El forastero Salvaje (I Capítulo)

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Llegó a la cantina, todos se le quedaron viendo, aquel hombre alto, esbelto, blanco impecable, su cabello negro, sus ojos misteriosos, su nariz perfilada con una sonrisa retorcida y a la vez excitante, era todo un monumento; hubo un silencio que perduró apenas unos minutos pero pareció muy largo, se sentó sólo en el mostrador principal pidió al cantinero que lo sorprendiera y este le sirvió un tequila, lo tomaba como quien saborea algo desconocido, apenas pronunció palabras, el cantinero ya acostumbrado al dialogo continuo con sus clientes, conversaba casi sin parar sin importar si le respondían o no, de vez en cuando el extraño visitante le miraba y movía su cabeza como signo de aprobación; le preguntó dónde podía alojarse y le informó que cerca del salón de Titi quedaba un hotel, señalando el lugar, que dijera que iba de parte de su gran amigo Güicho; canceló su cuenta, su billetera estaba repleta de mucho dinero pero prefirió sacar una moneda de oro y darla como pago

– Toma amigo, gracias has sido muy amable.

el rostro del cantinero se transformó, una sonrisa insoportable se colgó en su cara

– Siempre a la orden, mi amigo, mi hermano.

Consiguió hospedaje de inmediato en la mejor de las habitaciones, la noticia de la moneda de oro se había extendido muy rápidamente, llegó la noche y no se le había visto salir del hotel en el cual estaba quedándose, en el salón de Titi se escuchaba música y voces alegres, tal vez eso lo hizo llegar allí, todas las mujeres voltearon a verlo, las más descaradas decían “palabras” sin pudor, otras silbaron y las más tímidas se sonrojaron, era un magnetismo que producía y un aro de misterio, sobre todo en las féminas; y se veía que él lo sabía y disfrutaba plenamente de su encanto, con la mirada parecía escoger a su acompañante nocturna, se acercó a Mirelys está mostró una sonrisa plena de emoción, era una mujer muy agraciada, de hermoso rostro, bailaron, tomaron y a pesar de que otras intentaron entrar en contacto con el extraño, no lo lograron, eso se convirtió en una pareja y el resto no existía, en ese lugar acostumbraban a complacer a los hombres de dinero y Mirelys era un producto a la oferta en ese lugar y como tal esa noche hizo su trabajo.

En la mañana siguiente, el comisario de ese lugar “Machender”, vino de inmediato al pueblo después de haber ido a corroborar la noticia de la muerte inexplicable de unas reses, aproximadamente 10, totalmente destrozadas, sin sangre y sin vísceras, decidieron armar una comisión para vigilar e inspeccionar la zona,

- Jefe tendrá algo que ver con el nuevo – dice Jorge
- Tú estás loco hombre, esto lo hizo una bestia salvaje.

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Mientras tanto, al forastero lo despierta el golpear incesante de su puerta, cuando abre, Mirelys con un plato lleno de frutas en una mano y en la otra una botella de licor,

- Ernesto, llegó tu postre, con una mirada picara y sonriendo. - dice Mirelys
- Lo siento, no te conozco, cerrando la puerta con carácter. - dice Ernesto

Salió llorando al salón, dejando caer las frutas por el camino, la dueña del salón le llamó la atención a la muchacha,

- Estás confundida sólo fue trabajo y nada más, si él no vuelve te despido, pones en riesgo la asistencia de tan buen cliente, retírate no quiero verte hoy aquí. – dice Maida.

Así pasaron muchos días, el extraño acostumbraba a ir al mismo sitio y con la misma rutina, aunque las mujeres ya sabían de su “amnesia” al otro día, no les importaba, sólo querían ser presas de aquel hombre. En el salón Ernesto escuchó hablar muchas veces de Lucía, la hija única de Maida, la cual se crio en lujos y comodidades, cuando esta cumplió cinco años de edad, la envió a estudiar a una casa de prestigio donde las señoritas eran educadas y refinadas, enseñándoles además el arte de bordar, cocinar y orar; la conciencia de Maida antes de dormir se tranquilizaba al sentir que era una “buena madre”.

- Una carta, una carta de Lucía, dice Delfina- y se la entrega a Maida.

De pronto esa tranquilidad que la caracterizaba se desvaneció, pensar que su hija vendría después de tanto tiempo, en la carta explicaba que ya no tenía nada que hacer en la capital y algo muy importante debía decirle en persona, la preocupación de Maida era doble, por un lado, su manera de ganarse el sustento diario, por otro, el forastero, su poder con las mujeres no tenía precedente.

En torno al misterio de la muerte salvaje de tantos animales, el comisario y sus subalternos no encontraban explicaciones reales, se hablaba del monstruo fantasma, porque en muchas oportunidades la comisión vio una sombra entre los animales que se perdía con tanta rapidez en la oscuridad, más bien tenían miedo ir a sus inspecciones nocturnas y cada vez quedaban menos, Ernesto se ofreció y los acompañó… de vez en cuando.

Esta historia la escribí con la intención de enviar un mensaje: no siempre lo bello viene de mano con lo bueno, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por las apariencias y no debe ser así. La historia posee mucho misterio, pasión e hipocresías y se verán revelados en cada capítulo. Espero les agrade tanto como a mí.

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