POEMAS A LOS CUIVAS

in ensayo •  7 months ago 



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En el prólogo al libro antológico "Imágenes de Humbolt", dice Oscar Rodríguez Ortiz: Resulta aleccionador que en todas estas tierras sin memoria se mida y se necesite seguir midiendo la magnitud del fenómeno Humbolt".


Es triste señalar que nuestros pueblos no tengan, una memoria histórica que permita entrever con exactitud y belleza, todo el legado espiritual de nuestros ancestros. Alfonso Reyes, es más severo al hablarnos en su ensayo "Visión de Anáhuac" , de la irremediable pérdida de la poesía india mexicana; podríamos añadir también la pérdida de muchas tradiciones precolombinas, que nos hacen mirar desvalidos la memoria cultural de nuestros antepasados. Incluso en la actualidad, existe un empecinamiento, por borrar los pocos vestigios que quedan de esta cultura. Ha sido como una mala herencia heredada de los primeros conquistadores. Tal es el caso de nuestros indios Cuivas, una de las pocas tribus nómadas que quedan en los territorios colombos-venezolanos.


Un sigiloso aniquilamiento ha rondado su historia. Un aniquilamiento tanto espiritual como humano.

El espiritual lo señala Tomás Eloy Martínez , cuando dice "Los misioneros le desmantelaron una bella mitología que imagina a los seres humanos como semillas de pájaros y supone que los cuerpos en la tierra tienen en el cielo un cuerpo gemelo: que hay otro sol, cuyo viaje se detiene por la mañana, en el corazón del firmamento, y otra luna que en la mitad de la noche rueda hacia la cueva donde el sol está oculto". El humano se hace presente en los continuos asesinatos contra ellos cometidos, por los que ven en los Cuivas la representación del mico y de la plaga milenaria. Es curioso que Julio Verne los citara en el Soberbio Orinoco, como "asesinos certeros" y monstruos desalmados". Ya venía el estigma contra esta raza primitiva.

He querido mediante un ciclo de poemas, hacer reminiscencia de algunos aspectos de la mitología cuiva, como también recrear el exterminio en la Riviera, contada magistralmente por el prosista argentino Tomás Eloy Martínez en su libro "Lugar Común la Muerte". La crónica, unas veces poética, otras de un realismo que desarma, toca el tema de asesinatos colectivos, realizados por terratenientes y peones de una hacienda llamada la Rubiera a orillas del río Capanaparo en el estado Apure en Venezuela. Fueron asesinados con disparos y machetes alrededor de quinientos Cuivas (originalmente llamados jiwi, es decir hombres), entre ellos mujeres y niños. Lo terrible es que los personajes que participaron en esta matanza, siempre lo consideraron una hazaña, sin ningún gesto de arrepentimiento. Es difícil revertir una imagen desvirtuada sembrada durante años como la que expresa el utópico Julio Verne sobre los jiwi. Claro, un escritor trabaja con fuentes, y fue el explorador Chaffanjon que le remitiera esta visión sobre la tribu.


Una vez estuve en el Orza, en fecha cercana a sus fiestas patronales, y me contaron una historia sobre ellos: "Los Cuivas, para casar un venado en la inmensa llanura, los persiguen distribuidos en espacios de longitud equitativa, hasta ocasionarle el cansancio y por lo tanto la muerte". Estas reflexiones me han llevado a encontrarme conmigo mismo y con la poesía que "canta a la flor madre de la sonrisa" como bellamente lo expresa Alfonso Reyes, a pesar del simbólico destierro que me asedia todavía.


POEMAS A LOS CUIVAS


I

Mi mitología es hermosa

como la mitología del pájaro

vine al mundo a ser semilla

esencial

homólogo de cuanto cielo

persigo los olores

de las plantaciones lunares

soy dos lunas

dos soles

una sola muerte

en un a sola vida

II

Los misioneros me enseñaron la lección

flechar todo lo que sea sueño

desenterrar todo lo que sea semilla

así seré plaga que palidece

bajo el árbol

animal en vuestras cacerías

III

Mi homólogo es la muerte

cuando cayó nuestro sol

mi madre lo decía soy mico

errando en las alturas

mi comida es semilla de

primitivos pájaros

mi muerte semeja los picos

de la luna

IV

(La muerte vendrá un día a quitarme toda maldad)

Me invitaron al festín

a olvidar mi esclavitud pasada

los niños entonaban el canto de la gente

somos gente decían

en su corazón de hambruna

nos rodeo la muerte

borró toda maldad

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