Sobre Fharenheit 451, de Ray Bradbury

in farenheit451 •  7 years ago  (edited)

Faharenheit 451 es la temperatura a la que pueden arder los libros, desapareciendo así entre las llamas para quedar hechos cenizas, para nunca más ser leídos… Es este el trabajo de Guy Montag, quien forma parte del departamento de bomberos, contratado ciertamente por un estado, que no interviene en la historia, más sí ha otorgado suficiente autoridad en estos funcionarios como para decidir qué quemar y cuándo; la función de este órgano no es precisamente apagar incendios sino, por el contrario, ocasionarlos.
El principal objetivo de estos, no bomberos sino incendiarios, es acabar con cualquier rastro de libros no autorizados por el estado, desapareciendo entonces cualquier ejemplar impreso que induzca a la reflexión y a la divergencia, siendo esto una consecuencia de la lectura.

Fahrenheit 451 se ambienta en una sociedad controlada, donde los ciudadanos han sido persuadidos y condicionados a vivir una vida lineal, embebida en un criterio colectivo inducido; a figurarse una suerte de felicidad programada, exenta de asimilaciones perniciosas a un statu quo paradójicamente perpetuo. En la sociedad de Bradbury la aflicción no es válida, mucho menos permitida: es una rareza. La vida está llena de un conglomerado de estímulos controlados, que han moldeado un mundo que nos recuerda el –soma- de Huxley como condicionamiento a través de la transmisión de material audiovisual sesgado a las intenciones sedativas de un estado que rediseña el sentido de la paz y la tranquilidad.

El mundo se ha sosegado, la lectura de libros reconocidos como obras insignes de la literatura universal es un acto prohibido, sancionado y severamente penalizado. El equipo de bomberos 451 es el encargado de velar porque en ninguna casa existan libros (tan solo algunos manuales han sido aprobados.)

Guy Montag es el protagonista de esta visionaria historia, que nos adelanta un futuro moldeado a conveniencia de un estado que ha quemado las páginas que pudiesen despertar inquietudes, evitando así la trascendencia del libro como semilla del criterio y su evolución.

La joven Clarisse McClellan fue quien despertó la inquietud de Guy Montag. Cual Winston en el 1984 de Orwell, Montag da por comenzada una empresa en busca de aquello que hay detrás del régimen, detrás de la imposición y la censura. Así el personaje comienza su búsqueda por una verdad ajena a su oficio. Cuestionando en consecuencia la inercia de sus actos.

“Ese idiota subconsciente que balbucea a veces separado de la voluntad, la costumbre y la conciencia.”

Beatty es la voz del régimen. Beatty es el líder de la depuración. Una nueva cultura ha degenerado más que trascendido. Una sociedad sedada, pasiva, inerte.

“Las cosas comenzaron a ser masa. Y como eran masa, se hicieron más simples”.

Es curioso que Bradbury pretenda predecir con su novela que el entretenimiento solape al oficio de la lectura de libros. No está alejado de lo cierto. Indica que “muchos” solo conocerán un resumen de otro resumen. La aparente fatiga de la lectura extensa se hará más marcada con el pasar de los tiempos y así las gentes estarán cada vez más lejos de la intención de muchas obras clásicas, de muchas teorías, de “mucha ficción innecesaria”…

“Se abreviaron los años de estudio, se relajó la disciplina, se dejó de lado la historia, la filosofía y el lenguaje. Las letras y la gramática fueron abandonadas, poco a poco, hasta que se las olvidó por completo. La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. Divertirse sí, pero después del trabajo.”

Aporta Bradbury a su argumentación:

“…y el hombre no tiene tiempo para pensar mientras se viste a la hora del alba, una hora filosófica, y por tanto una hora melancólica. La vida se redujo a ruidos e interjecciones.”

Beatty ejerce la figura del bloqueo que impide la evolución del criterio libre. Enfatiza en su desempeño un símil: la figura de un dique… Un dique contra el torrente de “pensamientos y teorías”, de “melancolía y filosofía lóbrega”. No concibe el libre albedrío, la voluntad o la autonomía ¿para qué? ¿no desean ser felices? Les damos entretenimiento -dice con más cinismo que vehemencia- “Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo. Saca la bala del arma. Abre la mente del hombre. ¿Se sabe acaso quién puede ser el blanco de un hombre leído? ¿Yo? No puedo aceptarlo… El centro de nuestro comprensible y recto temor a ser inferiores. El bombero se transformó en censor, juez y ejecutor oficial. Eso eres tú Montag, y eso soy yo…” “No aflijamos a los hombres con recuerdos, quemémoslo todo. El fuego es brillante y limpio.”

De esta manera se simplifica la vida optando por una opción única que le impida pensar en otros aspectos de una misma cuestión.

La argumentación de Beatty es una sacudida a los sentidos de Montag: “Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse…”

Luego está la figura de Faber, que emprende una rebelión con Montag. Faber dice que los buenos libros tienen “poros y rasgos”, pues en ellos se descubre que hay vida “abundante e infinita”. Dice Faber también: “¿Comprende ahora por qué los libros son temidos? Revelan poros en la cara de la vida. La gente cómoda sólo quiere ver rostros de cera, sin poros, sin vello, inexpresivos. Este es un tiempo en que las flores crecen a costa de otras flores, en vez de vivir de la lluvia y de la tierra…”

Montag es descubierto, su casa debe ser quemada pues escondía libros en ella. Su plan de acabar con los bomberos es impedido por la circunstancia que le sobreviene, pero alcanza a exterminar a aquel que pretendía inducirlo nuevamente a su estado autómata.
Bradbury dispara a través de Faber: “Hay que fundir el esqueleto, y modelarlo de nuevo”… “La civilización se resquebraja. Apártese de la máquina centrífuga”.

Solo el tiempo dirá si la incombustión de las ganas soportará un futuro en donde la indiferencia ante los libros sea ese fuego que los lleve a la temperatura de 451 grados Fahrenheit. El mundo moderno demanda el resumen del resumen, no hay tiempo para sentarse a pensar, no hay tiempo para leer más de cien páginas. El tedio, la falta de concentración y de interés se excusan tras una sentencia gerencial que impone tanto celeridad como síntesis.

Dejo abierto el desenlace para no develar el final de novela a quien desee leerla… Vivimos en un mundo cada vez más distópico, absurdo y autómata. La sociedad de consumo es un monstruo de mil cabezas, ese monstruo mainstream que nos lanza dentelladas día a día, y nosotros, sin sabernos devorados, le acontecemos a la vida, con nuestros sesgos, somatizando traumas entre coloridos atardeceres y oscuras tempestades, creyendo entender unos más y otros menos…
¡Bravo Bradbury!Fahrenheit 451 (1).jpg

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