Uno de los aspectos que mayormente puntualizo en los matrimonios es lo que se dice y cómo se dice, ya que es frecuente el síndrome del «Resaltador» el cual se caracteriza como la palabra lo indica, en resaltar lo mejorable como algo negativo, recodándolo siempre y haciéndolo ver de forma exagerada más grande de lo que es. Por ejemplo:
Ella dice: «Nunca ayuda en la casa», yo también trabajo, quizás no cumplo el horario que él tiene. Pero yo si tengo que llegar a hacer cena, revisar las tareas de los niños, hacer oficio, poner la lavadora y adelantar el almuerzo del siguiente día.
Él responde: Cómo que NUNCA, lo que pasa es que no ves cuando ayudo a bañar el niño y cuando recojo los juguetes. Solo te das cuenta que me siento a ver televisión y como dijiste que nunca ayudo, pues ahora no hago nada, porque si hago algo te quejas y si no lo hago también, entonces te tomo la palabra y me encierro a ver mi tv tranquilo.
Este relato nos permite reflexionar:
1.- El adverbio «Nunca» está mal empleado en este caso. Y ocurre lo mismo en la mayoría de las relaciones de pareja, sin embargo se utiliza bastante, sobre todo cuando se hacen reclamos.
2.- Evita resaltar lo que no se hace o el error que se comete; por el contrario Elogia la acción positiva por muy pequeña que ésta parezca o expresa con anterioridad y asertivamente: Me harías muy feliz si en la noche mientras hago la cena me ayudas a…, luego motiva con un reforzador positivo diciendo: eso me daría tiempo para ir a la cama más temprano y cualquier cosa podría pasar en la intimidad¡¡¡
3.- Casi siempre estamos tan ocupados viendo lo que el otro hace o deja de hacer, que no nos damos cuenta que también nos equivocamos y que la solución la tenemos a la mano.
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