Editorial de QAWAQ 44

in cultura •  6 years ago  (edited)

NO VAYAMOS A SER POLITICOS

Nuestros abuelos eran personas con gran sentido de la

sensatez, sabían identificar la impostura y la falsedad, diferenciar las

apariencias de la realidad. Por eso, desde que tuvieron que convivir

con los invasores colonialistas y su desbocada ambición, solían

nombrar a quienes hablaban y parloteaban (tratando de hacerse notar

y obtener algún crédito para sí mismos), como “walala”, que se puede

traducir en castellano como “que habla nomás”, un repetidor, una

persona incapaz de responsabilizarse de sus palabras. Y esa era una

condición que en un ayllu, nadie habría deseado aspirar.

Estoy convencido de que en nuestra cultura ancestral no

existía la política, pero obviamente que sí la función pública o de

gobierno, en bien del colectivo, en bien de la sociedad. Esta era

simplemente la responsabilidad que se asumía para cumplir la

tarea de hacer lo que sea necesario y justo para que los medios de

subsistencia del ayllu o colectividad específica, sea suficiente y

alcance para todos. Es por eso que nuestro concepto es muy claro al

respecto y se llama: Kamachiy (hacer que sea duficiente y alcance

para todos) y tiene los sentidos complementarios de la capacidad de

guiar o dirigir y también la de distribuir con justeza.

Ha pasado tanto tiempo y hemos sido tan influenciados

y maleducados (hasta podríamos decir “domesticados”) durante

los sometimientos sucesivos del sistema colonial español y de los

nuevos patrones criollos republicanos, que en la actualidad, esta

vergonzoza habilidad de ser un estafador de la colectividad (un

político) se considera poco menos que una virtud y una profesión

digna de alcanzar. Lo único que se exige es que se sea un buen

politico, un gobernante honesto, que cumpla sus promesas, etc.

Sin ver la cruda realidad de que nunca hubo ni habrá un buen

político que sea honesto porque, decir la verdad y comportarse con

honestidad está en abierta contradicción con la esencia de la política,

la cual podemos resumirla en: “el arte de engañar masas”. Por eso

la masoquista costumbre que a veces parece ya una tradicion ritual,

de elegir como gobernantes a delincuentes conocidos o por conocer,

termina siempre en la decepción y la frustración momentánea, para

luego empezar nuevamente con la misma historia de nunca acabar.

La aceptación de la politica va destruyendo nuestra capacidad

de razonamiento lógico, y más grave aún, nuestra consciencia,

memoria, y sus valores culturales que abandonamos poco a poco.

Por eso hay que poner poner un alto a esta mala costumbre y

recuperarnos culturalmente: Retornar a nuestros valores, sin política,

sino como el modo de vivir que nos heredaron nuestros ancestros.

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