EUROPEOS, AFRICANOS Y ABORÍGENES EN UN MISMO SER: LO MULTICULTURAL Y ETNODIVERSO COMO CATEGORÍAS EN LOS NUEVOS DISCURSOS CULTURALES DE PODER

in cervantes •  7 years ago 

Venezuela se ubica en un espacio geográfico muy peculiar, de cara al Mar Caribe pero anclada en el continente; esta ubicación la ha convertido en una suerte de territorio ideal ante los ojos del hombre caribeño puesto que es un país con una representación simbólica dual que le permite dialogar no sólo con Latinoamérica sino también con el Caribe. Tanto para el caribeño como para quienes emigraron de todas partes del mundo -especialmente en las décadas de los 60´s, 70´s, 80´s y 90´s- Venezuela era una especie de pequeña potencia que se idealizaba como un lugar de destino; efectivamente, Venezuela representaba la esperanza de una mejor vida para el ciudadano de cualquier parte del mundo.
Cabe preguntarse: ¿De dónde surgía esa visión? ¿Por qué Venezuela era idealizada como un destino ideal –como una especie de refugio- en el imaginario no sólo latinocaribeño sino también europeo? El continente americano posee múltiples visiones geográficas, culturales y sociales que se conforman en la mente del hombre de estas latitudes y todas se dirigen a apreciar a Venezuela como un espacio geográfico complejo que se une y se separa a la vez de las naciones del territorio americano (con especial atención a América Latina) y de aquellas constituyentes del bloque caribeño.
Esta construcción mental bien puede responder al ideario económico que ha forjado, desde las esferas del poder, una imagen prefigurada de nuestra nación como una potencia petrolera y con aires de supremacía comercial; esta imagen se sostuvo hasta hace una década atrás aproximadamente. Pero, también puede estar motivada por la realidad etnocultural de nuestra nación: Venezuela es un territorio diverso, muy distinto al resto de los países del continente por su nivel de mestizaje, no sólo étnico sino también cultural; en estas tierras confluyeron tres etnias (la europea ya mestiza, la africana también mestiza y la aborigen) y de allí la fusión de cosmogonías, creencias y valores que conforman nuestra multiculturalidad. Esta peculiaridad etnocultural igualmente responde desde sus inicios a procesos históricos y culturales que se rigen por configuraciones de poder económico y político. De manera que, el surgimiento de esta nación ha estado siempre marcado por procesos hegemónicos alrededor de los cuales se elevan las categorías “economía y política”.
Entonces, se observa que lo etnocultural ha sido dejado de lado en beneficio de discursos que nos definen desde aspectos económicos y políticos empleados como ejes integradores, sin atender a nuestras particularidades como naciones en nuestra individualidad cultural. No es más sensato preguntarse: ¿Puede hablarse de una única cosmovisión “latinocaribeña” compuesta de elementos multiétnicos y multiculturales como efectos de una historia común?, ¿O se trata de dos visiones para todo el continente: la cultura latinoamericana y la cultura caribeña, que conviven en un espacio geográfico demarcado por la colonización de las tres más grandes potencias expansivas del Siglo XV: España, Francia e Inglaterra? ¿Y en el caso particular de Venezuela, podríamos estar hablando de una nación latinocaribeña abierta que sirve de paso estratégico y de entrada al resto del continente? ¿Es Venezuela una puerta que interconecta los dos continentes, no exclusivamente desde lo económico y político sino también desde lo etnocultural?
De acuerdo con las inquietudes anteriores, también es menester cuestionarse: ¿Qué es lo que cohesiona a América Latina y el Caribe, los vuelve unidad y los separa de América del Norte?, ¿Es acaso la territorialidad; es decir, la disposición y ubicación geográfica o los aspectos geopolíticos como indican los conocedores?, ¿Es la “historia común” y la herencia colonial europea que surgió del “encuentro” de Europa con este lado del globo terráqueo aquello que antropológica y socialmente unificó a todos los pueblos de América y el Caribe?
Si las preguntas previas se responden desde discursos de poder que impliquen una historia común referida a la Conquista y la Colonia, habría que discurrir sobre otra interrogante: ¿Qué pasa con el territorio de América del Norte; por qué no es incluido dentro de este espacio habiendo sido partícipe del mismo proceso de colonización y habiendo compartido el mismo sistema económico del momento de la Conquista: la plantación sostenida por la mano de obra negra esclavizada, que se extendió dos o tres siglos posteriores a la llegada de los colonos?, ¿Y Brazil, qué espacio ocupa en esta realidad, teniendo en cuenta que bajo el nombre “Latinoamérica y Caribe” no puede incluirse semánticamente dentro de este conjunto por la diferencia lingüística, aunque comparte un mismo territorio justo al lado, al Sur de Venezuela?
La autora de estas líneas se pregunta si las respuestas a todas esas preguntas pueden alejarse de factores hegemónicos impuestos desde los discursos de poder que han llevado a construir esos espacios sociales desde los tiempos de la Conquista hasta nuestros días de la manera como ya están preconfigurados en nuestra memoria; por ello, quien escribe se cuestiona si esa misma visión ha permanecido en el tiempo y elucubra sobre la representación que en la actualidad se hacen de nuestro territorio los vecinos del continente latinoamericano y los caribeños y, especialmente, los europeos. Estas cavilaciones cobran fuerza recientemente, al reflexionar sobre los criterios empleados para determinar la configuración del espacio latinoamericano y caribeño pues oficialmente no hay criterios establecidos en ningún documento administrativo o legal sino que partimos del imaginario sociocultural para hablar de lo que somos y de los aspectos que nos mantienen en comunión.
Luego, se aprecia que toda configuración de unicidad parte de criterios hegemónicos que todos damos por sentado, como si se tratase de un “contrato colectivo” al cual todos nos sumamos teniendo como eje la voz de quienes colonizaron y conquistaron estas naciones; luego -ya en los tiempos de las Independencias- ese contrato fue reafirmado también por los pobladores de este continente, pese a las libertades asumidas, desde voces del poder que erigieron las repúblicas sin aviso ni protesto.
Las visiones actuales de América y sus naciones pueden ser comprendidas como formas emergentes de representar el mundo; son formas otras que pueden elevar nuevas construcciones simbólicas de nuestro continente y nuestras naciones desde la voz de sus moradores, más allá de las voces del aparato de poder europeo que hemos heredado. La lengua es por ejemplo una forma de organizar e imaginar las sociedades del continente americano; cuando quien escribe se refiere al Caribe, por ejemplo, parte de que culturalmente esa región está compuesta por tres escenarios claramente divididos por el uso de la lengua: el Caribe Anglófono, el Caribe Francófono y el Caribe Hispanófono. De modo que, podría tenerse un panorama más sincero del continente como representación sin que se excluyan espacios geográficos como el Caribe anglo o franco parlante y Brasil por criterios de diferencia lingüística. Estos escenarios permanecen muchas veces solapados en beneficio de la continentalidad latinoamericana (de lengua española) y pone en entredicho el acercamiento y el estudio de la cultura del hombre caribeño o brasileño.
La anterior reflexión lleva a repensar la “multiculturalidad latinocaribeña” como una experiencia académica y un espacio de investigación que inicia en las experiencias de vida que nos unen; ello implica una diversidad dentro de una “cosmogonía cohesiva”, asunto que mueve al hombre de estos territorios a sentirse copartícipe de una misma realidad algunas veces idéntica y, otras, muy disímil desde la superación de las barreras de la lengua. Efectivamente, ese tipo de reconocimiento permite a un ciudadano caminar por las calles de Bogotá, de la misma manera como lo hace por aquellas de Caracas, Lima, Ciudad de México, Quito o La Habana; pero también lo lleva, tal vez de manera algo diferente, a caminar por aquellas calles de Santiago de Chile para, más adelante, seguir caminando, especialmente de manera más ajena por el suelo de Buenos Aires y definitivamente de forma aún más foránea cuando pisa el suelo de Puerto Príncipe o Puerto España, según señalan los viajeros venezolanos. En consecuencia, es imperioso reflexionar sobre la diversidad en la cual conviven armoniosamente nuestras sociedades sin imponerse una sobre la otra y los escenarios que instituyen la noción Latinoamérica-Caribe; es menester pensar más allá de la unidad política y económica que mantiene enlazadas -en la actualidad- a nuestras naciones pese a que son cultural, religiosa, o lingüísticamente diferentes.
Estas inquietudes encuentran hoy día un diálogo de saberes compartidos en autores recientes con posturas cuestionadoras como la sostenida por Ríos (2002: 248):
Ese constructo que hoy llamamos América Latina siempre ha estado marcado, desde sus inicios —e incluso antes—, por un deseo de construcción de lo “real”. América fue creada en el vacío de un mapa; mapa que sigue llenándose, desde adentro y desde afuera, con palabras que tratan de nombrar eso que no se logra atrapar.

La autora sostiene la anterior aseveración sobre el principio de oposición crítica y reflexiva ante la visión Postcolonial de los Estudios Culturales y Postcoloniales que recoge a filósofos, críticos y políticos caribeños, quienes componen la comunidad científica y la crítica epistemológica y ontológica del Caribe, de herencia francófono y anglófona; la autora no se opone a la visión caribeña por el hecho de ejercer oposición sino que indaga y analiza la realidad filosófica de nuestro continente y las posturas asumidas por los escritores y filósofos de América Latina.
En atención a la postura de la investigadora, América Latina y el Caribe no comparten una misma visión ontoepistemológica ni filosófica de la realidad geopolítica, social y cultural y, por ello, vuelve a una vieja diatriba que emergió en la década de los ′60 y ′70 entre las visiones de Rodó quien consideraba a Estados Unidos como Calibán (el monstruo de La Tempestad, obra de teatro escrita en 1616 por el dramaturgo inglés William Shakespeare) y a América Latina como Ariel (el espíritu aéreo de la misma pieza teatral quien personificaba el arte y el saber europeo renacentista y era la representación simbólica de Próspero, el colono esclavista llegado por efectos de la magia a la Isla de Calibán). Ríos revive la diatriba Calibán-Ariel al rememorar la postura filosófica de Roberto Fernández Retamar quien durante más de 20 años representó en Calibán a América Latina, en contraposición a la representación rodiana de Ariel como constructo simbólico de la latinicidad.
Ríos (op. Cit.) evidencia una pluralidad de ideas que diferencian las posturas sobre la visión de nuestro continente que hacen replantearse la realidad Latinoamericana como disímil de la caribeña, asunto que se lee entrelíneas en aseveraciones de la referida autora en las cuales se devela una distancia crítica en la configuración del pensamiento latinoamericano:
Me interesa mostrar cómo la larga e importante tradición del ensayo de ideas en América Latina está atravesada, a todo lo largo de su historia, por ciertos ejes temáticos y posiciones enunciativas que marcan todavía hoy muchas de las preocupaciones de su pensamiento crítico: la cuestión nacional y continental, lo rural y la ciudad, la tradición versus la modernidad (o esta última versus la posmodernidad), la memoria y la identidad, los sujetos y sus ciudadanías y, principalmente, el papel de los intelectuales y las instituciones en sus formaciones discursivas y en las prácticas sociales, culturales y políticas. (p. 248)

Al retomar los párrafos iniciales de este escrito, su autora encuentra que la multiculturalidad en Latinoamérica y el Caribe no debe ser exclusivamente vista desde planos referidos a la etnicidad, a las costumbres, a las tradiciones o a los valores, incluso es cuestionable las limitantes espaciales y geográficas así como tampoco desde visiones económico-políticas para la configuración de la cultura latinoamericana y caribeña. El ser humano por naturaleza es múltiple y diverso y por ello el refrán popular venezolano reza “Cada cabeza es un mundo”; de forma que, quien suscribe asume que es imperioso establecer criterios multiculturales para la definición de la cultura en lo que ha sido denominado Latinoamérica y el Caribe. Referirnos a este continente como si se tratase de una unidad es arriesgado y cuestionable si antes no se eleva una reflexión profunda sobre los aspectos filosóficos que nos hermanan o nos distancian, pese a que compartimos un mismo territorio.
Latinoamérica y Caribe son metafóricamente una amalgama de visiones diversas y múltiples que resultan propias y ajenas, luego ajenas que posteriormente se volvieron propias y, finalmente, propias que luego se distanciaron hasta volverse ajenas a más de 500 años del “contacto” entre el continente americano y el continente europeo. Esas visiones son tan variadas como la pluralidad de seres que cada quien se encuentra a cada paso y a diario, aquí en nuestro suelo patrio como en aquel que podamos pisar más allá de él; así, el estudioso de hoy en día encontrará en el concepto de multiculturalidad un terreno tan movedizo y un espacio tan abstracto y difícil de asir que invita a pensar en las dificultades a enfrentar para lograr poner en palabras, sino precisas al menos claras, nuestra latinicidad o nuestra condición de caribeños. Por lo tanto, es necesario cavilar y reconsiderar la noción “Latinoamericano-caribeño” en aras de desdibujar la imposibilidad de definirnos y lograr un punto medianamente “concreto” de encuentro para nuestra identidad multicultural, lejos de los discursos de poder que desde tiempos inmemoriales nos han definido.

Referencias

Fernández Retamar, Roberto (1972). Todo Calibán. La Habana: Casa de las Américas.

Ríos, Alicia (2002) “Los Estudios Culturales y el estudio de la cultura en América
Latina”. En: Daniel Mato (coord.): Estudios y Otras Prácticas Intelectuales
Latinoamericanas en Cultura y Poder. Caracas: Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de
Venezuela. pp: 247-254. Disponible:
http://www.globalcult.org.ve/pdf/Rios.pdf
Consulta: Octubre 23, 2015.

Rodó, José Enrique (s/f). Ariel. Disponible.  
         http://www.iphi.org.br/sites/filosofia_brasil/jose_enrique_rodo_-_ariel.pdf      
         Consulta: Octubre 23, 2015.
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