El mayor requisito de un maestro es tener amor por lo que hace, pasión por la enseñanza. Un buen maestro ama a sus alumnos, los conoce, sabe lo que enseña y lo vive.
El maestro trabaja en su jardín preparando cada día el terreno para la siembra, aunque el terreno no siempre es uniforme el buscar las áreas más apropiadas para cada semilla.
En estos primeros años de vida es donde debemos invertir tiempo, dedicación y dinero, para obtener mejores resultados.
La enseñanza es un don de Dios un regalo para el maestro. Ser maestro, le da un lugar de importancia entre las demás profesiones porque es el quien forma a los demás profesionales. Ser maestro, es el mayor privilegio que puede gozar una persona. Dios a puesto sus ojos en cada maestro, y ese deseo de enseñar que brota desde lo profundo de su ser, no es sino un llamado de Dios.
El necesita de usted para preparar ese jardín de niños y niña, es por eso, que debes ser un gran estudioso de la naturaleza humana. Comprende las necesidades de sus alumnos, es e paso más decisivo para orientar, la enseñanza a la satisfacción de dichas necesidades.
El maestro solo puede enseñar lo que sabe y no puede dar a nadie algo que no conoce. En otras palabras, no puede enseñar sin conocimiento. El maestro es, al mismo tiempo, alumno y debe pasar por el mismo proceso de aprendizaje por el que pasan todos los alumnos.
Así como el jardinero prepara, ara la tierra, limpia y siembra para luego regar, controlar las plagas y agentes externos que puedan dañar las plantas.
Así es el maestro en su enseñanza, a su tiempo, esa semilla será un gran árbol, o una bella flor y dará buenos frutos que muchos desearemos comer.
¡Eres un gran jardinero!