Hay quiénes afirman sobre la filosofía que les resulta realmente relevante y ella se hace o realiza, salvo honrosas excepciones, al margen de la "academia". Pero no debe ser así, aunque es una realidad innegable. Y me parece que esto no se debe a la hiper especialización, que exige pensar con microscopio, ni a la obligación cuasi industrial de producir papers; sino a que en el mundo de la filosofía universitaria, decir lo que realmente piensas te puede costar la profesión, como en otros planos.
Seguramente.
En este sentido, la filosofía de universidad no difiere mucho de otros ámbitos laborales, aunque ella no se circunscriba solamente a la universidad como espacio físico ni mucho menos a una prosopopeya de las aulas, en los que una expresión sincera nos puede hacer perder la simpatía de la autoridad de turno.
Así, el pensador, más que limitarse por aquello de algún evento o de profesión, cuyo pan depende de estar siempre en la zona diplomática, termina por calcificar su inteligencia en temas inofensivos por abstrusos, para evitar toda cuestión que comprometa la conservación de su fuente de ingresos.
Paradójicamente, resulta más práctico especializarse, poner el pensamiento a salvo. Es más seguro que hablar de "esto" y de lo "otro". Al fin y al cabo, no es la filosofía la que nos da de comer, pero pueden hacer muchas variantes para mantener esa autonomía personal y viral como elemento realmente liberador y revolucionario.