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- Siento la paz que reina en este lugar… - Juan José se estiraba sus brazos y aspiraba con esa satisfacción, pues andando en su carro entró a una zona de relax emocional.
Y fue tanto su éxtasis, que disminuyó la velocidad de su vehículo y se dedicó a que todos sus sentidos se abarrotaran de esa paz angelical.
Divisó una casa, de apariencia muy veraniega.
Rodeada de árboles cuya sombra invitaban a dormir de lo mas plácido.
Aspiraba y expulsaba bocanadas de aire puro.
Extasiado, se regodeaba en su asiento. Complacido hasta decir: Basta. - Es tanta que lo que me produce es un sueño atroz. ¡Qué rico!
Cierto, mis parpados los siento sumamente pesados.
Mi mente se niega a seguir, desea descansar. Qué sueño tengo…
¡Es que no puedo ni siquiera seguir manteniendo mis parpados abiertos! Anhelo dormir. ¡Ah qué felicidad! ¡Dios esto es La Gloria!
Reparar todo este cansancio que me mantiene en ascuas… - Sin darse cuenta, ya había estacionado su coche enfrente de esa enigmática residencia.
A pesar de que llamó en varias ocasiones, nadie salió a recibirlo.
Se fue por el lado izquierdo…Nada…Ni nadie…
Por el lado derecho…Tampoco. Su quietud era enervante.
…Pero era que se consideraba que había entrado al Edén.
El suave murmullo de las inmensas ramas que oscilaban con esa forma tan perezosa…Tan invitadora…Qué ansiaba ingresar a esa propiedad.
Estuvo en su frente por espacio de unos veinte minutos.
Cuando de repente divisó…Allá adentro…Una hermosa diva.
Y ella al percatarse de su presencia, le sonrió y continuó con sus
“que haceres”. Juan José sintió que su corazón comenzó a latirle a millón…
Ansioso, creyó haber encontrado a una Diosa de una hermosura incomparable.
E insistió una y otra vez. ¡Tenía que verla de nuevo! ¡Ya!
¡Era perentoria su presencia!
Pero solo el silencio era lo que oía.
En otro confuso instante, ella atravesó un espacio interno, que creyó que era su sala. Angustiado la llamó.
¡Tan deslumbrante…Debía ser un Ángel…!
Insistió…Una y otra vez clamaba por ella…Hasta que…
Ella se detuvo, volvió su faz hacia él y le hizo señas de que entrara.
…Pero siguió su camino. Sus suaves caderas se movían con gracia…
Juan José se volvió a su automóvil y subió los vidrios y cerró con llaves sus puertas. Miró de un lado a otro, pero no divisó a nadie mas.
Apresurado, corrió e ingresó…
Y para cuando ingresó…
Pudo divisar que era una inmensa propiedad.
Vasta. Inmensa. Mucho mas amplia, y por fuera se veía…Tan pequeña y acogedora…Chequeaba todo…
Notó muchos muebles de madera a la viejísima usanza. ¡Qué de lujos!
Distante unos de otros. Variedad de estilos muy elegantes y sofisticados.
El viento le silbaba de un lado a otro. Se le notaba muy ansioso.
…Seguramente iba en pos de esa hermosa fémina, cuya belleza le deslumbró…
Inquieto se sintió aprehendido para cuando ya estaba en la mitad de la sala.
Divisó distancias enormes entre varios accesos, que se veía que estaban cubiertos por largas cortinas de tela, notó que eran pesadas.
Pero que se batían de un lado a otro.
Y pudo divisar oscuros pasajes en su interior.
No encontró que hacer. Si seguir…O devolverse…
…Dudó…Vaciló…La inseguridad lo abordó.
Gritos desaforados brotaban de su interior.
…Lo alertaban. - “¡Huye!” “¡Corre!” – Escuchaba ese tipo de alerta.
…Y dudó. Su corazón parecía que se le iba a detener…
Angustiado sintió como olas abrasivas se posaban sobre toda su humanidad.
Temió. Asustado ya no deseaba seguir a esa beldad. - “¡Huye…Aun estás a tiempo!” – Su tensión se le bajó…Se le subió.
Y a pesar del viento…Gruesas gotas de sudor emergían por su frente.
Por su espalda. Por su cuello. Por sus manos. - “¡Corre!” – Escuchó con estupor la tajante orden…
¡Y obedeció!
Corrió todo lo que pudo.
Y a pesar de todo su esfuerzo…Apenas había recorrido escasos metro y medio. Sentía como una fuerza oscura y muy atrayente…Absorbía su espíritu.
Se tragaba su vida.
Y así transcurrieron minutos que se le convertían en horas.
Sudando copiosamente…Logró salir de esa mansión oscura.
Enigmática. Lúgubre…
Logró divisar su carro. Corrió y trémulo, introdujo la llave y logró abrir la puerta.
Se introdujo.
Metió la llave en la ignición…Y el carro…Encendió.
A toda velocidad, arrancó y huyó…
No quiso mirar hacia adentro.
…Pero la curiosidad…Por el rabillo del ojo, divisó la bella figura que con sus grandes ojos…Contemplaba impávida…Como de ella: Huía.
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¡Oh sí! Constantemente estoy publicando. Te invito a que también entres a mi blog: sttps://belbaltodano.blogspot.com
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