Hace poco en la red social que todos conocemos y que lleva por nombre Facebook, leí el post de una persona que citaré textualmente: “Olvidalo, webón. Hay una delgada línea entre madurar y dejar de ser feliz”
Al leerlo me hice la siguiente pregunta ¿Para madurar se debe dejar de ser feliz? Di tantas vueltas a esta pregunta que al final termine analizando el post de esa persona y guiándome por lo que creo y sé, llegue a la conclusión de que aunque la frase suene fuerte es muy cierta, el hecho de madurar no implica que debemos dejar de ser feliz.
En cuanto a mi pensamiento, consideró que debería ser todo lo contrario, conforme vamos madurando deberíamos ser más felices porque se supone que madurar es aprender, ya sea de buena o mala manera, de las experiencias y recordemos que ese aprendizaje es para nuestro bien, no para él bien de otros y que si verdaderamente aprendimos algo de ellas sólo tendremos que vivirlas una sola vez y que si para nosotros fue un rato amargo no tendremos que pasar por ellas de nuevo.
Pienso que a medida de que vamos madurando aprendemos a vivir sin preocuparnos por tonterías y a hacer lo que queremos sin importar lo demás.
Para mí madurar significa saber cómo actuar y que decir de acuerdo a la ocasión, pero nunca abandonar ese espíritu de niños, esa inocencia que es la que a mí parecer, nos permite divertirnos y tener ese deseo de buscar libertad y felicidad a toda costa.
Madurar es ya preocuparnos por lo que pensamos en vez de hacerlo por nuestra reputación porque al final lo que pensamos es lo que somos y nuestra reputación es lo que piensan de nosotros, lo que dicen que somos y si nos interesamos por los demás no seremos felices, pero sí nos centramos en nosotros demostraremos nuestra madurez y la felicidad llegará sola a nosotros.