El salón de clase en Venezuela: un oasis de esperanza.

in eduvenezuela •  6 years ago 
Es viernes. Me propongo salir temprano para estar en el colegio antes de las siete. La realidad me detiene. Aunque mi hija adolescente hoy está lista más temprano que nunca, el agua, que iba a ser abierta por media hora, aún no llega. Intuyo que el horario del agua se ha atrasado por alguna razón y llegará a las seis y media. Hago lo que puedo con el agua recogida la noche anterior. Tendré que atrasar mi salida al menos 15 minutos para recoger agua y lavar los platos y utensilios sucios. Salimos apuradas, mi hija quejándose porque llegará tarde a su clase de matemática. Yo trato de ir lo más rápido posible. No me gusta llegar tarde a mi trabajo.

Ha sido una semana de mucho estrés, inició el bachillerato y ya renunció la profesora de inglés, quien decidió irse del país. Otro emigrante más. Pienso, ¿hasta cuándo Dios mío? Nos estamos quedando sin país. Trato de evadir los pensamientos negativos, que es lo que todo el mundo recomienda para que los venezolanos podamos salir mentalmente sanos de esta terrible situación que está viviendo el país. Mi hija y yo conversamos sobre cosas triviales. Llegamos al colegio y el profesor de matemática no ha llegado. Tiene que tomar dos autobuses desde su casa para llegar a su trabajo, y no siempre consigue el transporte con facilidad. La falta de repuestos y el costo elevado de los mismos, ha provocado una reducción dramática de la oferta de transporte. Incluso muchos autobuses han sido substituidos por las llamadas “perreras”, camiones que transportan gente en la parte de atrás, cual ganado.

A los pocos minutos, llega su profesor de matemática. La mañana en el colegio transcurre sin mayores contratiempos. Como no pude preparar desayuno, me dispongo a comprar algo en la cantina. Debo atravesar un mar de niños que corren felices, en su hora de recreo. Me alegra darme cuenta que el régimen no ha conseguido robarles la alegría. Pago la empanada un poco más cara que la de la semana pasada, pero la alegría y amabilidad con que me reciben las señoras que manejan la cantina me hacen olvidar de inmediato ese detalle. Regreso a mi oficina y recibo la agradable noticia de dos posibles candidatos al puesto de profesor de inglés que se entrevistarán conmigo el día lunes.

Recuerdo que se me quedó el café que traería para preparar pero una de mis compañeras de trabajo sí trajo y preparamos un café delicioso. Ese día me toca clase con dos de los tres cursos que daré de Ciencias de la Tierra. Llevo preparado un juego divertido para “romper el hielo” y conversaremos sobre la materia. Entro al primer salón sin saber con qué ánimo encontraré a mi nuevo grupo, con tantas cosas que han sucedido en este país en los últimos meses. A medida que voy pasando lista observo las mismas expresiones de siempre, la misma alegría, las mismas ocurrencias. Es como si dentro del salón de clases estuviésemos en otro país, en el país que todos quisiéramos tener de vuelta.

Entre las dos clases, paso cuatro horas académicas sin escuchar una sola queja sobre los problemas que sufrimos a diario. Al contrario, mis alumnos sólo preguntan por sus actividades de siempre correspondientes a quinto año, sobre los paseos, los trabajos de campo. Y sé que ellos conocen perfectamente la realidad que se vive en nuestro país. La conocen y la padecen como todos los venezolanos. Pero ningún problema les hace perder la alegría y la esperanza de poder pasar su último año escolar de una manera especial y agradable, compartir con sus compañeros, graduarse y perseguir sus sueños. Cerramos la actividad con el divertido juego donde todos participamos y reímos.

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Y salgo de mis clases con la convicción de que tengo el mejor trabajo del mundo. Los docentes venezolanos no la tenemos fácil, como todos los habitantes de este país. Pero definitivamente nuestros alumnos están siempre allí para recordarnos que, en Venezuela, la esperanza no ha muerto. Está allí, brillando día a día, en los ojos de cada uno de ellos.

Todas las fotografías son cortesía de la U.E. Nuestra Señora de Lourdes II.

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Buenas noches @leilanyarevalo, gracias por compartir esta experiencia que nos hace pensar que no todo está perdido y que si nuestros jóvenes en el aula no se dejan afectar o no reflejan desánimo o desmotivación ante esta realidad tan triste, eso es muy bueno, estamos ganando y debemos agradecer que eso suceda. Dios quiera que esta actitud se manifieste en todas o la mayoría de las instituciones educativas en Venezuela. Éxitos y que estés bien.

Gracias por tus palabras @cruz66 , amén. Éxitos también para ti.