[SPANISH] "Mágica Navidad" [ORIGINAL]

in cuento •  8 years ago 


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   Relato breve enviado a concurso de radio sobre la Navidad, dándole otro enfoque distinto al comúnmente otorgado a la "magia" de esta celebración.


  "El joven Jacky estaba deseando llegar a casa para jugar con la nueva consola que sus padres le acababan de comprar como regalo de Navidad. Se sentía especial ese año, porque a diferencia de otros años sus padres empezaban a tratarle menos como un niño pequeño: le daban cierta autonomía en algunas cosas, como por ejemplo elegir su propia ropa y salir a jugar con los amigos hasta un poco más tarde. De hecho, este año hasta había podido elegir su regalo de Papá Noel con anterioridad y estrenarlo antes del veinticinco de Diciembre. 

  -Todo un hito- pensaba.

   Imaginaba que de todos modos, la noche de Navidad, encontraría algún dulce en los calcetines colgados de la chimenea e incluso hasta algún pequeño y desconocido detalle envuelto en papel regalo bajo el adornado árbol de navidad de casa y esperando a ser abierto al día siguiente. 

   Paseaban de camino a casa por la brillante e iluminada calle céntrica principal, con las manos cargadas de bolsas y respirando aquel espíritu navideño por doquier, aderezado con un toque de castañas asadas a la brasa. 

   Estaba orgulloso de sus padres; eran buenos padres y él se sentía feliz, apoyado, comprendido, querido.


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 -Qué buena pinta tiene esa tarta- pensó Jacky mientras cruzaban la esquina de la céntrica calle dejando atrás aquella pastelería gourmet que tanta fama tenía. Tras andar unos minutos y mientras atravesaban ahora parte del casco antiguo de su ciudad, pasaron cerca de un parque donde antaño niños jugaban y que ahora se había convertido en símbolo de decadencia y punto de reunión para drogadictos y rameras. Jacky siempre evitaba pasar cerca de allí pero al parecer sus padres decidieron coger el atajo a casa. 

 -¿Qué podría pasar?- se dijo así mismo calmándose. 

<<Voy con mis padres y estamos en Navidad…; nada malo ocurre en Navidad...>>

   Pero ese día iba a ser una excepción. 

   Uno de los yonquis se acercó en pleno éxtasis a la feliz familia e increpándoles, les intentó arrebatar los regalos a sus padres mientras sonreía. Lo último que Jacky recordaba era como el sucio hombre sacaba una pistola y tras disparar a bocajarro primero a su padre y luego a su madre, se le acercó, y tras un fuerte ruido atronador, todo se volvió negro.

   Al parecer el frío le había entumecido sus brazos y piernas hasta el punto de no poder moverlos. Se sentía impotente y la opaca oscuridad no ayudaba a aliviar ese sentimiento. Empezó a oír voces a lo lejos que se acercaban; voces de júbilo de chicos de más o menos su edad. Intentó gritar pero la voz no le salía. 

 -¿Dónde demonios estoy?- se preguntó.


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   Sally llamaba con alegría a su hermano mayor desde el jardín, ahora cubierto de nieve, escondiendo tras de ella un buena bola de nieve con la que alcanzarle en el pecho a Josh en cuanto apareciera desde el porche. 

   La sorpresa estalló en la cara de Josh cual granizado confeti. Sally correteó entre lágrimas de risas por el blanco jardín hasta que su hermano mayo la cogió con un fuerte abrazo en volandas y la tumbó en la nieve, restregándole pequeños montoncitos del blanco polvo por su dorado pelo.

  -Vamos chicos! Adentro u os enfriaréis y Papá Noel sólo os traerá medicinas!- gritó la madre desde el porche. 

  -Mamá tiene razón, -le dijo Josh a Sally- pero antes de entrar vamos a hacer el mejor muñeco de nieve de esta calle.

   Mientras Josh acababa el muñeco de nieve de más o menos su estatura, Sally salía corriendo emocionada del interior de la casa al jardín, portando una naranja zanahoria, dos botones negros, una bufanda roja y un sombrero de paja.

   Encantada los colocó sobre el muñeco acabado, cada uno en su sitio: la zanahoria de nariz, los botones de ojos, la bufanda en lo que sería su cuello para que no se acatarrara, y el sombrero para que estuviera más guapo.


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 -¿Alguien me oye? Maldita sea…- empezó a sollozar Jacky que seguía sin poder moverse ni ver nada. 

   Sin embargo, comenzó a notar que el desgarrador frío comenzaba a abandonarle para dejar paso a una ligera y cálida sensación. Y de repente, como por arte de magia, comenzó a ver. No conocía ese lugar, ni siquiera sabía si pertenecía a su ciudad. 

   La amplia calle residencial estaba bordeada por bonitas casas de madera de una sola planta, con un porche y un jardín bastante amplio. Todas las casas a donde su vista alcanzaba a ver estaban adornadas con bonitas luces de colores que parpadeaban con un ritmo independiente. Sin embargo, no alcanzaba a ver todas las casas, porque al parecer por un motivo que desconocía, no podía girar el cuello y algunas cosas ya se escapaban de su radio de visión. 

   Veía una casa muy cercana a él, con un bonito porche adornado también. Intentó alcanzar con ademanes imaginarios la barandilla y pequeñas escaleras que daban acceso al porche pero no podía moverse. Sintió que su corazón se le aceleraba y que un penetrante miedo calaba toda la extensión de su ser hasta lo más profundo. 

  -Mantén la calma Jacky -se dijo-, no puede ser tan malo. 

   Y entonces le vino a la mente, cual lejano recuerdo, un sonido atronador y dos personas a las que quería mucho, cayendo inertes. Jacky comenzó a llorar, mezcla de rabia, incomprensión y autocompasión. 


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   Vio con el rabillo del ojo a un hombre paseando un perro por la acera de enfrente y gritó socorro entre lágrimas pero el hombre, que andaba cabizbajo, no se giró en ningún momento, como si no hubiera oído nada. Como si Jacky no estuviera allí. Miró de reojo al lado contrario, hacia la ventana de la casa tan cercana a él. Un niño de más o menos su edad y una rubia niña más joven, cenaban en una amplia mesa junto a sus padres. 

   Todos reían. Irradiaban felicidad.

   Transcurrió un rato, en el que meditabundo observaba la oscuridad de la noche, y al escuchar el ruido de una puerta muy cercana a él cerrándose de golpe vio a aquella niña corretear hacia él con una sonrisa y algo en la mano. 

  -Bendita seas niña, ¿dónde estoy? ¿Qué ocurre?- preguntó Jacky, pero la niña se limitó a sonreír y depositar un muslito de pavo encima de él. 

  -Esto es para que no pases hambre señor Harris. Yo soy Sally. ¡Que te aproveche!- dijo la enternecedora niña. 

   La niña entró de nuevo correteando feliz en el cálido hogar y Jacky, aunque confundido, se sintió agradecido por el generoso detalle que aliviaba un poco el peso del lastre de su incertidumbre.

   Pasaron los días y Sally visitaba a menudo al señor Harris para charlar con él. Incluso el día de Navidad se había acercado a él y le había depositado encima de su redondo cuerpo una muñeca, que aseguraba le había dejado Papá Noel en un paquete a nombre de “señor Harris”.


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   Jacky le había cogido un enorme cariño a Sally estas frías semanas. Era la única que con sus acaparadores monólogos y sus bonitos detalles le hacía pasar el rato más llevadero. Se podía pasar horas apreciando sus delicados rasgos, su sincera sonrisa, sus cálidos abrazos… Le conseguía transmitir, a través de su fría cárcel de nieve compacta, el añorado espíritu navideño que en otra vida había sentido. 

   Jacky casi se sentía feliz.

   Sally correteaba por el interior de la casa con una galleta de chocolate en la mano y se dirigía hacia el jardín. Se lanzó al exterior de un salto y cuando llegó al jardín, vio que el nítido blanco había dejado paso en gran medida al oliváceo verde. Al principio se quedó sorprendida por no hallar al señor Harris en el lugar donde había estado estas semanas atrás, mientras se hacía visera con la mano para evitar la molestia de los rayos de sol incidiendo en su rostro. Después, consternada, recogió la bufanda, el sombrero, los dos botones y la zanahoria, y se internó en la casa llorando. 

   Su madre intentó consolarla sin éxito, argumentando que sólo era un muñeco de nieve y que en cuanto volviera la temporada de nieve harían otro juntas. 

   Se encerró en su habitación sollozando sobre la cama y recordando como parecía que el señor Harris escuchara atentamente todo lo que ella decía. Como si le entendiera. Incluso algunos días en los que iba a visitarle recién despertada, podría jurar que le veía esbozar una sonrisa en su níveo rostro.


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   Unos pequeños golpes en la ventana de su habitación llamaron su atención. Se levantó de la cama y vio que en su ventana había una bonita ardilla parda, mirándole fijamente desde el exterior. Se acercó para verla más de cerca pero la ardilla salió corriendo. Abrió la ventana para asomarse y ver mejor hacia donde se dirigía la ardilla. 

   Percibió con simpatía como la ardilla había subido a un árbol cercano a su casa donde al parecer tenía su pequeño hogar, y que en cuestión de segundos volvió a aparecer con algo en su boca. La ardilla bajó grácilmente por el tronco del árbol y se dirigió a su ventana. Sally, sorprendida, vio como la ardilla dejaba con la ayuda de sus patitas delanteras una bonita flor en el alféizar de la ventana, muy cerca de sus manos. Era una bonita rosa amarilla, símbolo de amistad, alegría y nuevos comienzos. 

   Sally cogió la amarilla flor y con una sonrisa y un pequeño ademán cariñoso con el dedo índice sobre el cuerpecito de la ardilla dijo: -¡Ya sé cómo te vamos a llamar! Te llamaremos señorita Harris.

   La ardilla le miró una última vez antes de salir corriendo hacia su árbol. 

   Si uno se fijaba bien, daba pequeños brincos mientras corría, como de alegría. 

   Como si hiciera mucho tiempo que no corría..."


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Espero que os haya gustado la historia.


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@dresden, lo volveré a leer en Navidad para emocionarme el doble...que será mucho.
Quizá haya sido porque yo también pienso que, por donde dejas ver en tu relato, van los tiros...y no es sólo un juego de palabras.

Gracias @seisges
A mí sin duda me emociona, aún a pesar de que no es el típico relato navideño y que en verdad tiene también mucho de tristeza. Sin embargo, la vida es así, a ratos dulce..., a ratos amarga...
Imagino que en el concurso de radio se esperarían algo más clásico y menos "reivindicativo" pero bueno, también era mi propósito escribir algo distinto.

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