Impresión....

in cuentos •  6 years ago 

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“Impresión”

Dos jovencillos caminaban por una de las riveras de un riachuelo, a primera hora de esa mañana espléndida en luz y en aromas, una brisa mañanera les alegraba el nuevo despertar.
Uno de ellos, se detiene a mirar sin cesar y sin observar, declaró en una forma muy pesimista:

  • Mi vida es muy rutinaria… - Clamó José, uno de ellos.
    Juan lo observaba a intervalos, pues andaba pendiente de lo que podría encontrar en la rivera de esa poca corriente de agua, que por cierto, no era muy profunda.
  • ¿Por qué dices eso…? Yo por lo menos estoy a gusto con las bellezas de esta zona. – Le dijo mientras trataba de capturar un pececillo con una lanza que portaba.
  • Hay que ser agradecido. – Concluyó en forma severa.
    Y le indicó que guardara silencio, mientras efectuaba esa acción.
  • …No sé…No me encuentro a gusto. Esto es muy tedioso.
    ¡Siempre haciendo las mismas cosas! – José retomaba su lanza, la que ya había lanzado y en su extremo estaba un producto de esas aguas. El cual se retorcía del sumo dolor producido.
  • ¿Estás viendo? Ya puedo llevar algo para comer. - Orgulloso mostraba su captura.
    Su amigo suspiró. No pronunció palabra alguna, pero por su acción denotaba mucho hastío.
  • No sé. Me falta algo… - Musitó su desencanto, y una rana que circulaba por allí, se detuvo…Y lo escuchó con atención.
    (Él lo percibió. Pero no le otorgó ningún tipo de interés.)
  • ¿Cómo qué…? – Le consultó sin mirar su amigo de andanza.
  • No sé…Quizás: Una novia que me quiera mucho… - Y lanzó un suspiro que repercutió por todos los confines.
    Por allá a lo lejos se escuchó el graznar de alguna ave pasajera…Pero en su alegría al pasar…Su eco produjo.
  • …Mira…Pareciera que esa rana nos estuviera escuchando…
  • Ajá. – Confirmó Juan, sin mirarla de frente.
  • ¿Qué buscas en nosotros, ah? – Le preguntó Juan y el animalillo saltó huyendo de ellos.
    Para seguir cada uno en lo suyo.
    Ambos siguieron en su faena. Buscaban qué comer.
    Qué encontrar para llevar a la mesa de sus casas.
  • …Cuando ya sea un hombre…Grande…Haré todas las cosas de las que ahora, siendo un chaval no me permiten… - Reflexionó José.
  • Yo también.
  • ¿Y qué harás tú…? – José reflexionó por apenas un instante y le respondió casi al acto…
  • Quiero ser un médico. Para curar a todo el mundo.
    Y les voy a cobrar, para poder comprar comida y las cosas que le hagan falta a la señora de mis sueños…Quiero vivir en una mansión…
  • ¡Sigue soñando!
  • Ya lo verás Juan. – Ya habían caminado unos doscientos metros, y atravesaron el área acuosa, y ya en la otra orilla, siguieron en su pregón.
    Chequeaban cuanto árbol frondoso veían en búsqueda de algo para llevar.
    La mañana ya estaba avanzando rápidamente. Llevaban en esa función ya por espacio de unas tres horas. Siguieron andando.
    Y sin percatarse de nada más…Encontraron una extraña mansión.
    Realmente ninguno de ellos, recordaban haberla visto antes.
    Y llevados por la curiosidad, se acercaron.
    Había una reja alta. Un portón metálico, cerrado por dentro.
    Y atrás una hermosa edificación. Quedaron subyugados.
    José ansiaba descubrir algo en medio de todo ese solar.
    …Y descubrió una entrada. A poco más de sesenta metros.
  • Mira Juan. – El susodicho se apartó del camino y fue a ver.
    Realmente era hermoso. Había un hermoso jardín.
    Bordeado de flores de todo tipo. De diferentes colores.
    Y más allá…Una puerta de madera maciza, la cual se fue abriendo de par en par.
  • Mira… - Insistió José y Juan se puso a su lado y ambos quedaron extasiados.
  • ¿Quién vivirá allí…? Deben ser multimillonarios. – Afirmó José que no se perdía ni un solo instante.
  • Seguramente. Mira… ¿Ves a alguien allí…? – José afinó lo mejor que pudo su visión.
    Y fue cuando vio a una joven, que lo miraba extasiada.
    (Y por la forma de mirarlo…José asumió que lo invitaba a ir…)
    Para cuando él la descubrió…Quedó encantado.
    La fémina lo miraba con esos ojazos de color lila.
    Resplandecía en medio de la multitud de flores allí reinante.
  • Mira…Cómo te mira. Pareciera que… - Opinó Juan, mientras su amigo iba rumbo al portón.
    Y sin decir nada más, intentó abrirlo. Sorpresa cuando se percató de que antes de que lo tocara…La reja le abrió el camino…Así de fácil fue…
  • …Ten cuidado amigo… - Le previno Juan.
    Pero ya José…No lo escuchaba.
  • Ten cuidado José… - Iba embobado.
  • Acá te esperaré… - Resolvió su compañero, pero ya su amigo en nada le oía.
  • José. José. – Lo llamaba, pero él ya no le escuchaba.
    Juan chequeaba todo. Realmente estaba emocionado. Cuando de repente escuchó una especie de silbido, pero era melodioso:
  • Pssss. Pssss. – Escuchó Juan mientras buscaba un sitio en donde guarecerse, mientras salía su compañero.
  • ¿Quién es…? – Preguntó asombrado.
    Buscaba el origen de ese sonido tan extraño.
    Y ya para entonces, vio cuando José se introducía en la mansión.
    Fue cuando entonces en una de las grandes ventanales…Había otra hermosa damisela.
  • ¡Qué bella! – Proclamó emocionado.
    La moza, hacía que no lo veía…Pero lo veía.
    Le cantaba…Pero no a él, aun cuando él se sintió aludido.
    Su corazoncito se le desbocó. Quiso entrar…Pero una voz interior le persuadió a que no lo hiciera. ¿Y él…? Obedeció.
  • …Mejor me quedo, viendo los toros desde la barrera… - Se dijo así mismo.
    Siguió caminando y encontró una arboleda. Eligió un árbol frondoso y allí buscó un sitio para sentarse a esperar.
    Sin quererlo quedó en ensoñación…Aquella visión ¡tan hermosa!
    El trino de unos curiosos pajarillos lo hizo entretener.
    Se dejó cautivar por las melodías tan subjetivas.
    Transcurrieron varios minutos. Él se dedicó a limpiar los peces que ya había lanzado. Puso su larga lanza a un costado. Y se dedicó a esa labor, mientras esperaba que su acompañante…Volviera a él.
    Mientras el trino canoro, le servía de estimulante.
    Transcurrieron otros momentos más…Y nada que aparecía su amigo.
  • Buenas tardes… - Escuchó la voz fuerte y ronca de un hombre ya entrado en años.
  • ¿Buenas tardes…? Buenas tardes señor. – Le devolvió su saludo, pero muy extrañado de que se le hiciese tan tarde y José…Nada que aparecía.
  • ¿Qué hace el viajero por estos lados…? – Le consultó el anciano.
    Juan le narró toda su odisea. Y le amplió lo de su amigo.
    El hombre lo miraba con cara de incredulidad…
  • ¿…Una mansión…Por estos lados…? ¡Caramba joven…!
    No he visto nada por estos caminos… - Le respondió siempre meditando y mirándolo con profunda extrañeza.
    Juan se deshacía en explicaciones. Todas convincentes.
    Pero el viejo…Solo lo veía.
    Pasado ya unos cuantos minutos y debido a su impotencia, Juan se decidió a indicarle el sitio exacto.
    …Pero para cuando llegaron…Nada había. Tan solo un solar solitario.
    Buscó con tanto afán Juan…Pero nada que lo encontraba.
    Y transcurrido un rato largo…El hombre calmándolo le hizo señas para que se tranquilizara.
  • Mire joven…Yo tengo muchos años recorriendo estos sectores.
    Y debo reconocer, que hace ya…Muchos años. (Más de lo que se pueda imaginar…) Existió una mansión como la que el joven me describe. Y la joven que lo recibió también.
    Cómo también la otra que lo siseo…Pero ya ninguna de ellas: Existe en la actualidad. Tan solo hay…Lo que se ve… – Juan no podía dar crédito a todo lo que se le revelaba…
    Pero no tenía forma ni manera para seguir contradiciéndolo.
    Pero a pesar de todo…Insistía una y otra vez.
    Repetía una y mil veces lo mismo.
    Mientras tanto…El viejo calmosamente le indicó que lo dejara hablar…
  • Jovencito. No dudo de su palabra. No señor.
    Pero tenga usted en cuenta esto: No todo lo que se ve…Existe.
    Y mire la hora…Son más de las cinco de la tarde. Y usted afirma que vinieron desde la mañana. Pero no hay nada, ni nadie.
    Debo informarle algo…Mejor se va. ¿Me entiende…?
  • Dígame. ¿Irme…Y José…? – Su voz era ya trémula.
    No sabía qué hacer.
  • Márchese: Ya. No pierda ni un segundo más…
    Mire ya la hora…Falta poco para que caiga la noche.
    Y por estos sitios…No es conveniente estar… - Fue cuando el pobre Juan pudo percibir lo tarde que era.
    Un frío de muerte le recorrió por toda su espalda. Y sintió esa sensación funesta de que José…Pobrecillo.
  • Mejor se marcha de estos lados…Un consejo que le da…Un extraño… - Y diciéndole esto, se marchó.
    …Por allá a lo lejos…Un aullido espantoso, le congeló su sangre.
    El joven frotó sus manos. Removió sus pies, sus piernas…
    No hallaba qué hacer. Pero el consejo, le supo a advertencia.
    Sabía que debía partir. Y rápidamente. Lo más pronto posible.
    …Un frío de muerte…Descendió sobre él…
  • Debo irme. – Se dijo así mismo.
    El trayecto era muy largo. Y si no apuraba su paso…
    La noche presagiaba mucha oscuridad.
    Y tembloroso…Comenzó a andar.
    Hombre nocturnal.jpg
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