A 16 años del estreno de “Ciudad de Dios”

in cine •  7 years ago  (edited)

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Violentamente verídica, luminosamente violenta.

Estamos en el año 16 DCD. O lo que es lo mismo, el año 16 “Después de Ciudad de Dios”.

Sí, estimadísimo lectorcísimo, hace poco más de tres lustros que este ámbar entre algodones, esta perla de Ormuz, este diamante finamente cortado, en fin, en fin, esta jamás como se debe encomiada película, fue proyectada por la vez primera en las tinieblas de las salas de cine.

Si usted es de quienes tiene remilgos, escrúpulos o melindres en viendo cosas de homecillos, balazos, estocadas, sangre y pescozones, le recomiendo que vea usted esta película para curarse dellos del todo.

Esta película narra la historia de las refriegas entre malandrines, malhechores y traficantes de opioides y alcaloides en la populosa favela de “Ciudad de Dios”, ubicada en esa rara urbe de meteórica orografía llamada Río de Janeiro y cómo, en veces, un rayo de integridad puede surgir, y surge, como la proverbial flor en el asfalto, de entre miasmas semejantes.

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“Ciudad de Dios” gravita en torno a hechos verdaderos, registrados en un libro de un Paulo Colins y dirigida de dos directores: Kátia Lund y Fernando Meirelles, y fue laureada de muchos premios, entre ellos el Óscar al mejor director, mejor guión adaptado, mejor fotografía y mejor montaje.

Como todo mal tiene su germen y origen en alguna mala parte, el filme se remonta primero a los años sesenta, cuando “Ciudad de Dios” era una “solución habitacional” recién construida por el gobierno de Brasil para gentes de escasos recursos. En esa época estaban las casitas del tamaño de cajas de fósforos, recién hechas como por un molde y las calles aún sin pavimentar. Allí comienza la historia de ladroncicos que hacían sus correrías como si fuesen travesuras infantiles, o hazañas robinjudescas, bajo la mirada alcahueta de los habitantes y quizá de las madres; puesto que en esa época y en esos lugares muchas veces el padre ejerce una poderosa y definitoria ausencia en la vida de sus retoños.

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Es allí donde, en un atraco a un motel, la pulsión homicida de “Zé Pequeño” lo lleva a dar innecesaria muerte a unas gentes y, en un mal lance, matar al hermano de uno de sus compinches, comenzando así una larga historia de venganzas seguidas de alianzas, seguidas de revanchas, seguidas de treguas, seguidas de ajustes de cuentas y luego más coaliciones y más vendettas, y así hasta llegar a los años setenta y luego ochenta, donde nuevas generaciones de pandilleros luchan contra los fundadores por el control del territorio, tragado yá por el crecimiento desmedido de Río; todo bajo la licencia que concede la coima pagada a quienes deberían cuidar el orden, o sea The Police.

Llega un momento en que “Ciudad de Dios” es un territorio sin otra ley que la ley del revólver, sin otro reglamento que el del puñal y sin otra jurisprudencia que la del pescozón; donde no tienen acceso ninguno de los cuatro poderes tradicionales de las sociedades civiles. No entra allí ni la iglesia, ni el gobierno, ni las fuerzas armadas ni la prensa. Sólo la muerte, la pobreza, la ley del Talión y la supervivencia del más apto se erigen y campean.

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Durante el recuento de todas estas historias de matar y hacerse matar, se aprecian estampas veraces de adolescencia: el primer amor, el primer beso, la primera experiencia amatoria; historias de cobardes y valientes, de celos, de sueños imposibles, de quienes callan y de quienes hablan. De allí surge el personaje de “Buscapié”, un joven que sobrevive en esa vorágine y descubre en la fotografía el barrunto de que puede haber una mejor vida fuera de “Ciudad de Dios”, convirtiéndose en un ejemplo de superación en medio del caos y la ferocidad, conformando la parte luminosa del filme.

Ningún personaje es plano, todos tienen su nombre, su historia, sus motivos. Muchos personajes se quedan en nuestro recuerdo pasados los días de haber visto la película, y uno se llega a preguntar después de una semana “¿qué será de la vida de tal o cual personaje?”, algo que pocas veces, o nunca, suele suceder, aun con las mejores películas.

¡Corrred!, corrred en derechura de vuestro tibio hogar y ved esta joya del séptimo arte, y veréis que es cierto todo cuando della os he dicho.

Finis.


Todas las imágenes son propiedad de Miramax Films.

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Buena crítica. Buena película. Hace muchos años que no la veo, quizás sea momento de volver a verla para recordar.

Esta película es excelente en muchos aspecto. Tiene un guión extraordinario el cual genera enganche desde que comienza la película. Los actores se desenvuelven en su papel de una manera real que hasta parece que estamos viendo todo lo que ocurre como si fuese en vivo. Las elipsis en cada escena están muy bien logradas, saltando de historia a historia generandonos mucha intriga. Los colores, la fotografía, el arte, la música y los efectos de sonidos, hacen que esta película muestre de manera artística la realidad de un país y una sociedad en una época que está llena de muchos hechos históricos. ¡Recomiendo esta película!

Interesante Post. Gracias por compartir!

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