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- Si, cuando ella se fijó en él…Creyó que se había sacado la lotería del siglo. Y ahora en este momento especifico, te confieso que ¡hasta yo misma llegué a pensarlo “eso”! – La Antañona señora viró su mirada, y acto seguido dirigió su faz a la misma dirección, y su compañera de espera era una de sus hijas que llevaba -a la vez- de la mano a una infanta (Su hijita).
- Fueron suspiros fallidos… - Prosiguió la dama mientras endurecía su faz y su cuello, la joven asintió y aprovechó para posar su atención en la menorcita, la cual estaba ajena a la dichosa conversación.
- …Y pensar que hasta yo, había pensado en ese hombre… - Y lanzó un suspiro, muy sentido…
- ¿Qué? – Le increpó molesta, creyendo que en un principio había escuchado mal.
La de menor edad, tragó fuerte, quizás pensando que la matrona no la había escuchado. - Nada mami. Nada. – Le respondió visiblemente nerviosa.
- Yo te escuché y muy bien… - Musitó de una forma muy desagradable su progenitora.
- Era un pensamiento en voz alta… - Dijo tratando de pasar desapercibida…Pero ya la sospecha estaba andando por ahí.
- ¿Entonces también estabas prendida de “ese tipo”…?
- Soy incapaz de quitarle un enamorado a mi hermana…
- Pero yo te escuché… - Le dijo en forma amenazante.
- Quise decir mami, que en un principio fue así, pero en cuanto supe que ese hombre le pertenecía a mi hermana…Deseché todo pensamiento. ¡Soy incapaz! – La vieja viró sus ojos y en la misma velocidad, se enfocó en su hija, viéndola en el aprieto en que ella misma se había colocado.
- Cuidado pues. – Le señalaba con su dedo acusador.
- …Qué nunca me llegue a enterar…
- ¿De qué mami…?
- Los hombres de tus hermanas, ¡deben ser mujeres para ti!
- Soy incapaz. – Le respondió serenamente y acto seguido enfocó su atención en su hijita de escasos añitos.
- ¿Estás bien hijita?
- Si mami. – Le respondió su propia hija, mientras se sujetaba sus lentes.
- Siéntate aquí… - Le señaló su madre un sitio en esa parada de bus. La anciana miró con detalle todo eso. Y no dijo nada.
Los carros pasaban impertérritos de un lado u otro.
Los transeúntes pasaban de una dirección a otra.
Transcurrieron unos minutos mas y ninguna se dirigió la palabra. - He de confesarte algo… - Le susurró ávidamente la dama a su hija y ella, al escucharle dejó de prestar atención a la vía por donde debería llegar el bus que las transportaría y le respondió…
- Dime…
- Cuando yo era jovencita, en casa de mis padres, llegaban muchos mozos. Todos eran guapos. Educados.
Sabrás que en mis tiempos el respeto y la educación siempre fueron muy importantes.
…Y no como en estos tiempos…En que las niñas se fijan en caballeros que les son ajenos. Son unas frescas. ¡Eso no se hace!
Y no les importan para nada, inmiscuirse hasta con hombres casados. Esos son hombres ocupados.
Y ninguna que se sienta “decente” debe ni siquiera acercárseles. - Ay mami, tan sólo fue un pensamiento que expresé en voz baja, ¿qué iba a pensar que me ibas a escuchar…?
- Yo no soy boba.
- Lo sé mami. Pero ya dejemos ese tema. – Le dijo molesta.
- Yo sé porque digo, lo que digo… - La anciana dijo esa sentencia sin contar con la debida atención de su hija.
- La, la, la, la. – Musitó en la cadencia de alguna melodía ya plañida. Los demás que estaban en la cola, escuchaban en silencio todo cuanto este par de señoras discutían.
Unas miradas zorras se le dibujaban en el rostro de otras féminas.
Y los hombres hacían, como si no hubiesen escuchado nada, mientras otras las miraban descaradamente y sin guardar las apariencias, pretendiendo enterarse del mas mínimo detalle.
Y como a mas de tres metros, se dejó escuchar una voz femenina que clamaba lo siguiente… - ¡Ay mija! Cuando eso da comezón…Es por algo… - Un coro de risas clandestinas se dejó sentir.
- …Y cuando el mozo…Es “buenmozo”… - Dijo riéndose otra en medio de un coro de voces, unas criticaban abiertamente, mientras otras estaban en la faena del disimulo.
Lo cierto es que una treintena de personas…Intervinieron en aquel ágape…Sin ser invitado ninguno de ellos. - ¡Ay mami! ¿Estás viendo…? Me has dejado en ridículo ante toda esta gente… - Se le quejó muy humillada la joven, mientras su madre chequeaba todo el escándalo y transcurrido unos instantes después, esto fue lo que resumió…
- Tú eres la culpable. Tú fuiste la que dijo lo que sentía…
- ¡Ay mami! Ya no sigas…Tendré que irme de aquí… - Y acto seguido se marchó, dejando a todos los presentes en plena faena depredadora.
Su vieja madre no se inmutó. Y como para aclarar todo, le dijo a su vecina… - ¡¡…Esta juventud de hoy en día que se estará creyendo…Ah…?? – Musitaba la vieja en medio de miradas escrutadoras.
Un coro abrasivo la envolvió y en respuesta aclaró… - ¿Yo? Soy incapaz. Soy una Dama de Respeto.
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