COMENCEMOS por lo que es ahora. ¿Cómo podríamos describir lo que es ahora? Una forma de describirlo es que hay formas, colores, sonidos, sensaciones corporales, pensamientos, recuerdos, etc.
Entonces podríamos describir lo que es ahora en términos de objetos que aparecen. Por supuesto, se debe escuchar un sonido, se debe ver una forma o un color, se debe sentir una sensación corporal. Entonces, otra forma de describir lo que es ahora es decir que hay oír, ver, sentir, sensaciones corporales, pensar. Podemos describir lo que es en términos de percibir actividades.
Cuando describimos lo que es en términos de objetos ―sonidos, colores, sensaciones corporales― todos ellos, la totalidad de ellos es lo que llamamos realidad. Cuando describimos lo que es en términos de actividades de percepción (oír, ver, etc.), la totalidad de ellas es lo que llamamos experiencia.
Ahora bien, ¿hay algún aspecto de lo que llamamos realidad que no pueda estar separado de la experiencia? ¿Hay algún sonido que pueda aparecer sin ser oído? ¿Algún color sin la actividad de ver? Claro que no. Entonces, ningún aspecto de lo que llamamos realidad puede aparecer aparte de la experiencia. Y, en lo que a nosotros respecta, la realidad no está separada de la experiencia. La realidad y la experiencia son dos formas diferentes de nombrar lo que es.
Entonces, nuestras experiencias ―de ver, oír, etc.― suceden en una perspectiva que podemos describir como primera persona. Yo veo, yo oigo, es una percepción viva y en primera persona de las cosas. Y eso es lo que generalmente llamamos consciencia (consciousness) o conciencia (awareness). Además, lo que llamamos conciencia es el espacio sensible donde cada experiencia aparece y desaparece, porque cada experiencia surge y se desvanece. No hay experiencia que dure para siempre.
Y este aparecer y desaparecer, este surgir y desvanecerse de las experiencias, es lo que llamamos cambio. Y la forma en que medimos los cambios del pensamiento es lo que llamamos tiempo, porque nuestros segmentos de pensamiento cambian en muchos ritmos que llamamos segundos, minutos, horas, días, etc. De modo que el tiempo es la medida del cambio pero, para ser percibido, el cambio necesita un trasfondo inmutable, y eso es también lo que llamamos consciencia o conciencia. El cambio está hecho de experiencias que surgen y desaparecen.
Entonces, por ejemplo, para percibir el comienzo de un sonido, la consciencia debe estar ahí antes y después del comienzo, y para percibir el final de un sonido, nuestra consciencia debe estar ahí durante el sonido y después de que el sonido pare. Entonces la conciencia siempre está aquí; es constante, mientras que las experiencias surgen y desaparecen en este espacio.
Ahora bien, ¿hay alguna experiencia, percepción de experiencia ―cualquier visión, audición o sentimiento― que pueda estar separada de la consciencia? Claro que no. Ningún aspecto de la experiencia puede aparecer sin la consciencia, por lo que la experiencia no está separada de la consciencia. La experiencia y la consciencia no están separadas. Y entonces podemos decir que, por lo tanto, si la realidad no está separada de la experiencia y si la experiencia no está separada de lo que llamamos consciencia, la realidad no está separada de la consciencia. La realidad y la consciencia, en lo que a nosotros atañe, son dos formas de señalar lo mismo, sea lo que sea.
Ya que el nombre que la mente le da a la consciencia suele ser "Yo", podemos decir con Krishnamurti que Yo Soy el Mundo. La consciencia y la realidad son dos caras de la misma moneda. Esta es una afirmación muy extraña para la mayoría de nosotros, porque la mayoría de nosotros estamos acostumbrados a creer que la consciencia es algo muy pequeño dentro de la mente, que es una cosa pequeña dentro del cuerpo, que está dentro del mundo externo. Ya que esta es otra descripción que nuestro pensamiento construye, tal vez vale la pena explorar un poco más de cerca cómo funciona el pensamiento.
El pensamiento se basa en las palabras, en el lenguaje, cuando pensamos hablamos en nuestra cabeza, y el lenguaje está hecho de palabras, y las palabras son pequeños marcos que ponemos alrededor de un solo aspecto de este amplio espectáculo que llamamos realidad. Y el marco crea una oposición entre lo que está dentro y lo que está fuera. Lo que está dentro es lo que significa el nombre, tal vez una botella. Entonces, cuando decimos botella, ponemos el marco aquí, y lo que está dentro del marco es la botella, y lo que está fuera no es la botella. Este es el uso de las palabras, porque cuando te pido una botella, espero una botella y no un paraguas. Pero tendemos a pensar fácilmente, cuando nuestra mente ha creado este marco, que lo que está dentro del marco está realmente separado de lo que está fuera del marco. Y aquí es donde comienza la dualidad.
Como ejemplo, una rosa parece completamente diferente del residuo o de una rama espinosa. Sin embargo, lo que ahora llamamos una rosa era de hecho una rama espinosa hace quince días y será un residuo en otros quince días. Y la rosa parece separada del agua, de la tierra, de las nubes, del sol, pero si miramos de cerca, descubrimos que está hecha literalmente de la alimentación absorbida de la tierra, del agua salpicada de las nubes, y de la luz del sol que la calienta y le da vida.
Entonces, rosa, rama, nube, agua, tierra, sol, son solo nombres diferentes asignados una y otra vez a un proceso indivisible que llamamos universo, donde ninguna forma particular puede aislarse del todo, al igual que en un río no hay un solo remolino que pueda separarse del movimiento general de la corriente.
E incluso nuestros propios cuerpos no son más que un flujo continuo de agua, comida, aire y calor, que al atravesarnos se convierte en nosotros, de modo que es imposible separar estrictamente lo que está dentro y lo que está fuera. Cada palabra, para resumir, es un marco que traza un borde convencional y arbitrario alrededor de un aspecto del todo, diferenciando un interior opuesto a un exterior, y creando la ilusión de que esa forma específica ―por ejemplo, la rosa― es independiente y está separada de todas las demás formas identificadas por diferentes nombres. En realidad, rosa y residuo son solo dos nombres que le damos a un proceso sin nombre que comenzó con el comienzo del universo y no tendrá fin.
No están separados. De hecho, en esos quince días que separan a la rosa del residuo, no se puede encontrar una frontera, un límite preciso donde termina la rosa y comienza el residuo. Y no puedes encontrar esta línea porque todo está en nuestra mente, porque nuestros nombres tienen estos marcos. Pero hay más, hay más que esto. Hasta ahora hemos hablado de términos concretos como manzana, y cada término concreto tiene un opuesto genérico. Lo contrario de una manzana es no manzana, o lo que no es una manzana. Es muy genérico
Si vemos y analizamos términos abstractos, los que usamos principalmente para describir la verdadera estructura de la realidad, encontramos que cada uno de ellos tiene un opuesto específico. Correcto, incorrecto. Bueno, malo. Libertad, esclavitud. Bajo, alto. Largo, corto, etc. Cada uno de ellos tiene un opuesto específico y todos ellos están dispuestos en pares de opuestos mutuamente excluyentes. Estoy hablando en el plano lógico; en el plano lógico, el par de opuestos es mutuamente exclusivo porque, por supuesto, lógicamente si algo es largo no es corto. Algo correcto no es incorrecto. Y así sucesivamente.
Entonces, esto no es lo que yo llamo dualidad; es solo una forma dual de funcionamiento. Encontramos muchas cosas que funcionan así, incluso las neuronas de nuestro cerebro. Básicamente, deciden dejar pasar un impulso electroquímico o simplemente lo detienen, como un interruptor. Encendido, apagado. Muchas cosas funcionan de esta manera. Uno u otro. Blanco y negro. Estamos hablando del juego de blanco y negro.
Eso es algo natural y es muy útil utilizar los opuestos de blanco y negro porque, como organismos biológicos, debemos tomar decisiones rápidas para sobrevivir o adaptarnos a los desafíos de la vida. Constantemente estamos llenos de datos sensoriales que nos abruman y tenemos que decidir rápidamente cuáles son útiles y qué hacer rápidamente. Entonces al usar términos abstractos, en blanco y negro, con estos pares de opuestos, simplifica mucho esta situación. Todo se vuelve negro o blanco, por lo que podemos elegir rápidamente el blanco y descartar el negro. Entonces es muy útil, pero la realidad no es así por supuesto.
La realidad está llena de muchos grados de colores, no está en blanco y negro. Ni siquiera una película está en blanco y negro. La película en blanco y negro está llena de grises, ¿no? El problema no es que usemos esta simplificación. Eso es útil. El problema surge cuando transferimos la exclusividad mutua de los opuestos del plano lógico a la realidad, y comenzamos a pensar que la realidad funciona de esa manera, mientras que en la realidad los opuestos implican el uno al otro, son indivisibles.
Si tienes un pedazo de papel y dibujas una línea vertical, creas derecha e izquierda, ¿y cuál es más opuesto? Algo está a la derecha o a la izquierda. Pero si te pregunto, por favor, solo quiero la derecha, no me des la izquierda, ¿cómo lo haces? Cuando trazas esa línea, aparecen los dos opuestos, porque la línea es solo una, y es la línea de nuestra mente.
Entonces, el lenguaje es en realidad demasiado limitado para describir cualquier cosa. Si digo uno, se excluye la multiplicidad. Si digo ser, se excluye el devenir. Sin embargo, ¿cómo es el universo? El universo es ser y devenir. Si digo universal, se excluye lo particular, pero la realidad no excluye nada en absoluto. Es el constante trasfondo que se manifiesta como la variedad de todo.
Así que solo puedo decir ni uno ni muchos, ni ser ni devenir ― lo que se llama la forma apofática de usar el lenguaje. Y entre estos pares de opuestos, opuestos mutuamente excluyentes, uno muy importante para nuestra descripción de la realidad es, por supuesto, sujeto y objeto, observador y observado, consciencia y mundo externo. Por otra parte, es muy interesante lo que sucede, porque la mente proyecta estas polaridades como opuestos mutuamente excluyentes.
Revisemos nuestra experiencia directa y veamos qué sucede. Por ejemplo, ahora estás escuchando mi voz. Puedes describirlo como sonido, es decir, algo que viene hacia ti desde afuera, o puedes describirlo como audición, es decir, algo dentro de ti que está recibiendo el sonido. Y esto es un par de opuestos, por supuesto ― un objeto de sonido, un objeto externo y dentro un sujeto que lo recibe.
Así que fácilmente tendemos a pensar que son dos mitades de un proceso, la mitad externa, el sonido, que se encuentra con la mitad interna, la consciencia. ¿Es eso cierto? Verifica tu experiencia y ve si puedes encontrar el borde preciso, la línea fronteriza donde terminan los sonidos y comienza su audición aquí. No puedes encontrarla, y no puedes encontrarla porque, por supuesto, esa línea está solo en la mente.
Porque cuando hay una experiencia real, no hay sonido ni escucha, solo hay una experiencia. Esto… ¿puedes dividirlo? Solo más tarde, cuando nuestro pensamiento intenta describir lo que sucedió y dice, escuché un sonido, comienza la dualidad entre sujeto y objeto. Yo, la consciencia, es el sujeto y el sonido es el objeto. Pero esta es una regla gramatical, una regla del lenguaje. No es una regla de la naturaleza, de la realidad, porque en realidad solo hay... esto.
Y la diferencia es que cuando decimos consciencia nos referimos a toda la experiencia descrita en primera persona. Cuando decimos mundo, nos referimos a toda la experiencia descrita en tercera persona, como objetos. Es como ascenso y descenso, que son dos formas diferentes de describir la misma pendiente de acuerdo con la dirección que elijas. La pendiente es una, no está dividida en mitades, no encontramos que desde aquí hasta aquí está el ascenso, y desde aquí hasta aquí está el descenso. Toda la pendiente es ascenso o toda la pendiente se describe como descenso de acuerdo con la dirección.
Y si exploramos aún más nuestra experiencia en la consciencia, encontramos también que la consciencia como tal ―no confundir con los contenidos de la consciencia, de lo que la consciencia es consciente, percepciones, pensamientos, sensaciones corporales, estos son los contenidos de la consciencia― la consciencia como tal, es un principio básico que no puede explicarse consistentemente como el resultado final de ninguna causa física o mental.
Ya que ninguna explicación ni causa podría aparecer sin que la consciencia ya esté ahí como precognición de eso. Es una realidad irreductible antes de cualquier percepción, cualquier explicación. Como sabrás, a menudo te das cuenta de que en la neurociencia ―no puedo hablar mucho de esto porque no hay suficiente tiempo― en la neurociencia a menudo piensan que la consciencia es un efecto de una causa material orgánica, es decir, del cerebro. El cerebro es lo principal; del cerebro viene, aparece, la consciencia.
La consciencia es B, y para existir debe contar con A, el cerebro. Pero el cerebro solo se puede ver, observar y estudiar en la consciencia. Sin consciencia, no podríamos percibir, no podríamos observar, no podríamos analizar, no podríamos estudiar el cerebro. Así que el cerebro para existir debe contar con la consciencia, y no es tan científico pensar que B depende de A, la consciencia depende del cerebro, cuando también es cierto que A depende de B, a menos que se admita que son dos lados de la misma moneda, que son dos formas de describir la misma cosa misteriosa.
Entonces, la consciencia se está volviendo muy misteriosa, porque, por supuesto, no podemos conocer la consciencia como un objeto. La consciencia es lo que en nuestro interior lo conoce todo, pero no podemos ver la consciencia como un objeto.
Shankara dice que el fuego no se puede quemar a sí mismo. El conocedor no puede conocerse a sí mismo como un objeto, por supuesto.
Sin embargo, cada vez que preguntas, ¿Existo yo? ¿Soy yo consciente? la respuesta es Sí, evidentemente. ¿Y necesitabas ponderar la respuesta, o fue la evidencia de estar ahí antes de cualquier pensamiento? La sensación de ser que la mente traduce en la oración "Yo soy" es la condición previa para que aparezca todo lo demás, porque si yo no estoy aquí de antemano, entonces no puede aparecer ninguna percepción o sensación o pensamiento.
Entonces, ser consciente es anterior a la aparición de cualquier otra cosa. Y la sensación de ser es una evidencia demasiado simple e inmediata para que el pensamiento la capte. Es una consciencia conceptual conocida. Cada vez que preguntas, ¿Existo yo? ¿Soy yo consciente? hay una brecha entre la pregunta y la respuesta "Sí" ―esos son dos pensamientos― en esa brecha hay una evidencia que no está hecha de pensamiento. Sin embargo, podemos comprobar que incluso la sensación de ser aparece y desaparece, por ejemplo cuando dormimos profundamente sin soñar. No sabemos que somos, aunque obviamente aun continuamos siendo.
Pero ya que cualquier cambio puede percibirse solo en virtud de un trasfondo inmutable, ¿quién o qué se da cuenta del ir y venir de la sensación del ser? Esta presencia es el fundamento sin fondo de todo, la fuente desconocida de la conciencia misma, tan perfectamente completa, tan perfectamente llena y no-dual, que no tiene ninguna necesidad de dividirse en dos partes, el ser y la conciencia de ser. Y el pensamiento por supuesto no puede entenderlo.
Hipnotizados como estamos, por la ilusoria idea de ser solo un pequeño fragmento separado del todo, somos por lo tanto acosados por un profundo sentimiento de carencia que nos impulsa a buscar una completitud que siempre nos elude. En nuestra existencia cotidiana, perseguimos incesantemente los objetivos externos ― el próximo salario, el próximo cónyuge, las próximas vacaciones, el próximo trabajo, la próxima casa, y así sucesivamente. Pero la vida es demasiado vasta y exuberante como para ser confinada dentro de los límites de un objetivo específico. La vida no es un proceso. Como solía decir Nisargadatta, la Vida no es un proceso que ocurre en el tiempo. Es una explosión sin fin.
Y en todo momento es posible darse cuenta de que no soy un individuo separado, sino más bien lo que podríamos llamar la danza del todo. Y esto es belleza. Y siendo este el caso, enseñar a las personas cómo llegar a ser lo que ya son sería tan arrogante y tonto como enseñar a las olas a convertirse en el mar o el agua.
No necesitamos entender ese misterio, simplemente porque lo somos. En realidad, en la experiencia directa e inmediata, todos ―pensamientos, percepciones, atención, sufrimiento, la postura dualista e incluso la idea de conciencia e incluso la idea de no-dualidad― son solo fenómenos que surgen y desaparecen en y como la misteriosa vivacidad que somos.
La primera vez que apareció un indicio de esta vivacidad en la historia de mi vida, fue en 1981 cuando tuve el privilegio de encontrarme por unos días con Nisargadatta Maharaj, solo seis o siete meses antes de su muerte. Todavía era muy enérgico, pero debido al cáncer en la garganta no hablaba mucho. No explicaba mucho. Solo decía oraciones muy directas, apuntando directamente al absoluto. Recuerdo el primer día, estaba sentado en esa pequeña habitación con no más de quince o veinte personas. Decidí estar en silencio y solo escuchar lo que estaba sucediendo. Pero Nisargadatta, que en aquellos días le gustaba estar de pie en lugar de sentarse, vino justo en frente de mí y me preguntó directamente: ¿Tienes alguna práctica espiritual? y ¿Qué haces?
En ese momento yo había estado haciendo meditación durante nueve o diez años, en su mayor parte meditación Vipassana, pero con cierta experiencia en Zen y Dzogchen, y así sucesivamente, así que traté de describir mi práctica, diciendo que miro las cosas y las dejo ir. Y Nisargadatta dijo: Y cuando todo se deja ir, ¿qué queda? Y supe la respuesta porque en mi práctica de Vipassana me acostumbré a comprender que todos los procesos físicos y mentales surgen de manera pasiva, por lo que no son realmente yo. Soy el testigo, soy la conciencia, eso era para mí lo más importante de mi identidad en ese momento.
Entonces dije: Todo surge y desaparece en el campo de la conciencia. Cuando todo se deja ir, lo que queda es la conciencia misma. Pero entonces Nisargadatta me formuló una pregunta que nunca pensé posible, porque me preguntó: Y cuando incluso la conciencia se deja ir, ¿qué queda? Y, por supuesto, no tuve respuesta. Así que dije ―estaba realmente muy sorprendido con esta pregunta― así que dije, no lo sé. Y en ese momento me estaba mirando directamente a los ojos. Sabes que los ojos de Nisargadatta estaban muy, muy llenos de fuego, llenos de pasión por la verdad.
Entonces él dijo: Sí, tú no lo sabes. Está el absoluto, donde no sabes.
Y algo muy extraño me sucedió porque me sentí de repente relegado de la conciencia y caí en un pozo sin fondo de lo desconocido, y fue una experiencia maravillosa pero aterradora. Entonces mi complejo cuerpo-mente simplemente se aferró a la superficie.
Era extraño porque en los siguientes días en Bombay, de vez en cuando en la vida cotidiana, sentado en un taxi o bebiendo un chai, volvía a suceder de nuevo, este volver a caer en lo desconocido y luego salir a la superficie.
Sentía que esa era una experiencia muy importante. Entonces, el último día que estuve allí, Nisargadatta me dijo las siguientes palabras: No te pierdas en las muchas ramas de las muchas preguntas inútiles de tu mente, sino ve directamente a la raíz. Ve a la fuente. Y luego dijo, yo te arrojo ahí. Y luego dijo: Además, te entierro ahí. Muy extraño. Y quédate quieto y ahí hasta que muera el buscador. Entonces te encontrarás más allá en lo desconocido.
Entendí sus palabras, pero no entendí el significado profundo durante mucho tiempo. ¿Por qué? Porque mi mente en aquellos días ya había comenzado a construir una interpretación de lo que estaba sucediendo, y la interpretación fue la siguiente:
Nisargadatta me respondió con el camino a la liberación que en ese momento para mí era un objetivo a alcanzar, una caída libre en ese pozo sin fondo. Pero mi ego era demasiado fuerte, así que traté de salir a la superficie, así que tuve que hacer más y más meditación para derretir mi ego. Y así seguí haciendo meditación por otros quince años. Soy muy lento para entender las cosas, pero cuando entiendo, entiendo.
Así que no entendí la esencia de lo que dijo el último día hasta que el buscador murió, porque seguía buscando con esta idea de que estaba separado de la liberación. La liberación está allá en otro lado y yo tengo que seguir un camino en el tiempo para acercarme y alcanzar la liberación. Esta es la esencia de la dualidad, porque si la liberación es la verdadera realidad, ya está aquí. Si buscas a Dios, y Dios está en todas partes, entonces debe estar aquí ahora. Si buscas el todo, y hay un todo, debe comprendernos y estar aquí, de lo contrario no es el todo. ¡Es el todo, pero no nos incluye! Si buscas tu verdadero yo, solo puede estar donde tú estás, tu verdadero ser.
Así que ese era el juego del buscador. Y hasta que el buscador desaparezca, el juego continúa. Y cuando el buscador desaparece, no porque hemos encontrado, sino porque es como buscar la oscuridad con una lámpara, y tal vez digas que apagarás la lámpara sólo cuando encuentres la oscuridad. Pero afortunadamente para nosotros, tarde o temprano las baterías se agotan, y cuando sucede, aquí está la oscuridad.
Y para concluir, puedes ver, escuchar, como sea que lo llames, como objetos. Sientes tu aliento, sientes tu corazón, escuchas mi voz y ves todos estos colores. Y mientras lo haces, si retrocedes un poco, puedes sentir el espacio sensible de la conciencia donde todo aparece. Es algo muy tangible para mí, es la luz que hace que aparezcan todas esas cosas. Y si tú ―ni siquiera es necesario retroceder― si simplemente dejas ir incluso esto (la conciencia), ah..., está este caer en un pozo sin fondo. Y creo que el verdadero significado del fin del buscador, desde el punto de vista de la presencia que somos, es que es totalmente irrelevante si estás en caída libre en el pozo sin fondo de lo desconocido como si tratas de agarrarte a la superficie. Porque cuando estás en caída libre en lo desconocido, la presencia aparece como caída libre, y cuando estás tratando de agarrarte a la superficie, es la presencia la que aparece como agarrando la superficie.
Me gustaría concluir, ya que he hablado sobre Nisargadatta, con algunas frases suyas que encuentro muy, muy inspiradoras. Él dice: Yo no niego el mundo. Lo veo aparecer en la consciencia, que es la totalidad de lo conocido en la inmensidad de lo desconocido.
Eso es todo, gracias.
Mauro Bergonzi
"¿Cuántos pasos necesitas para llegar a donde estás? ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar al ahora? ¿Cuánto esfuerzo tienes que hacer para llegar a ser lo que ya eres?"