“y al caminar por ese pasillo y ver a mi tía con cara de preocupación y casi en llanto, sentí dolor pero a la vez alivio, felicidad y melancolía porque en un fin de semana cambió completamente mi vida”.
Todo comenzó un sábado como cualquier otro en casa de los Ramírez, el protagonista es uno de los menores de la familia, un niño de 11 años cuya pasión se resume en perseguir una pelota y patearla hacia una portería y cuya vida no ha sido la más bonita ni esperada o fácil pero muy normal en un país como el suyo: Venezuela.
Este jovencito se encontraba en casa, tranquilo viendo televisión, cuando sus vecinos le invitaron a jugar futbol, él como siempre aceptó pero se sentía extraño, adolorido, acomplejado, no entendía que le pasaba, lo que nunca imaginó es que al recibir un pelotazo, un dolor muy fuerte en su vientre lo invadiría. Volvió a su casa lo más pronto posible, llorando, la más joven de sus tías lo atendió como pudo y esperó junto a él a que lo fueran a buscar y lo llevaran a un médico para que lo revisaran y vieran que tenía. Ese mismo día en la tarde llegó a una clínica, estaba sorprendido nunca había estado tanto tiempo en una, era un lugar muy pulcro, organizado y moderno, donde entraban y salían personas con alguna emergencia o malestar y donde olía a medicinas o medicamentos muy extraños. Al pasar las horas una doctora le informa a la familia que debía ser operado de emergencia, ya que, el dolor abdominal que poseía se trataba de una apendicitis y podría en poco tiempo convertirse en una peritonitis, es decir, una infección mayor. Sorprendentemente este niño no tenía un seguro o un padre o madre a quien acudir por lo que su abuelo se hizo cargo de la operación y enseguida empezó a buscar presupuestos de la intervención en distintas clínicas pero se dio cuenta que lo que pedían sobrepasaba la cantidad de dinero con lo que el señor contaba, por lo que con ayuda de la doctora fue trasladado al día siguiente al Uyapar, un hospital que se encuentra en el estado Bolívar específicamente en Puerto Ordaz y que al llegar a este lugar el menor se encontraría con una realidad muy distinta a la que él conocía.
De entrada se dio cuenta de que todo era muy distinto en comparación a la clínica, las instalaciones se encontraban deterioradas, para nada pulcras, todo estaba muy desorganizado y se observaba a todas las personas sufriendo, y no por el hecho de estar en un hospital, sino porque habían pasado horas y horas haciendo una cola para conseguir unas vacunas o porque tenían horas sin probar algo de comida. Luego de ser revisado por la doctora de turno lo mandaron a una habitación y en ella estaba un niño de 6 años con un problema más grande que el de él, nació con una condición que consistía en no poseer un hueco por el cual defecar, aunado a esto, ese niño tenía más de 3 días sin comer, estaba flaco y pálido, pero no paraba de sonreír. Muchas enfermeras y doctores entraron y salieron de la habitación por el resto de la tarde y la noche verificando que ambos niños estuviesen bien o al menos tranquilos.
Al otro día le notificaron que lo iban a operar en horas del mediodía, estaba algo nervioso y asustado pero muy convencido de que era la solución que necesitaba para estar sano y saludable que era lo importante y lo que más añoraba. Llego el momento más esperado y al pasar al área de quirófanos se dio cuenta que la temperatura cambio y que ese espacio o habitación se encontraba más limpia, le mandaron a quitar la ropa y seguidamente lo adormecieron y operaron con éxito. Despertó adolorido e intrigado, no podía pararse o moverse sin ayuda de un adulto pero lo que más le molestó fue que debía alimentarse de puro líquidos y no entendía porque no podía comerse una rica arepa o una pizza que tanto le gustaba. Seguía en la habitación con el otro niño pero ya se habían convertido en amigos y su abuela les había dado algo de comer al pequeño y a su madre. Le costaba caminar y ¡vaya que le dolía!, ir al baño era una aventura y cada vez que orinaba terminaba llorando y más adolorido de lo normal. La vía por donde le pasaban los antibióticos y demás medicamentos se la tuvieron que cambiar dos veces ¡que dolor tan grande! Pero lo que más deseaba era que todo terminara y volver a jugar al futbol. Las primeras 24 horas se resumieron en: intentar caminar, no poder reírse, no poder hablar porque se podía llenar de gases, no poder comer, tomar mucho líquido y recibir muchos medicamentos por la intravenosa, era muy fastidioso pero su compañero de habitación se encargaba de contarle historias y cuentos que lo entretenían un rato. Las siguientes 24 horas fueron igual con la única diferencia de que ya podía hablar y moverse con mayor habilidad. Pasado dos días le dieron de alta y una seria de indicaciones que consistían en: reposo absoluto, nada de cargar peso ni jugar futbol por dos meses, podía comer de todo excepto granos, lácteos y comidas muy duras y debía mantenerse en constante movilidad pero de forma muy controlada y tranquila. Al salir del hospital su familia lo esperaba y se lo llevaron a casa, lo más extraño para él fue que el dolor se comenzó a intensificar. Sus abuelos pasaron toda la tarde buscando los medicamentos recetados para su pronta recuperación pero es allí donde comenzó el mayor de los problemas, no encontraban ninguno. En Venezuela no solo hay escases de productos de primera necesidad y alimentos sino que también de medicamentos, una de las razones por la que la tasa de mortalidad se ha elevado en los últimos años es esta, ya que, literalmente las personas mueren en la espera por encontrarlos. Los abuelos del chico encontraron todos los medicamentos porque llamaron a varias amistades de la familia y entre todos buscaron en sus casas y consiguieron lo necesario. 10 días después volvió al hospital a que le retiraran los puntos y siguió con el reposo necesario.
En un país con tantas necesidades es importante resaltar que cosas como estas les suelen suceder a la mayoría de las familias día tras día, que muchos niños, jóvenes y adultos sufren todo y mucho más de lo que este joven vivió y que los problemas políticos han pasado la barrera y quebrantado el bienestar de todos los venezolanos, es importante analizar que Venezuela está dividida y que los estratos sociales se convirtieron en dos, los ricos y los pobres, es decir, lo que están a favor del gobierno y los que no. En Venezuela no se vive se sobrevive y cada día es un reto para toda las personas que en este se encuentran.
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Buena historia.
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