Hola a todos! Primera participación con este tipo de relatos, en el concurso creado por @purapapita y @vicokiwi de relatos eróticos.
El código de Vera
Solucionamos el problema.
Vera se inclinaba sobre mi escritorio para ver mejor el monitor. Su excitación era mayor que la mía, por algo era mi jefa y responsable de la cuenta del cliente a quien hace minutos habíamos salvado el culo. Apuntaba nerviosa con el dedo a varias líneas de código que yo acababa de arreglar. Estiró la mano para agarrar el ratón y buscar otro de los errores resueltos, más abajo. Se acercó mucho. Sus senos se precipitaban fuera de su blusa y me rozaban el brazo izquierdo en sus idas y venidas con el puntero. Yo intentaba no mirarlos.
La piel me picaba por dentro y dudaba de que tuviese nada que ver con el trabajo. El pecho se me hinchó y mi camiseta me tiraba ahora por todas partes, como si hubiese recuperado una sensibilidad dormida. Me retiré un tanto, con el brazo envuelto en una extraña piel de gallina. Ella pareció darse cuenta, pero lejos de cubrirse, se apartó dos mechones de la cara y me sonrió de medio lado, entrecerrando los ojos. Me dio la impresión de que se sentía cómoda.
—Me voy a casa —dijo alguien al final del pasillo —. Ya no queda nadie más.
—Buenas noches —se adelantó Vera, sin dejar de mirarme.
Las luces se apagaron y nos quedamos allí un rato, sin decir nada.
Parecía que el flexo de mi mesa, lo único que iluminaba la oficina en esos momentos, estaba hecho del mismo material que el sol. El cuerpo me quemaba. La sangre vibraba dentro de mí al son del latido de mi corazón, acelerado como en una maratón a cuarenta grados. Aparté los ojos y los clavé en la pantalla donde todo se mostraba borroso y sin sentido.
Ella pareció acercarse aún más. Me quedé inmóvil, siguiendo su cuerpo con el rabillo del ojo.
De alguna forma me encontraba a su merced, y por la risa que surgió de su boca, debió notarlo. Algo en mí me hizo girar la cabeza. La llamada de lo prohibido, supongo.
Estaba a escasos centímetros de su boca y no podía dejar de mirarla. El resto de la cara pasó a un segundo plano. A esa distancia sus labios parecían más carnosos, de un rojo natural que resaltaba sus curvas y recovecos. Me dijo algo que no entendí pero sonaba a canción de fakir, una de esas melodías monocordes del lejano oriente tocadas con una flauta en una plaza abarrotada. Yo seguía aquellas comisuras que bailaban sinuosas como la serpiente saliendo de la cesta de mimbre. La plaza se vació de golpe y solo quedamos ella y yo, en medio de un silencio que dolía.
La besé. Lo hice de forma impulsiva, con fuerza, notando como nuestros labios se aplastaban y su saliva se juntaba con la mía. Ella se apartó, abriendo mucho los ojos. Mi corazón se paró. Mi cabeza barajaba todas las justificaciones posibles, pero una parte, pequeña y obstinada, aún confiaba en las señales. Como ese animal salvaje que vive de instinto y es por lo único que rige su vida.
Vera se sacó el mentos de la boca y lo dejó balanceándose sobre el teclado, brillando bajo la luz artificial. Se ató el pelo en una coleta y me empujó contra la silla con un gesto y una sonrisa que me recorrió la espalda hasta acariciarme la nuca. Se abalanzó sobre mí y me comió la boca con fuerza. Hasta noté algún mordisco. No sé si fue el alivio o la excitación, pero todo mi cuerpo cobró vida de repente y se los devolví.
Arqueó la espalda para que yo me abriese camino hasta sus pechos, sacándolos por encima de la blusa y el sujetador. No dudé en hacer desaparecer sus pezones en mi boca y lamerle las aureolas hasta oírla gemir.
Me llevó al sofá de la oficina, uno al que ya nunca podré mirar de la misma manera. Se tumbó boca arriba, levantó su falda y mi cabeza desapareció entre sus suaves piernas.
El resto no lo recuerdo claramente, como si hubiésemos vagado en una nave espacial a la velocidad de la luz y el tiempo y el espacio hubiesen dejado de tener sentido. Flotando en un lugar perdido donde nuestros cuerpos se atravesaban y enroscaban, y donde ya no se podía distinguir entre arriba y abajo.
Sí recuerdo despertar. Algo hizo que volviese a la tierra y una oleada culpable se apoderó de mí a empujones. Esa parte del cerebro que había mantenido a raya hasta entonces se liberó. Salí de allí como pude, arrastrando los pies y mi vergüenza. Vera no intentó detenerme.
Cuando llegué a casa y vi a las pequeñas, con sus minúsculos pijamas y abrazando a sus peluches, casi muero. No sé cuánto tiempo podré ocultárselo a mi marido.
No sé si llego a tiempo, pero reto a @zuk0 a que escriba su relato.
Vaya, también te desenvuelves bien en lo erótico, menuda sorpresa ;)
Muy bueno el inesperado giro final.
Suerte en el concurso!!
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Gracias, @trenz, pero no llegué a tiempo!
Quizá el próximo! A mí me gustó mucho el tuyo! Ella!
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