mucho mi forma de entablar la “relación médico-paciente”, que aunque no exista una materia que te especialice en ella o que por lo menos la explique bien, es la piedra angular de la medicina. Para ir un poco más allá, creo que mejoré incluso ese feed-back de mujer a mujer, ese extraño tipo de complicidad y empatía especial que tenemos a veces entre nosotras y que realmente no sabía que había descuidado.

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Cortesía de una compañera: @leogar y yo en una de las pocas madrugadas en las que pudimos descansar.

Los días seguían corriendo, por mi parte seguía aprendiendo todo lo que podía de la mano de profesionales que le han dado su vida a la carrera y han puesto todo de ellos para seguir formando nuevas generaciones de una manera un poco irreverente, como en esa primera revista médica en la que se me ordenó hacer un informe sobre la vida y obra del británico ”Maccacous Rhesus” junto con un resumen detallado de sus trabajos acerca del factor Rh. Supongo que pondrán la misma cara que yo al notar que Maccacous es en efecto un mono…

Pero volviendo al punto principal, mis docentes se encargaron de hacerme ver de la mejor manera los nobles cambios que se dan en el organismo femenino cuando de crear vida se trata, pero que tristemente, no todos los cuerpos están preparados para esos cambios. Usando siempre como referencia al mejor libro que puede tener cualquier médico: la paciente.

Solo puede hablar de amor a primera vista quien ha sido testigo de la conexión instantánea que nace en un padre que por primera vez se cruza con esta carita.

De la misma forma, la maternidad y yo habíamos hecho las paces, para cuando me di cuenta estaba sentada mirando con ternura los movimientos de la panza de una mujer que había ido a consulta y vistiendo bebés para llevarlos personalmente a conocer a sus familiares luego del parto. Comencé incluso a imaginarme como debía ser esa sensación maravillosa que debe tener una mujer que sabe que dentro de ella está creciendo lo que en muchos casos es el resultado del amor que ha tenido con alguien, de sus ganas de formar una familia juntos, y de la esperanza que debe sentir al percibir el movimiento de ese pequeño pedacito de vida que crece dentro.

... Y a cargar bebés.

Me sorprendió muchísimo descubrir que de hecho aún existen personas en este país que se preparan y planifican todo para ser padres, y me conmovió por igual conocer a otros quienes aceptan el reto de la mejor manera que pueden aun sin estar preparados... Eso, el secreto es la preparación. Coincidí con niñas de 13 años que no sabían cómo empezar a prepararse para ser madres y mujeres de menos de cincuenta que necesitaban aliento y preparación para enfrentarse a uno de los más grandes males.

Con esto aprendí que la naturaleza es tan maravillosa como inclemente y que así como le regala a muchas mujeres la dicha de crear vida en su perfecta anatomía, no tolera errores en su valiosa creación, y aquella increíble fábrica de seres humanos que llevamos dentro puede también darnos la pelea y poblarse de células malignas.

Cada rama de la medicina me enseña aspectos diferentes del ser humano y cambia mi forma de ver las cosas completamente, esta vez le toco el turno a la feminidad. Esta pasantía me recordó que soy en efecto muy afortunada, que se me concedió el honor de ser mujer, pero la vida me ha dado el tiempo y la oportunidad de prepararme para todo lo que he querido y que en agradecimiento no me queda más que dar mi apoyo a aquellas que no han tenido la misma suerte que yo. Porque mi trabajo se tratará más de estar para apoyar a quienes no están preparados, que de indicar medicamentos en sí.

Que el primer paso para entender y ayudar a cualquier persona es comprender que generalizar es un error grave, que cada ser humano tiene una infinita gama de posibilidades distintas y que no es sino hasta el momento en que logras individualizarlo que lo has apreciado lo suficiente como para poder mejorar su situación realmente.

Cuatro meses como pichón de ginecólogo me enseñaron a apreciar el milagro de la vida y la grandeza de ser mujer, que el universo es sabio y poco a poco da a cada quien – entre otras cosas – la lección que necesita.


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Esto fue todo por ahora, ¡Muchas gracias a todos ustedes por leer! No duden en comentarme que tal les pareció mi experiencia.


Todas son fotos personales del autor, tomadas con mi teléfono "Inteligente."

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Nuevamente bienvenida! Resultó entretenido tu artículo, con detalles interesantes de medicina.

Sólo para aportar claridad a los lectores sobre ciertos téminos clínicos como ser "diagnósticos de neoplasias" significa diagnóstico de cáncer.

Éxito en tu nueva etapa de vida.

Muchas gracias por pasar Carlos, saludos!!

Apenas comprendí:
¿es la misma persona la que aparece en la primera y la última foto?

y estás echando un cuento de tu experiencia como ginecólogo
pero también de tu primer embarazo,

Creo que te sale volver a leerlo para responder esas dudas jajajaja, saludos.

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Wohooo!

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Yo salgo en este post<3 simplemente me encantó