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Así entró a una agencia bancaria, quejándose un hombre ya entrado en años.
Vestía con corbata, saco y camisa unicolor. Delgado. Bajo. De tez trigueña. Aunque su forma de mirar, no mostraba maldad, mas bien parecía estar perdido en el tiempo. Pero el resto, lo miraba con actitud de rechazo.
Y mientras la agencia bancaria estuvo cerrada, esperó pacientemente hasta que la abrieran.
Salió el vigilante y acomodó las filas, de acuerdo a la finalidad de cada cual…
- ¿Quiénes son los que van a aperturas de cuentas, tarjetas bloqueadas…?
Por acá comiencen a hacer su cola de acuerdo a su llegada. Por favor conserven su orden. ¿Los que van a operaciones de taquilla? – Y así sucesivamente y cada quién se fue colocando.
Durante todo ese tiempo, hubo orden…
Pero al llegar al recinto, se transformó en algo que no se había visto en él y arrancó de esta forma… - ¡Yo soy abogado! Y me está esperando la jueza.
A una jueza en ejercicio no se le puede hacer esperar. ¡Déjeme pasar! – Y mirando con ojos muy coléricos, amenazó al vigilante de esa entidad bancaria, quién en una forma respetuosa, lo conminaba a que respetara el orden, y le gritó… - ¿Y quién es usted…? ¿Un vigilante…? ¿Acaso un “vigilante” me va a sacar de esta entidad…? ¡Este hombre está loco! ¡Habrase visto tamaña temeridad? ¡Exijo la presencia del gerente ya mismo! – Todos se arremolinaban con mucho resquemor.
Pronto aquella entidad se convirtió en un salón de peleas.
Las personas que allí trabajaban para ese banco, protestaban y solicitaban silencio para poder trabajar…Pero nadie accedía.
No le aceptaban su argumento, y mas de una dama le espetó… - Señor haga su cola. Nosotros estamos sometidos a una disciplina. ¿Porqué usted no hace lo mismo?
- Porque yo soy un abogado. Me está esperando la jueza.
¡Y además yo soy cliente de este banco! – Vociferaba airado. - Además yo lo que vengo es por: 10. 000 bolívares. ¿Ustedes quieren que yo me vaya ya…? Denme mis diez mil bolos y me retiro en el acto.
¡Además qué son: Diez mil bolívares…? – Y sin esperar respuesta alguna, él mismo se respondió en el acto… - ¡Eso no es nada! …Pero me hacen falta. Denme mi plata, y me retiro en el acto. – Las voces de protestas se multiplicaron en forma exponencial.
Y uno de los presentes le espetó lo siguiente… - ¡Estamos obstinados que en todas partes nos violen todos nuestros derechos! ¿Hasta cuándo…? – Una dama de edad similar a la del letrado dio varios pasos adelante y lo enfrentó en forma muy resuelta.
Al escuchar aquel alboroto, salió de su oficina el sub-gerente, por su rostro se notaba su indisposición. El vigilante acudió a él y le explicó la situación.
Y dando varios pasos adelante, el profesional se le acercó, pidiéndole que le concediera una audiencia.
El alto ejecutivo, escuchó su planteamiento con respeto y al finalizar le informó lo siguiente… - Mire señor… ¿Usted está viendo a todo este gentío…? – Le dijo mientras chequeaba con su vista y le dirigía con su dedo a todos los que allí estaban en alguna diligencia bancaria, y continuó de esta forma…
- Todos están acá, por alguna gestión. ¡Y todos están apurados!
Hasta yo mismo estoy apurado, pues tengo trabajo por hacer.
Yo lo insto a usted, a que se ponga a derecho y se coloque en la cola.
En el puesto que a usted -por su llegada- le corresponde. Y por favor, guarde el debido silencio, pues todos estamos muy ocupados. ¡Gracias! – Le dijo y dándole media vuelta, lo dejó con la palabra en la boca.
El agresor, se quedó mirando hasta que el funcionario salió del recinto a sus oficinas privadas. Un coro de risitas y de alegría revivió aquel recinto.
Y otro anciano, con su cabellera blanca, alzando sus manos temblorosas en señal de protesta lo increpó de la siguiente forma… - ¡Usted…Si es un profesional de las Leyes, cómo dice serlo!
¡Vergüenza debería darle! Además ya todos nosotros -el pueblo llano- ya estamos mas que hartos de personas como usted. ¡Sinvergüenza, descarado! – El Profesional de las leyes, se quedó estupefacto (Quizás nunca se esperaba que lo fueran a repeler, tal como lo estaban haciendo.) y contemplaba a todos, con un dejo de incredulidad. Por inercia, fue retrocediendo, lentamente.
Y unas carpetas que portaba en sus manos, las utilizó como una especie de escudo. - …Pero entiéndanme…Yo soy todo un Profesional Universitario.
Soy un Docente muy ocupado. Además la señora Jueza me está esperando y con seguridad, si ella se entera de que ustedes no me quieren dejar cobrar mis diez mil bolos, -con seguridad se va a enojar mucho con ustedes- por lo que se los estoy pidiendo de muy buena gana.
¡Por favor! Debo irme lo mas rápido posible. – Era evidente de que su tono de voz -ante imperativo- se estaba convirtiendo en una súplica…Con un dejo de imposición. Pero la gente no bajó la guardia.
Y en medio de un silencio expectante, se escuchó la voz de otra anciana, la cual espetó lo siguiente… - ¡En todas partes que vamos…Nos quieren violar nuestros derechos…Ya está bueno! ¡Basta ya de abusos! – Un sonoro aplauso emergió de insólito.
Dejando perplejo al famoso litigante.
El caso es que ese letrado, se tuvo que quedar rezagado. Pocos, poca importancia le dieron. Y ya pasado unos minutos, se observaba a aquel abogado apocado. Acoquinado. Aletargado y hasta callado y sumiso.
…Y no le quedó mas remedio que colocarse en la dichosa cola…Y esperar su turno. Y los que iban saliendo después de ejecutar su labor, se sonreían al verlo callado, obedeciendo la disciplina…Que él mismo intentó violar.