TODOS LOS POETAS SON SANTOS

in ensayo •  2 years ago  (edited)

TODOS LOS POETAS SON SANTOS



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Juan Augusto Cobo Borda dice que todos los poetas son santos, salvo algunos que he conocido que, son verdaderos demonios. A Alberto Añez Medina lo metería en esta última categoría. Siempre quise escuchar algo sobre la poética de los bares, e intuyendo que Alberto Añez Medina era la persona ideal para tal menester, organicé una conferencia en la Facultad de Ciencias de la Universidad del Zulia para tal propósito. Lamentablemente a dicha actividad nadie asistió, salvo los organizadores del evento. No sé por qué esto no ocurrió, a lo mejor se debió a la personalidad ácida de este personaje, no muy querido en los círculos literarios; y para no dejar que esta sed se extinguiera, fui a los lugares naturales, es decir a su obra poética donde este tema siempre palpita.



«Escribir es rezar de manera diferente», dice bellamente Juan Augusto Cobo Borda y esta imagen encarna bien en la poesía de Alberto Añez Medina (con cierto grado de exageración); porque en su poesía encuentro, más que un perpetuo rezar, un manual de liturgia, un devocionario de la palabra y su lectura en voz alta, una monotonía de mujeres rezando. No sé si el autor heredó este ritmo, esta poética de su lectura de libros raros y antiguos de la tradición católica.



«Lucky Bar Poems » es uno de sus libros más emblemáticos, y si bien el ropaje es el Bar, el universo tan único que dentro de él se respira, el lugar donde zarpan las primeras cervezas de la noche (a decir de Hugo Figueroa Brett) y el humo de los cigarros configura los contornos de la nube Aristofánica en la que el bullicio de la música, el despecho y la alegría conviven sin que a veces nos demos cuenta. Realmente «Lucky Bar Poems » es una meticulosa y exigente liturgia poética. Cada poema que integra cada una de las divisiones del libro: El, Ella, El Sitio y la Historia, expresan fundamentalmente un sentir, una melancolía, un vacío existencial y una historia; y es que el «Bar» expresa simbólicamente esto. Digamos que el libro es una ofrenda para él, para la mujer que es una epifanía constante entre la música y la ebriedad, presente en el despecho, para el hombre que busca anular la superflua realidad, al sumergirse en la libación, en la música que marca al corazón en su lucha entre el amor y el olvido.



Los poemas del «Sitio» rompen la monotonía de unos versos apretujados, sin respiración y a pesar de la brevedad, fluyen, flotan entre lo bello y lo resplandeciente. La «Historia» del libro encarna la espiritualidad del poeta, su vida que asume como un constante naufragio, de enamorado y de irreverente. Con «Votos de Solitud», su última obra conocida, Alberto Añez Medina da continuidad a su poética, ya esbozada en sus títulos anteriores, letanías o versos que buscan darnos un íntimo universo, donde encuentro en ellos una auténtica y preciosos evocación de la mujer como Walquiria. De Alberto Añez Medina no he sabido nada en los últimos días, tal vez todavía esté rompiéndose el coco entre el cómo decirle al habitante de nuestra ciudad: ¿marabino o maracucho? ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? Que nos importa mientras existan.

























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