Desde que el ser humano es lo que es, siempre tendrá preguntas que rondaran su cabeza una y otra vez, la filosofía trata de responderlas lo mejor que pueda, lo cual nos deja en claro que ninguna respuesta es verdadera y no hay una verdad absoluta a la cual el ser humano deba aferrarse como si esta fuese la única verdad.
Ya tocado este punto hoy intentare responder y dar una breve reflexión y retrospectiva de una pregunta que el ser humano se ha hecho durante años: ¿hay vida después de la muerte?
Biológicamente hablando el ser muere y su cuerpo queda hay ¿pero? ¿que hay mas allá? Hay muchos testimonios a lo largo de los siglos que nos indican que hay algo mas allá, luces al final del túnel, apariciones de antiguos difuntos, entre muchos otros pero ¿esto es posible? Desde la antigua filosofía Griega se nos menciona la aparaciones de almas (del latín Anima) Según Timeo el alma estaba compuesta de idéntico y lo diverso, y nos planteaba la existencia de de que los dioses crearon dos almas mortales: la pasional, que reside en el tórax, y la apetitiva, que reside en el abdomen.
Para Aristóteles el alma era una forma específica de un cuerpo natural que en potencia tiene vida, También la entiende como "la esencia de tal tipo de cuerpo." La forma o esencia es lo que hace que un ente sea lo que es. Por esto entendemos que el alma es lo que define a un cuerpo natural. Por ejemplo, si el oído fuera un animal, su alma sería el escuchar y su materia el propio órgano del oído. Un oído que no tuviera la función de oír sería un oído solo de palabra. En este caso, el alma configura la materia en un cuerpo natural organizado.
La visión dualista se desprende del platonismo (escuela de Platón) que se imaginaba el alma como algo independiente, parte de lo divino y de lo bueno, como una hoja blanca metida en un pobre sobre material del cual urge liberarse. Sin embargo el monismo aristotélico permite entender al ser humano como una unidad conformada de cuerpo y alma dando el justo valor al cuerpo al no entenderlo como la prisión del alma (como hacía Platón), sino como parte esencial de lo que es el hombre.