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“La última vez que lo vi…”
- En efecto…Fue la última vez que lo vi… - En cada una de sus palabras se notó que fueron meditadas, analizadas para luego ser expresadas en medio de su total incertidumbre.
Oteó con premura su horizonte, cómo queriendo capturar cualquier cosa que le prodigara esos recuerdos que con tanta angustia precisaba.
Miró hacia el cielo abierto. Contempló embelesado la forma tan cambiante como se iban interponiendo y camuflando esas nubes, con esos dejos de azul acrisolados que daban la impresión de ir desapareciendo en medio de tantas permutas tan caprichosas como el aire que le refrescaba su rostro.
Tragó saliva, aclaró su voz y reanudó su conversa… - Iba saliendo de la casa. Con su pantalón todo roído por el excesivo uso que le prodigaba. ¡Pobre mi viejito…!
Con su andar lento. Vacilante. Oscilante e impreciso, no sabía cuál camino tomar (pienso que aspiraba ir a muchas partes…Pero a la vez, a ninguna) pero en su forma de caminar, fue definiendo poco a poco, hacia cuál camino debía tomar.
Por allá, más o menos a unos sesenta metros, vi que se detuvo, y me di cuenta que observaba en forma grata a unos chicos que jugaban en el frente de su casa (pienso, que quizás en sus recuerdos, se fue cuando se extasiaba mirándonos a nosotros sus hijos, cuando rocheleábamos en nuestras juergas) luego como recordándose de algo…Comenzó a apartarse. Me di cuenta que bajó su cabeza con mucho pesar (Quizás le dolían esos recuerdos. Pues ahora en su edad, por primera vez: Comienza a apreciar su propia soledad.) – Juan guardó silencio.
Por unos instantes más, no quiso emitir palabra alguna. Al contrario, les dio la espalda a sus oyentes. (No quiso que vieran como unas cuantas lágrimas pujaban por emerger. Y él…No quiso revelar eso.) - …Serían si acaso…Las diez de esa mañana con un sol radiante.
El viejo (mi viejo) tomó esa senda. La que conduce hacia el viejo mata palo. Y hasta allá seguí su ruta. Contemplé como visualizaba un sitio, se dirigió hacia allá…Y detallando todo su entorno, procedió a sentarse.
Pesadamente hasta que a la final…Se sentó. Se acomodó y se posesionó de su sitio. – Nuevamente otra sesión de mutismo.
Mientras tanto los que andaban con él, aprovecharon para intercambiar opiniones al respecto. - …Pero eso habrá sido ya hace algunos días… ¿Cierto? – Quiso saber Eugenio, mientras miraba a Juan, pero dirigiéndose a sus otros acompañantes.
Emiro escuchaba en total parsimonia, y fue quién tomó la voz cantante… - Hace ya más de cinco días…Y desde ese momento…No hemos sabido nada más del abuelo. – Hizo silencio pues notó que Juan -su tío- hizo un movimiento que en un principio les dio la ligera impresión de que…Algo iría a agregar.
Pero transcurrido unos instantes más, comprobaron que nuevamente se congelaba en el tiempo, pues decidió omitir sonido alguno y se dedicó a seguir sumergido en sus recuerdos. - El abuelo, es único. – Agregó el nieto, más bien como para rellenar un profundo silencio que se les cernía a todos ellos.
Mientras este trío divaga en sus premoniciones; el tiempo que transcurre continúa su transitar. - …Por dónde andará… - Musitó Juan quedamente, mientras Emiro y su acompañante…Tan solo suspiraron.
Una sombra invisible transcurrió entre ellos…
Ninguno tenía la solución a ese acertijo. Temían lo peor. ¡Es cierto!
¿Y quién podría negar…O afirmar algo…? ¿Quién? Nadie.
Y ya transcurrido tantos días. Esa ausencia se catapultaba en el ánimo de todos sus familiares.
Y en lo más sombrío de aquellos parajes, en medio de sendas, de veredas y de hechos de nuestra cotidianidad en que pareciera que nos conducen hacia un infinito mundo tanto en pensamiento como en acciones…Marcharon estos tres angustiados ante la ausencia de alguien que en sus propias vidas, algún significado tuvo.
…Nadie sabe lo que tiene…Hasta que…
Pero que ya en el espejismo de lo incierto…En esa sucesión de desvaríos y de nuestras propias indecisiones en que nos imbuimos en estas existencias tan terrenas…Que a veces se permutan en las inexactitudes en nuestras existencias.
Marchan sin proa, como tampoco popa. Ni en prosa siquiera…
Y así suele suceder ante seres que por algún espacio de tiempo, nos han acompañado en estos espacios sin sentido, en que se desenvuelven nuestras propias existencias.
Tiempo al tiempo.