Todos somos emigrantes. Desde que salimos del vientre de nuestra madre y dejamos esa, nuestra primera morada, cálida y segura, comenzamos el peregrinar como totales recién llegados.
Hay personas que crecen y envejecen en el mismo lugar donde nacieron. Pero muchas otras hemos dejado el suelo natal para comenzar una nueva vida. Las razones son variadas : búsqueda de mejoras, nuevos horizontes, un futuro con opciones a la altura de nuestras expectativas. Otros pertenecen al grupo que nunca se quiso ir, pero no tuvo más remedio.
Nuestra vida es un constante esfuerzo de adaptación al cambio y el hecho de emigrar nos obliga a desarrollarlo con tenacidad para subsistir y lograr nuestras metas.
A ésta altura tal vez estés pensando: "Eso ya lo sé, pero no es tán fácil"... Si estás pasando por la experiencia, tal vez esta historia te dé algunas claves para alivianar el proceso.
Llegué al aeropuerto de Maiquetía como si estuviera aterrizando en Marte. "Volveré", me decía a mí misma
(Ni peregrina idea tenía yo que pasaría décadas allí, en Venezuela).
El taxi se adentró en las enormes autopistas hacia la capital. Veía el paisaje caribeño como si estuviera alucinando. Sus colores estridentes, la música de salsa a todo volúmen del taxista, las montañas entre las cuales viboreábamos a toda velocidad hicieron un coktail explosivo en mi sistema. Me preguntaba si aún estaba durmiendo en mi cama en Montevideo, después de haberme dado una panzada de churros después de la cena, en fin, si estaba sufriendo los efectos de una indigestión o alguna experiencia confusa, que no lograba definir.
Porque cuando te vas, lo primero que pasa es que NO ENTIENDES...todo es contrastante con lo que siempre experimentaste y como es natural, surge la detestable reistencia.
Debí preguntarme entonces por qué este lugar "debería" parecerse al que dejé, en qué registro estaba escrito que la gente en el Caribe "debería"precerse a la de Uruguay, así como sus gustos musicales, su naturaleza, sus costumbres, sus dialectos...
No, claro que no me hice ninguna de éstas preguntas. Tal vez por éso, lo que más vieron las calles de Caracas por varios meses fueron mis lágrimas. Veía el Cerro Avila y era una despiadada muralla, que me privaba de aquél horizonte abierto que observaron mis ojos desde niña. Porque cuánto más te resistes, más sufres. Te vuelves intolerante y tu vida se torna miserable. Te privas de ver lo hermoso que tienes enfrente porque en tu mente sólo quieres esa imágen parcial, compartimentada de aquello que ahora te es inaccesible.
Sí, emigrar no es para cualquiera. Salvo para aquellos que detestaron el lugar del cual salieron. Tal vez llevaron ahí una vida llena de amarguras, porque también es cierto que no todas las veces la patria, es donde se fragua nuestra felicidad.
En todo caso, entre las muchas experiencias de emigar y no morir en el intento, es ser un poco más humildes. Ya hemos llegado a ése lugar. Nos fuimos o "nos fueron" por razones de índole político, por ejemplo. Pero una vez aterrizados, lo mejor es darnos vuelta, darle un beso al aire a lo que dejamos y dedicarnos a observar, sin prejuicios ni arrogancia, a ésta nueva casa que tenemos. Démosle un chance. Tangamos algo de paciencia y recordemos que jamás se parecerá a aquello que añoramos. Pero tal vez logremos llegar a querer entrañablemente a esa madre substituta que nos abrió las puertas...casi siempre, para bien.
Lleva tiempo, fortaleza de espíritu, determinación y empatía con la gente este proceso migratorio. Se vale llorar por la familia que quedó, el llanto de afecto a los seres amados es justificable y yo diría, inevitable. Pero si tienes claras las razones por las cuales te fuiste, cuál es tu meta y propósitos, al día siguiente sentirás nuevo ímpetu y menos malos momentos.
¿Y qué tal si este país al que emigraste llegase un día a convertirse en tu segunda patria, a tal punto que no podrías distinguir a una de la otra? ¿Cuántos amigos entrañables conocerás allí, que pasarán a ser parte de tu familia adoptiva, querida, como la que te espera por allá, bien lejos de dónde naciste...?
Cosas extrañas suceden cuando una emigra. Habla la voz de la experiencia. Me encantaría ayudarte. Puedes preguntar...
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