Cuentos y Relatos
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Mientras Leandro hablaba, lo hacía con esa fluidez en ese su verbo tan extenso y pletórico de frases hermosas y muy prometedoras, Juan que se encontraba en esa reunión lo observaba con sumo detenimiento -pues le reconocía ese don tan especial: El ser un excelente orador- y mientras este último andaba con su boca bien abierta, Miguel chequeaba todo a su alrededor.
Josefina -la esposa de Leandro- mantenía una distancia prudencial, pero en el ámbito de unos cinco metros de distancia.
Estaban reunidos en una muy bella estancia. En un salón aledaño a su residencia, y a pocos metros tenían un aparcadero de carros, techado. Muy acogedor.
El sitio en cuestión era muy amplio. Sillas, sillones y mesas regadas por doquier.
La doña de la casa, hacía que limpiaba, pero en verdad, estaba muy pendiente de estos visitantes, pues de una forma u otra…Le causaban “cierto resquemor”
…Batía su escoba con frenesí…Para luego detenerse y…Espiarlos… (Ella creía que nadie se fijaba en lo que hacía…)
Contemplaba extasiada a su maridito…Pero a “esos” pues no los tragaba…Del todo…
- Porque la situación no es como muchas veces “queremos verla”… - El hablante lo hacía como si se estuviese dirigiendo a una multitud de personas.
Emocionado hablaba, parloteaba en medio de su éxtasis…
Miraba a su alrededor, se extasiaba de poseer la plena atención de todos los presentes.
Su esposa en ocasiones se detenía a escucharlo.
Mientras sus visitantes, se explayaban en sus pensamientos. - “Me gustaría saber… ¿Qué es lo que estará pensando “ese boca abierta”…?
(Ella se refería a Juan, sin que este cuenta se diera.) …Y ese que tiene cara de: “yo no fui”…No me dan buena espina… ¡Qué digamos! (Era ahora con Miguel…Aunque este cuenta se daba)
No sé. No sé. Algo hay en ese tipo, ¡que no sé! – El mencionado ni cuenta se daba de los oscuros pensamientos dirigidos hacia él (En apariencia.), la ama de casa, detenía el vaivén de su instrumento de limpieza para luego darles la espalda olímpicamente.
Pero por cosas del destino, su marido estaba muy pendiente de todo cuanto hacia su costillita y comenzó a ponerle atención. Pues: De una forma u otra, lo estaba desviando de su conversa… - …Y digo yo: Y perdón por interrumpirle señor Leandro… - Comenzó en una forma muy dubitativa Miguel.
Y tuvo que esperar pues, en ese preciso instante captó la atención que le ponía a la dueña de esa casa. Esperó a que este le pusiera la atención debida. - …Perdón… - Se disculpó el buen hablante.
- Digo…Y pido perdón si mis palabras lo ofenden… - Ante esa forma de hablarle, el señor de la casa se dedicó a observarlo con mucho detenimiento.
Pero antes le pidió unos instantes, mientras le hacía señas a su esposa, para pedirle un café.
Una vez que la amante señora acudió a buscarle lo pedido por él.
Leandro miró su asiento y procedió a sentarse lo mas cómodamente y para cuando ya lo había ejecutado, le hizo señas para que por favor continuase con su exposición… - Decía: Qué aunque “uno crea” lo que su cuerpo expresa, no es lo mismo a lo que en su corazón desea… - Guardó silencio pues en ese preciso instante venía la señora con la taza de café para su amante esposo.
Notó que no traía nada para ninguno de ellos. Pero en vista de que los señores de la casa hacían esto con la mayor naturalidad…Pues esperó pacientemente la señal para seguir con expresando su opinión… - …Por favor…Sigue… - Le indicó finalmente. Pero casi al instante, le hizo la siguiente interrogante…
- Explícate mejor eso de: “Que el cuerpo “expresa” y lo del corazón…Que no entendí eso…
- Pienso: Que una persona cualquiera puede estar oyendo o presenciando algo, y que la posición que asume con su cuerpo…No necesariamente es igual a lo que su corazón le está marcando pauta.
- Pues yo no entiendo nada… - Le indicó la señora mientras lo miraba con una mirada perdida. E impacientemente balanceaba su cuerpo en una forma muy descuidada.
- Hasta donde yo he leído -pues les informo que lo leí, ¡en alguna parte! Y en este momento precisamente…No sabría indicar en donde. ¡Pero!
Una cosa es lo que el cuerpo entiende, que lo que el corazón cree en su sapiencia y analiza…
¿Me hago explicar…? – Leandro se rascó su cabeza mientras la meneaba de un lado a otro. Mostrando irritabilidad.
Miguel se sintió muy incomodo, mientras Juan miraba hacia cada uno de ellos. (Andaba en el universo sideral…Pues nada acertaba en su forma de pensar.)
En lo mas profundo de si mismo, sentía y presentía que su exposición no era del todo bien recibida por los dueños de esa residencia.
Sin embargo, guardó prudente silencio…Esperando siempre lo peor. - …Mira… ¡No sé, ni entiendo ¿el por qué? Hay personas que vienen a complicar lo que está facilísimo… - Arrancó medio meditabundo Leandro. Su rostro expresaba molestia.
La esposa lo miraba con profundo desprecio. Y Juan…No entendía nada lo que se estaba gestando. - ¡A mí…No me gusta para nada esto! – Aclaró muy molesto.
Su cuerpo que anteriormente era muy afable, ahora se mostraba muy enfadado.
La doña bramaba desde su rincón. - …Perdón… - Expresó Miguel visiblemente avergonzado.
- ¡No hay “perdón” qué valga ante esta falacia! Me irrita alguien que venga a mi casa a inducir a gente con criterios tan pobres… - Dijo esto mirando al angustiado Juan, que no alcanza a aquilatar todo cuanto estaba pasando.
- ¡Ah no! A mi “la gentecita esa” qué tiene el guáramo de venir a mi casa a pregonar “ideas políticas” distantes de las que mi marido cree… ¡No la acepto! – Y dijo esto mirando a su marido, pues deseaba saber si era del agrado suyo.
- ¡Eso! ¡Eso! – La premió muy contento y al recibir esa aprobación, se dirigió a este par y tomando su escoba, los amenazó de la siguiente forma…
- ¡Se me van! ¡Fuera de este recinto en donde el amor y la paz se distraen entre nosotros!
Vayan a otra parte. ¡En mi casa: Solo la doctrina de mi marido! Los demás sobran… - Y con la escoba los sacó a golpes.
Ambos visitantes salieron con suma premura, recibiendo palazos y escobazos.
Al salir, ella llegó hasta donde se encontraba su amado y le dijo… - ¡Lo sabía! ¡Es mas estaba completamente segura de que esos dos son: Pura Basura!
¡Listo! ¡Ya esos vagos no volverán a molestarte! - No entiendo. No entiendo. – Se lamentaba el señor.
- ¿Y qué es lo que no entiendes amorcito….?
- No entiendo, el porqué hay gente con pensamientos tan bajos y sin sentido…
- ¡Ay mijo! ¡”Esos” son gentecita que criterio propio: No tienen!! – Y diciendo esto recogió la taza de café y se lo llevó a su cocina, mientras Leandro meditaba: ¿En dónde habré fallado yo…? ¿Venirme a mi propia casa a ofenderme…Así…Así…?