Temprano se despierta, el sol escondido sigue, su cuerpo siente que no ha dormido lo suficiente pero a su voluntad no le importa. Esposa e hijo aun duermen, el hombre se detiene a contemplarlos por un momento, se complace en creerse el sujeto más afortunado de la tierra y si así realmente lo cree (como es el caso) nadie puede arrebatarle la razón.
El deber aguarda, se dice para lograr romper la inercia de la agradable vista, a duras penas lo consigue. No le queda mucho tiempo como para un suculento desayuno, un pan frío y un vaso de leche de igual sensación térmica es el menú de hoy. Para algunos quizás no muy agradadable, para él la cantidad energía suficiente para mantenerse recargado por una considerable parte del día.
¿Cuántas moléculas de ATP tendrá este pedazo de pan? Recuerda, mientras rápidamente mastica, cuando de pequeño le hacía ese tipo de preguntas a su padre y luego le contaba acerca de su afición por la medicina.
Hay veces la vida tiene otros planes, el hombre no era médico, salva vidas de una forma diferente, en vez de tratar sus enfermedades, les provee de alimento. Es panadero.
Termina de desayunar, se levanta de la mesa, ni siquiera repara en lo irónico de la situación de que a pesar de su oficio su aperitivo matutino no fuera pan caliente. Nada de eso le importa, por eso ese pensamiento a su mente no viaja. Se siente demasiado afortunado.
Antes de ir a trabajar da la vuelta, se detiene a observar a su familia…