La mañana del jueves 19 de mayo de 1966 era de un frío moderado en Caracas.
Cuando Caridad Sperandio despertó vio que su marido ya no estaba en la cama, se inquietó un poco pues el hombre se había acostado pasadas las dos de la madrugada luego de terminar una reunión con un grupo de copartidarios; así que decidió bajar a ver qué estaba haciendo.
Lo halló en el gran comedor de la casa parado frente al atril que sostenía la Biblia familiar, los nicotínicos dedos del doctor Alirio Ugarte Pelayo repasaban las frases de Mateo 27:1
“Venida la mañana todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron consejo contra Jesús para hacerlo morir”.
Al percatarse de su presencia el doctor Ugarte fue hasta ella para darle los buenos días con un delicado beso en los labios, ella que lo notaba cansado le dijo:
– Alirio, te estas fatigando demasiado, debes dormir un poco.
Su esposo, como buscando tranquilizarla le sonrío con ternura y le prometió descansar después de atender al grupo de periodistas que se reunirían con él aquella misma mañana. Luego, con paso lento se dirigió hasta donde colgaba el hermoso Cristo de maíz que le regalara el general Lázaro Cárdenas en una visita que hiciera a México; con rostro grave se paró frente al icono mirándolo fijamente hasta que como saliendo de un trance se dirigió de nuevo a su esposa.
– Caridad, recuerda que hoy tengo cita con el doctor Otto Lima, debemos salir temprano para estar acá antes de que
comiencen a llegar los señores de la prensa.
Otto Lima Gómez, era el médico de confianza de Alirio Ugarte Pelayo, aunque no el único, pues como observara la señora Caridad a un periodista días después, Ugarte se hacía ver con frecuencia de varios de ellos, por el obsesivo temor que le tenía a la muerte. A las 9 de la mañana comenzaron a llegar las primeras personas a la quinta Claudalí, hogar del matrimonio Ugarte-Sperandio, se trataba de varios de los compañeros que habían compartido militancia con Ugarte en la Unión Republicana Democrática (URD), hasta el 26 de abril de 1966, día en que fue suspendido por decisión del Directorio Nacional del partido. Media hora después Ugarte Pelayo salía de casa en compañía de su esposa rumbo al consultorio del doctor Otto Lima Gómez.
Mientras la pareja estuvo ausente, fueron llegando más personas, todas partidarias del doctor Ugarte Pelayo, que querían acompañarlo en este nuevo tramo que parecía dispuesto a transitar. En la reunión de la noche anterior, Alirio y sus seguidores habían estado revisando la estrategia a seguir ante la segura expulsión que les esperaba. Desde el tormentoso 26 de abril varios de los descontentos sugirieron hacer definitivo mutis de la URD para crear una nueva organización partidista, ante aquella propuesta Ugarte Pelayo se mostró vacilante pues había prometido al país que de ser expulsado se mantendría como independiente, pero al final las razones de sus compañeros se impusieron y al término de la reunión aquel novel grupo político ya tenía nombre: Movimiento Demócrata Independiente. Su inminente fundación era el punto principal que se tocaría en la rueda de prensa.
Los esposos Ugarte-Sperandio regresaron en una hora como tenían previsto, él se dedicó a saludar a sus amigos y ella volvió a salir para comprar flores frescas.
Poco antes de las once llegó el periodista Abraham Veitía del vespertino El Mundo, quien acuciado por el cierre de la edición trató de obtener de Ugarte Pelayo un adelanto de lo que diría en la rueda de prensa, éste se negó de plano y le dijo que esperaba la llegada de los otros reporteros para dar sus declaraciones. Ante la insistencia del periodista, el veterano dirigente solo dijo lo siguiente: “Este es un país urgido del sacrificio de sus mejores hombres, para poder realizar ese gran cambio que todos los venezolanos desde los más poderosos hasta los más humildes esperan”. Le pidió paciencia y comprensión al equipo reporteril de El Mundo y accedió a hacerse una foto en el jardín de la quinta con sus compañeros de causa. Esa sería la última foto que le tomarían estando vivo.
En el momento de la foto llegaron los reporteros radiales Rigoberto León y Ángel Lezama quienes se acercaron a saludarlo, ambos comentarían luego que lo habían notado distante y en apariencia preocupado. A las once de la mañana no eran más de media docena los periodistas presentes. Luego de estar un rato en el jardín Alirio Ugarte Pelayo tomó rumbo a la biblioteca, los sabuesos de la prensa intentaron seguirle y él les pidió que por favor lo esperasen. A la estancia que también le servía de despacho entró acompañado de su amigo Marcos Hernández y de su secretaria Elsy de Romero, a quienes dijo: “Hermanos, ¿les puedo pedir un favor? Déjenme solo un momento. Tengo que hacer una llamada telefónica”. Ellos de inmediato salieron dejando al doctor Ugarte con la bocina en la mano.
Afuera el cotilleo entre los periodistas era sobre cuál sería la respuesta que Ugarte Pelayo daría a los ataques que tres días antes había recibido de parte de Jóvito Villalba, máximo dirigente de la Unión Republicana Democrática; desde hacía varias semanas ambos políticos se habían enzarzado en una discusión pública, defendiendo cada cual su posición con argumentos de altura; pero el lunes 16 de mayo, Jóvito rompió la tónica y sometió a su rival al escarnio, acusándolo de estar en combinación con lo más podrido del perezjimenismo, le echó en cara errores cometidos en el pasado y lo acusó de estar en contra de la alianza de la URD con la gobernante Acción Democrática motivado por intereses mezquinos: “Este señor asume esa actitud anti adeca por haber sido vetado para el cargo de Ministro de Trabajo por el Presidente Leoni” habría dicho Villalba.
Minutos después de que el doctor Ugarte se quedara a solas en la biblioteca hablando por teléfono, se escuchó en la casa un ruido como el de una puerta que se cierra violentamente. Creyendo que era eso, todos los presentes siguieron la charla, el periodista Rigoberto León tratando de pasar por gracioso comentó:
– “Veo que la conferencia de prensa de hoy va a ser a balazos”.
Luego siguieron la conversa, algunos se levantaron a estirar las piernas. Cuando habían pasado 8 minutos apareció en la estancia el pequeño Luis Horacio, hijo de Alirio preguntando por su padre; uno de los presentes le dijo que estaba en la biblioteca. El chiquillo corrió hacia allá y al ver que la puerta estaba cerrada se fue a un costado y miró a través de los vidrios de las ventanas; volvió corriendo al salón donde los adultos esperaban y exclamó: “vengan por favor, hay un hombre tendido en la biblioteca”. Ante esta frase cundió la alarma, de inmediato todo fue carreras y gritos. Un grupo se paró frente a la puerta y otro salió hacia las ventanas para ver lo que había visto el niño, no había dudas, el hombre que estaba tirado en el piso era Alirio. Regresaron y la emprendieron a patadas contra la puerta, tratando de que cediera, ante el griterío y la alarma llegaron los reporteros y fotógrafos que esperaban la rueda de prensa.
Cuando al fin se abrió la puerta, un nutrido grupo entró a la biblioteca, lo que vieron les heló la sangre: Alirio yacía en el suelo con la sien derecha ensangrentada, aún estaba vivo, sus labios se movían penosamente. Cerca de su cabeza estaba un revolver Smith & Wesson calibre 38 y la mecedora se había caído con él. En los casi quince minutos que estuvo allí, el hombre había perdido copiosa cantidad de sangre y un espantoso charco se extendía por la habitación. Alguien gritó que lo llevaran a una clínica y fue cuando el doctor José Luis Izaguirre, ayudado por un reportero de apellido Colina procedió a levantarlo para llevarlo al vehículo de Aureliano González.
En el carro que emprendió veloz rumbo a la clínica El Ávila, Izaguirre le daba respiración boca a boca mientras Colina trataba de mantenerlo despierto golpeándole repetidamente el abdomen. A las 11:25 Alirio era recibido por un equipo médico que ya había sido alertado telefónicamente. Apenas verlo el doctor Gilberto Herrera León ordenó operar de inmediato pues podía tener la bala adentro. Ya en quirófano masajearon su corazón, pero viendo que su respiración se hacía cada vez más débil decidieron practicar una traqueotomía y le transfundieron sangre con la idea de mantenerlo estable mientras se apersonaba un equipo de especialistas llamado de urgencia por el director de la clínica.
Desde las 11:20 las radios emitieron la noticia: ¡Alirio Ugarte Pelayo se ha pegado un tiro en la cabeza! Los teléfonos se congestionaron y una multitud comenzó a congregarse en los alrededores del centro médico. La plaza Altamira se llenó con los vehículos que llegaban desde todos los puntos de la ciudad, en minutos el tráfico de la avenida Francisco de Miranda quedó bloqueado y por los pasillos comenzaron a verse los conocidos rostros de los hombres que dirigían a los principales partidos de la época, así llegaron Arturo Uslar Pietri, Wolfgang Larrazabal y Jorge Dager inquiriendo a los presentes sobre el estado de salud de Alirio.
Al llegar a casa la señora Caridad se encontró con la terrible noticia, entró a la estancia de donde minutos antes habían sacado a su esposo y pudo ver la silla mecedora en la que tantas veces había estado Alirio, tirada en el piso junto al charco de sangre, en el escritorio una taza de café negro a medio consumir, la carta de un simpatizante, media cuartilla escrita a máquina sobre el Movimiento Demócrata Independiente y un recorte de prensa con un artículo en el que Manuel Alfaro Villanueva, dirigente juvenil de URD lo acusaba de estar recibiendo fondos del perezjimenismo. La consternada mujer fue llevada a la clínica pero al llegar no se le permitió ver a su esposo, sino que la llevaron directo a la capilla.
En algún momento llegaron noticias esperanzadoras, después de la traqueotomía la respiración y la presión de Alirio se habían normalizado, ya se sabía que la bala había salido por debajo de la oreja izquierda y un médico afirmo que con la operación el paciente podía llegar a salvarse; pero esa brisa de consuelo se disipo cuando el doctor Jesús Yerena salió para informar que el herido había tenido una importante perdida de masa encefálica.
Por los pasillos se veía ahora a Luis Herrera Campins del partido COPEI preguntando por la evolución de Ugarte Pelayo. Pasada una hora la presión de Alirio había descendido a 45 y se le había hecho una transfusión de medio litro de sangre, lamentablemente el cerebro se fue llenando de líquidos hasta ahogar los nervios y detener los impulsos eléctricos.
A las 12 y 28 minutos del mediodía el corazón se detuvo, la hora final había llegado.
El bebe de a caballo – Julio de 1924
Los campesinos que labraban la tierra a la vera de los caminos que conducían al pueblo de Acarigua, no podían creer lo que sus asombrados ojos veían. El General José Rafael Gabaldón, hombre de tabaco en la vejiga al que todos llamaban “El rebelde de Santo Cristo” pasaba en su caballo con un bebe de 6 meses atravesado en la montura. Ese pequeño bulto era su hijo Alirio, quien habiendo nacido ilegítimamente del vientre de una señorita de apellido respetable tuvo que ser escondido de la mirada curiosa de los vecinos de Anzoátegui, un pequeño poblado ubicado al sur del estado Lara. Al principio fue criado por un matrimonio campesino hasta que el General decidió llevárselo. Con él cabalgaba esa calurosa tarde de julio camino a Acarigua.
Al llegar al pueblo, José Rafael Gabaldón amarró su caballo al poste de la farmacia con la intención de comprar un remedio para el niño. Como no era para nada común que un General hiciera de niñera, llamó la atención del farmaceuta y de su esposa, quienes le preguntaron a Gabaldón qué a donde llevaba al niño. Éste les respondió que andaba buscando quien se lo criara; la noble mujer de inmediato se ofreció a hacerlo. Así fue como Alirio llegó a la casa de Luis Horacio Ugarte Macías y Ercilia Pelayo Gil de quienes recibió apellidos, educación y afecto. Sus padres biológicos sin embargo no dejaron de verlo nunca. Meses antes de su muerte, Alirio Ugarte Pelayo recordó la lejana tarde en la que su papá Luis Horacio le anunció que recibiría la visita de una señorita con la que debía ser muy amable.
– Si la señorita, hijo, te pregunta quién es tu madre, dile por favor que es ella. Eso la hará muy feliz. – le pidió Luis Horacio –
Al ver que el chico no entendía bien de qué iba el asunto le pidió que lo hiciera por ellos.
– Tú eres un niño bueno Alirio, por favor no nos dejes mal con esa señorita.
La señorita que pasaría a visitarlo era su madre biológica, Romelia Tamayo Anzola, fue así como Alirio llegó a conocerla. Años más tarde hablaría siempre con afecto y orgullo de sus cuatro padres: Luis Horacio Ugarte Macías, Ercilia Pelayo Gil, José Rafael Gabaldón y Romelia Tamayo Anzola. En el pueblo donde creció, el niño era visto como un ser anómalo, sus compañeros de escuela le hacían burla por su origen bastardo y de cuando en cuando llegaban a casa grupos de sudorosos jinetes que querían conocerlo. Estos hombres lo examinaban detenidamente, como si fuera una res que fuesen a comprar, lo hacían caminar de un lado a otro y luego exclamaban:
– ¡Na´guara, vacié! Es igualito a él.
(Na'guara: expresión venezolana para indicar asombro a alguien o alguna cosa).
Se referían por supuesto a su padre, el General Gabaldón quien desde finales del siglo XIX tenía como oficio la guerra y las sublevaciones. En el colegio llegaron incluso al colmo de hacerlo ver clases de pie por un año entero, pues según decían sus maestros “llevaba en las venas sangre de bandido y tenía mirada de asesino”.
Lo que si compartía Alirio con los Gabaldón era la inquietud por la política, su abuelo Joaquín Gabaldón había sido Jefe del Estado Mayor del General Juan Bautista Araujo, su padre desde muy joven abandonó los estudios en el Colegio Federal de Trujillo para incorporarse a la lucha militar y política y su hermano mayor Argimiro jugaría un papel relevante en el accionar guerrillero de los años sesenta del siglo XX.
Él mismo empezó una vida política temprana; a los 18 años era Presidente del Consejo Supremo de la Federación de Estudiantes de Venezuela, a los 19 era miembro directivo del gobernante Partido Democrático Venezolano (PDV) y a los 20 fue electo concejal por la caraqueña parroquia de Altagracia. Alirio compartía la vida académica con la participación en los tumultuosos sucesos históricos de la primera mitad del siglo pasado; a raíz del golpe de estado contra el presidente Medina en octubre de 1945 el joven fue a dar con sus huesos a la cárcel junto a centenares de dirigentes pedevistas. Es por esa época que nace la organización en la que militaba en el año de su muerte, Unión Republicana Democrática.
Al instalarse la llamada Junta Revolucionaria de Gobierno, integrada por los civiles Gonzalo Barrios, Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Edmundo Fernández y por los militares Carlos Delgado Chalbaud (Mayor) y Mario Vargas (Capitán) bajo la presidencia de Rómulo Betancourt se desató una feroz ola represiva. La primera medida fue prohibir a la prensa publicar informaciones sobre el gobierno depuesto so pena de cierre o cárcel. Numerosos periodistas, políticos, intelectuales y dirigentes sindicales fueron apresados, el diario “El Tiempo” y el semanario “El Morrocoy Azul” fueron clausurados, se ilegalizó a los partidos PDV y Unión Popular y se allanó el taller donde se imprimía el diario “Ahora”. El 27 de noviembre de 1945 se anunció al país la creación de un jurado de responsabilidad civil y administrativa con facultades extraordinarias para juzgar delitos de peculado, un supratribunal que desconocía el ordenamiento jurídico del estado venezolano y por el que desfilarían los ministros y directores del gobierno de Medina, entre ellos el escritor Arturo Uslar Pietri a quien el Jurado condenó como delincuente y le confiscó bienes y propiedades. Desde su exilio en Nueva York, el intelectual escribió una agria carta de protesta a Rómulo Betancourt que fue publicada en “El Heraldo”; la publicación de dicha misiva le costó al director del periódico, Heraclio Narváez el tener que pasar varios meses detenido en la cárcel Modelo sin ser acusado de nada en concreto.
Aquel clima de intolerancia, represión e irrespeto provocó el nacimiento de dos nuevos partidos de oposición, el Comité Político Electoral Independiente (COPEI) y la Unión Republicana Democrática, este último fundado en diciembre de 1945 por Isaac Pardo, Elías Toro, Luis Felipe Vegas, Andrés Germán Otero, Jorge Figarella, Eduardo Arnal y Fernando Bolívar con el objetivo de contraponer ideas y razones a los desmanes cometidos desde el gobierno. A este grupo se acercó en 1946 el dirigente político margariteño Jóvito Villalba quien había rechazado de Betancourt la embajada ante el gobierno de Brasil, anunciándole al mismo tiempo que le haría oposición al gobierno por estar en desacuerdo con sus procedimientos; amoscado ante tal respuesta, el presidente de la Junta respondió frío y escueto:
– Esta bien Jóvito, tú sabes lo que haces, pero también debes saber lo que te espera.
La llegada de Villalba a URD daría a este partido un perfil más pragmático, más conectado a las masas, pero al mismo tiempo lo contaminaría de una posición personalista que en poco tiempo provocaría la salida de los fundadores y un cambio de dirección en sus postulados originales.
En 1948, Acción Democrática es derrocada por los mismos militares que tres años antes la habían llevado al poder. Alirio Ugarte recién licenciado en derecho colaboró en la redacción del Acta Constitutiva de la Junta Militar y luego pasó a ocupar el cargo de Director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores, en ese puesto estuvo hasta 1952 cuando presentó su renuncia alegando diferencias con el régimen; desde ese año y hasta 1956 estuvo entre Europa y los Estados Unidos. En enero del 58, asume el cargo de secretario general, con rango de ministro, dado por la Junta de Gobierno Provisional presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal. Ese mismo año marca su llegada a URD y en el segundo mandato de Rómulo Betancourt fue Embajador en México y representante de su partido ante el Consejo Supremo Electoral. En el 63 fue brevemente detenido por estar supuestamente incurso en actividades conspirativas, ese mismo año resulta electo diputado por el estado Lara y asume el cargo de subsecretario general de URD.
En 1964 su hermano Argimiro Gabaldón es herido de muerte, de manera accidental por uno de sus compañeros de la guerrilla y en el seno de la Unión Republicana Democrática, comienzan a darse manifestaciones de descontento por la política de alianzas con Acción Democrática un partido al que muchos de sus militantes consideraban un enemigo histórico, esta diatriba produce la salida de José Vicente Rángel y Luis Miquilena de las filas de URD. Sin embargo, dentro del partido quedaron otros muchos dirigentes que veían con ojeriza la luna de miel que Jóvito Villalba tenía con los adecos; uno de ellos era el doctor Alirio Ugarte Pelayo quien en 1966 abogaba por la salida de su partido de la Ancha Base, pacto político que pretendía dar mayor margen de gobernabilidad al gobierno de Raúl Leoni y en el que participaban varias organizaciones.
La posición de Alirio pronto se encontró con la de Villalba quien no estaba dispuesto a tolerar disidencias, pero encontró eco y respaldo en un amplio sector de la militancia urredista. Defendiendo su punto de vista y el de sus compañeros, el doctor Ugarte se embarcó en una gira nacional que lo perfilo como posible candidato presidencial, (y rival de Jóvito) esta fue la gota que colmó el vaso; Villalba y sus acólitos comenzaron una feroz campaña de ataques en contra de Alirio que culminó con su suspensión y pase al tribunal disciplinario el 26 de abril del 66. A partir de ese momento todo aquel que mostrase algún nivel de simpatía por el líder larense era defenestrado de su cargo, Villalba levantaba el teléfono y ordenaba que el militante tal o cual fuese despedido del cargo que ocupase en el Ministerio de Sanidad, (ente que tocó dirigir a URD por ser parte de la Ancha Base) generando con esto un gran descontento y un mayor acercamiento de muchos a la llamada a la Alarista. Este era el clima que imperaba en el partido amarillo el día que murió Ugarte Pelayo, el mismo en el que se anunciaría el rompimiento definitivo con URD y la creación del Movimiento Demócrata Independiente.
El luto nacional
Caracas recuerda tres grandes sepelios: el de Pancho Pepe Croquer en 1955, el de Renny Ottolina en 1978 y el de Alirio Ugarte Pelayo en 1966, con éste último el pueblo se volcó a las calles aledañas al Capitolio, no sin que antes algunos sectores protagonizaran actos de violencia llevados por el dolor que le producía la trágica pérdida de su líder. En esos días hubo mucha confusión en torno a lo que podía haber llevado a Alirio a pegarse un tiro; aquel postrero acto no encajaba con su personalidad moderada. Pasadas unas semanas de la muerte los analistas coincidieron en que pudo haber dos motivaciones: una, que se encontrara sumido en una fuerte depresión al ver el maltrato recibido de parte de Jóvito, el hombre al que llamaba Maestro y por el que sentía gran admiración y respeto y la otra que cometiera suicidio como último acto ejemplarizante contra la mezquindad; el sacrificio de su vida para dar una lección a unos adversarios enanos y egoístas. Esta fue la conclusión que quedó para la historia, pero como en la muerte de Renny que ocurriría 12 años después, el amargo sabor de la duda quedaría instalada para siempre en la gente sencilla.
Al ser comunicada oficialmente la muerte por el equipo médico que lo atendió, los gritos y el llanto se multiplicaron por la clínica, su esposa fue llevada desde la capilla hasta el quirófano donde aún estaba el cadáver y los familiares comenzaron a hacer las gestiones para el velatorio. El anciano General Gabaldón fue llamado a su casa en Macuto y el presidente Leoni ordenó a sus ministros de Interior y de Justicia que se apersonaran en el centro médico. Una comisión de la Policía Técnica Judicial liderada por el Comisario Carlos Alberto Villavicencio se hizo presente para iniciar las investigaciones. A las dos de la tarde llegó el General quien al ver a su hijo muerto no pudo contener las lágrimas; ante aquello una mujer que estaba cerca exclamó:
– Menos mal que ya tiene a sus dos hijos allá bien lejos, donde no pueden volver a matárselos.
Una comisión gubernamental preguntó a la viuda que si quería que su esposo fuese velado en el Congreso, honor que le correspondía por haber sido presidente de cámara, ella pidió que lo llevaran primero a casa. A las 2:28 minutos el cuerpo era sacado de la clínica y unos minutos más tarde era colocado en la biblioteca donde lo encontró la muerte; allí lo arreglarían por 7 horas para meterlo en el féretro. La casa se llenó de gente y por momentos el aire se hacía irrespirable. En el jardín rumores de todo tipo fueron cogiendo cuerpo, sus simpatizantes manejaban diversas hipótesis acerca de la causa del aparente suicidio, algunos afirmaban que días antes, Alirio les había dicho que su casa estaba a punto de ser allanada por la Dirección General de Policía (Digepol), otros que había recibido amenazas por parte del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), más allá un grupo especulaba sobre que cosa le pudieron haber dicho en la última llamada telefónica que hizo, “Tal vez trataron de chantajearlo con algo”.
A las 4:30 de la tarde llegó a la quinta Claudalí, doña Romelia Tamayo, madre biológica de Alirio. La quebrantada anciana era sostenida por dos de sus familiares, avanzaba como hipnotizada, al verla llegar el General Gabaldón acudió a su lado, tomó su rostro entre las manos y acariciándola con afecto le dijo: “Valor Romelia, valor”. A esa misma hora corrió el rumor de que Jóvito tenía pensado ir a la quinta y esto generó la indignación de los presentes, fue tanta la excitación que tuvo que intervenir la policía municipal. En realidad el líder amarillo se encontraba en ese momento en la oriental ciudad de Barcelona. Al caer la tarde se apersonó monseñor Juan José Bernal, el mismo que ordenó como sacerdote al padre Luis María Biaggi, de niño Alirio había sido su monaguillo. Monseñor acompañado de las damas presentes inició un primer rosario a las 6 de la tarde.
En algún momento llegó la noticia de que un grupo armado ametralló la casa nacional de URD en protesta por la muerte del doctor Ugarte. El gobierno decretó tres días de duelo y se anunció al final de la noche que el día viernes Alirio sería velado en el Congreso Nacional de allí partirían sus restos al reposo eterno en el Cementerio General del Sur.
La noticia que marco la diferencia...
24 de febrero de 1967 – “Mi esposo fue asesinado”
Justo un mes y dos días después de la muerte de Alirio, otro ex dirigente de URD apareció muerto, se trataba del periodista Fabricio Ojeda quien amaneció ahorcado el martes 21 de junio en la habitación que le servía de celda ubicada en el cuarto piso del edificio del SIFA. La versión oficial fue que como su amigo Alirio, Fabricio se había suicidado, al poco tiempo su compañera Anayanse Jiménez denunció en una entrevista clandestina realizada por el periodista Víctor Manuel Reinoso que Ojeda no se había suicidado.
Ocho meses más tarde la viuda de Alirio Ugarte Pelayo convocó a la prensa a la quinta Claudalí para denunciar lo mismo.“Alirio no se suicidó, mi esposo fue asesinado”, para el momento en que doña Caridad hizo el inesperado anuncio el caso estaba a punto de ser cerrado por el Juzgado Segundo de Instrucción de Petare.
A las cuatro de la tarde del viernes veinticuatro de febrero de mil novecientos sesenta y siete ni el aire cabía en la casa de la familia Ugarte. En la estancia que antes sirviera a Alirio para sus conversaciones con los medios, ahora estaba toda su familia frente a un ejército de periodistas nacionales de política y sucesos, corresponsales extranjeros, fotógrafos y camarógrafos ansiosos de conocer la versión del presunto asesinato. La viuda visiblemente afectada aún a pesar de los meses transcurridos tomó la palabra. A su lado estaban sus dos hijos mayores, su padre, uno de sus cuñados, su hermano y el doctor Rafael Naranjo Ostty quien la asistía legalmente.
Bastante delgada y ojerosa pero serena, dona Caridad Sperandio viuda de Ugarte tomó la esquela que tenía preparada y comenzó a leer.
“Señores: Los he reunido para manifestarles que tanto mi familia como las personas cercanas a ella creemos que ha llegado el momento de hacer público el convencimiento de que mi esposo Alirio Ugarte Pelayo murió asesinado.
Estuve siempre convencida de que una maquinación adelantada por sus enemigos gratuitos había consolidado, desgraciadamente, sus horrendos propósitos, llegando como llegaron al vil asesinato.
Se preguntarán ustedes: ¿Cuál fue entonces la causa que motivó mi silencio? La responsabilidad y la discreción fueron normas que mi esposo sustentó a toda prueba y que supo inculcarme. La práctica de las mismas me determinó, en medio de mi dolor, a comprender que no podía bajo ningún punto de vista informar a la nación de mi convencimiento, aduciendo simplemente conjeturas o razones personales, por fuertes y poderosas que fueren unas y otras. Adopté en consecuencia una actitud de espera, para dar tiempo a la verificación de hechos que me permitieran presentar la verdad en base a pruebas.
Hoy señores, las tengo en mi poder. Como ustedes podrán constatar por la copia fotostática que les entrego, la prueba de la parafina practicada a mi esposo resultó negativa; esto unido al hecho de que no presentó tatuaje, lo que indica que el arma fue disparada a distancia, al recorrido de la bala que fue notoriamente descendente, y a la circunstancia de que el disparo no fuera claramente oído por las personas presentes en ese momento, no deja lugar a dudas.
Su muerte, pues, fue producto de una empresa criminal, y hoy ante la noticia de que el expediente va a ser cerrado, me estoy dirigiendo al Fiscal General y al Juez de la causa para que no se produzca este hecho, y en su lugar se lleve a cabo una más exhaustiva investigación.
Queden ustedes en la seguridad de que al realizar esta denuncia, estoy absolutamente ausente de motivaciones políticas y que la responsabilidad ante el nombre de mi esposo, la dignidad de mis hijos y el derecho que asiste a la nación venezolana, determinan mi actitud.
Dios nos ayude a todos en procura de la serenidad que tanto necesitamos, en tanto se haga justicia.”
Con esta plegaria culminaban las palabras de la mujer que había compartido 17 años de su vida con el malogrado Alirio Ugarte. Esta declaración produjo inmediatas reacciones; líderes políticos de las distintas toldas exigieron que se replantearan las investigaciones, el Fiscal General anunció esa misma noche que comisionaría de inmediato a un fiscal del Ministerio Público para que de manera “activa y diligente” iniciara la debida averiguación con miras a esclarecer los hechos.
A la denuncia de la señora Caridad se sumaron otras de miembros y amigos de la familia que profundizaban las dudas y se constituyeron en acusadores indicios, revisemos cada una de ellas:
A) Según el Dr. Orlando Tovar, hermano del finado, el director de PTJ para el momento del suceso, Rodolfo Plaza Márquez trató de hacer firmar a la familia un documento en el que aceptaban como “veraz, genuina y legítima” la versión del suicidio; con esto evitarían tener que pasar por una posible exhumación posterior. Esto a pesar de que la familia en ningún momento se opuso a la exhumación del cuerpo de ser necesaria. Orlando Tovar recomendó a la viuda no firmar esa carta, consejo que ella siguió.
B) El mismo Tovar denunció que al cuerpo de Ugarte jamás se le practicó la autopsia a pesar de tratarse de una muerte violenta.
C) Por su parte Jesús Yerena y Luis Rosas Bravo, dos de los médicos que atendieron a Ugarte a su llegada a la clínica revelaron a la familia, luego del sepelio, varios detalles sospechosos; el primero de ellos estaba en el hecho de que la bala que acabó con la vida del líder larense no coincidía con el calibre de las que estaban en el tambor del revolver que supuestamente usó para matarse. Esa arma, según Yerena, tampoco podía haber sido la que lo mató pues el cañón estaba completamente limpio, sin vestigios de sangre ni cabello, que era lógico estuvieran adheridos. Otro detalle que hizo discrepar a los médicos de la versión del suicidio fue el de la trayectoria de la bala; según la PTJ, esta había sido ascendente, cosa que ambos desmintieron. “La bala entró por la región parietal derecha y salió por la apófisis mastoidea izquierda (debajo de la oreja)”, esta trayectoria según los galenos hacía literalmente imposible que Alirio se hubiese disparado pues para hacerlo tendría que haber levantado mucho la mano derecha y dispararse hacia la frente, ladeando de antemano la cabeza, estando con la muñeca doblada.
D) El mismo doctor Rosas Bravo, quien además de ser amigo de Alirio era uno de los médicos que lo atendían con frecuencia, declaró lo siguiente: “Yo, como amigo y compañero de ruta política y a la vez como médico de la plena confianza de Alirio Ugarte, puedo testimoniar bajo fe de juramento que él se encontraba antes, durante y en el mismo momento en que iba a realizarse la rueda de prensa en condiciones físicas y mentales completamente normales.”
E) En un primer momento el director de PTJ afirmó a la prensa que la prueba de parafina había dado positivo pero el informe que presentaron los técnicos de ese cuerpo, Leopoldo Osío Mariño y Sosa Caro al Juzgado Segundo de Instrucción del estado Miranda contradecía esa versión y daba negativo. Dicho informe estaba anexo al expediente Nro. 4963.
F) Según la viuda, días antes de la muerte, una emisora difundió la noticia de que Alirio Ugarte se había envenenado.
G) Los otros elementos presentados como sospechosos por la viuda el 24 de febrero que fueron: el resultado negativo de la prueba de la parafina y la ausencia de tatuaje en la herida trataron de ser explicados tanto por el Fiscal General como por los comisarios Villavicencio y Carlos Olivares Bosque de la siguiente manera: “La prueba de la parafina no es ciento por ciento confiable, la misma puede resultar alterada si no se aplica correctamente o los químicos que intervienen en ella han sido preparados con más de dos días de antelación” En cuanto a la ausencia de tatuaje que deja un disparo a quemarropa, explicaron que el tipo de herida de Ugarte pudo haber sido el conocido con el nombre técnico de “boca de mina de Hoffman”, o sea la que se produce cuando el arma está firmemente pegada al cuerpo, cuando el cañón toca la piel y no deja espacio para la deflagración, esta ocurre dentro del arma; esta hipótesis fue rebatida por el Dr. Yerena explicando que las heridas llamadas “boca de mina de Hoffman”, presentan siempre bordes irregulares y lo que tenía el doctor Alirio era un orificio limpio.
Para concluir esta parte consideramos pertinente acotar algunos elementos que si bien no tienen peso en un tribunal, pueden dar luz sobre este caso; empezamos por preguntar:
¿Qué puede motivar al suicidio en una persona que se encontraba en la plenitud de sus facultades, sin problemas económicos y en franco ascenso en su carrera? Para el momento en que muere, el doctor Ugarte se había perfilado como un posible candidato presidencial con muchas posibilidades de unificar a los diversos sectores de oposición al gobierno. En las anteriores elecciones de 1963 la oposición como un todo obtuvo alrededor del 67% de la votación, solo que se presentó parcelada. Alirio era visto por los dirigentes de todos estos partidos con buenos ojos para una posible candidatura de consenso para los comicios del año 68.
Se sabe además que Alirio no dejó testamento. ¿Qué tan posible es que alguien que ame a su familia no deje listo este trámite legal ante la decisión de quitarse la vida? Otra cosa que llama la atención es la visita hecha al médico la misma mañana del presunto suicidio. ¿Qué tan importante puede ser para alguien que tiene la intención de matarse saber cómo esta de salud?
Tiempo después de que el Fiscal General de la República, Antonio José Lozada prometiera “comisionar de inmediato a un fiscal del Ministerio Público para que de manera activa y diligente iniciara la debida averiguación” el Fiscal Tercero de Petare, doctor Juan María Soto Pérez, a quien correspondía la tarea manifestó a la prensa que no había recibido ningún tipo de instrucciones en ese sentido.
Hoy día en los textos de historia y en las pocas reseñas que se hacen ocasionalmente con relación a este suceso se habla siempre de “el suicidio del doctor Alirio Ugarte Pelayo” pues fue esta la tesis que se impuso al final. Sin embargo queda aún por allí gente que se pregunta:
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<3 Este es un corazón, o un helado, tu eliges .
: )
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8889 1639 9410 7201
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