Piel Sucia. (Fin del capíitulo I)

in findecapitulo1 •  7 years ago 

− ¡Despierten, es hora de desayunar! –Le gritan desde fuera de la habitación.
El niño se pone de pie, mira a su alrededor y ve a los otros niños es-tirándose y bostezando. Es muy temprano, desconoce la hora, puesto que no tiene reloj. Se pone en marcha, va al baño acompañado de los demás niños. En el baño y comienza a lavarse los dientes, se mira al espejo, y observa su rostro decaído y triste. Piensa en el porqué está allí, no lo entiende y está en busca de respuestas. Pobre niño desamparado, sin conocimientos, sin ideas, solo espera a un milagro, ese milagro que estamos esperando todos cuando estamos estancados. Él es solo un niño, 8 o 9 años tendrá como máximo, no tiene amistades allí, no se entiende con los niños de su edad, y con los jóvenes prefiere no cruzar miradas. Se termina de lavar los dientes y sale corriendo hacia el comedor, ya conoce la rutina y no desea quedarse sin asiento. Llega, se sienta y se encoge de hombros, coloca su frente contra la mesa y se recuesta. Se queda dormido.

En el fondo la inmensa pradera lo espera, sale corriendo, es lo único que desea, sentirse libre. Volar sin alas, correr sin piernas, hacer lo imposible con las herramientas posibles, pero se va deteniendo al ver a dos personas que están de espaldas. Se detiene dudoso, camina lento y se acerca, pero mientras más se acerca, las personas se alejan sin dar un paso. Se vuelve a detener, el acto lo llena de impaciencia y miedo. Empieza a caminar de nuevo y las personas dejan de moverse. Camina más y más rápido hasta el punto de empezar a correr y empieza a acercarse. Llega al lugar y se acerca poco a poco hacia las personas, decide caminar lento, pues tiene miedo. Finalmente está lo más cerca posible a las dos personas, puede ver que es un hombre alto, robusto, cabello largo, pero como está de espalda no logra ver su rostro, y la otra persona es una mujer alta y delgada, con ropa ajustada y zapatos altos, con una figura muy femenina y sobre todo un cabello muy largo que rosa sus muslos. Da el último paso y toca a la mujer, le toca el brazo con miedo y queda esperando su respuesta. No se voltea, él se queda pensando, así que decide caminar un poco más y postrarse frente a ellos. Da la vuelta y empieza a mirarlos de abajo a arriba con algo de miedo en el corazón. Los zapatos del hombre son grandes y anchos, negros con trenzas largas, el jean es ancho y también negro pero tiene retazos de grises y algunos rotos, aun-que no parecen naturales, no entendía porque tenía tantos raspones detrás de esos huecos. Sigue subiendo y ve que la camisa está por dentro del jean, tiene una chaqueta negra de cuero que lo cubre y se mueve a causa de la brisa, cuando está llegando a la cara del hombre la mujer da un paso hacia delante, así que el niño desvía la mirada hacia ella y solo puede ver el cabello largo ondulado y rojizo, con rostro fino y blanco como la leche, cuando se fija en los ojos, estos le hacen dar vueltas hasta que escucha: −Despierta niño−.
El niño se encontraba postrado en el comedor, su cabeza yacía en la mesa al momento de abrir los ojos, sólo sentía como lo estremecía una fuerza mayor, cuando levanta la cara con la más imperturbable calma, alza la mi-rada y ve a la coordinadora quien lo ve con molestia, pero él no hace caso a su mirada, simplemente se acomoda en su sitio hasta que la coordinadora deja de moverlo y decide irse. Poco después sirven el desayuno, él decidió olvidar que era, solo comió, no pensó, solo actuaba.
Termina de comer y se levanta, debe llevar la bandeja hacia la cocina, donde alguno de ellos deberá esperar a que todos terminen de desayunar para lavar las bandejas como comúnmente se hace en ese lugar. Deja la ban-deja, y decide ir a la biblioteca, ya empezó a pensar. Llega a la biblioteca y empieza a buscar libros de portada llamativa. Sigue ojeando los libros, ninguna portada le llama la atención, hasta que por fin. Una y para suerte de él, le habían enseñado a leer ahí mismo, aunque pocos iban a la biblioteca, él sabía que la mejor forma de agradecer ese gesto, que alguien puede hacer por ti, es ir a la biblioteca y leer algo de literatura. Narraciones, ve en la portada, de pie de página ve el nombre del autor; Poe. La verdad es que la portada no era muy llamativa, pero ya se había cansado de pasar los libros, y simplemente decidió tomar este al azar. Abrió el libro y cuando se decidió a leer, el timbré sonó. Sabía que debía estar allí lo más rápido posible, así que salió corriendo y sin darse cuenta se llevó el libro.
Llegó al patio y vio a todos hacer las filas, cuando se integró en la correspondiente se dio cuenta de que el libro estaba en su mano, cómo no pu-do darse cuenta de que había corrido con un libro todo este tiempo. Estaba pensando en lo que le ocurriría si no estaba en la fila al momento de que dijeran su nombre, pero también que harían si le descubrían con el libro, debía buscar un lugar donde meterlo, pero para su fortuna no tenía algo en donde guardarlo, así que decidió mantenerlo en las manos y esconderlo hasta el último momento.
Empezaron a nombrar a los jóvenes, todos levantaban la mano de forma recta. Hasta que llegaron a su nombre y el pobre niño gritó -¡Aquí!- ¿Pero en qué pensaba? Al momento de responder no se debía hablar, simplemente se levantaba la mano y ya. Ahora empieza a sudar porque sabe lo que pasa cuando las reglas no se siguen, aunque él dice que es lo mismo, lo importante es que se encuentra presente, los jefes argumentan que mientras menos se hable más podremos pensar en nuestros actos para cuando toque hablar sea de manera contundente, creen que cualquier otra palabra, que no sea para opinar de manera coherente, es una palabra perdida. Por eso los jóvenes y niños siempre están en completo silencio, parece difícil para esa edad, pero los castigos hacen que tu manera de ser y actuar cambien. Así que, qué le esperará a este niño luego de haber desperdiciado una palabra.
Las gotas de sudor caían por su rostro, en su mano el libro, que aunque no fuese robado, los jefes no lo entenderían. Se acercaba uno de los jefes, alto, bastante gordo, con barba larga negra y esbelta. Producía temor con cada paso que daba, los pasos sonaban fortísimo. Los otros niños solo miraban al frente, sabían que si volteaban sufrirían graves consecuencias. El jefe seguía acercándose hacia el pequeño, que cada vez lucía más pequeño. Sentía como la adrenalina corría por su cuerpo, el libro en su mano izquierda pesaba más, considerando incluso lo pequeño que era. No sabía qué hacer, conocía muy bien las reglas, días en el encierro le enseñaron a aprendérselas. Ahora que debía hacer, no quería estar más en el encierro, y sabía que el libro en su mano lo llevaría directo allá. Pero su sentido se activó, no podía esperar más a que el jefe se acercara. Tomó por una de las esquinas el libro, lo sujetó con fuerza, no sabía qué hacer, pero su corazón lo guiaba. Tiró fuer-te el libro hacia un lado con suficiente fuerza que quedó bastante lejos de las filas, y tan rápido que ninguno de los jefes se dio cuenta, o bueno, eso le pareció a él.
−Conoces las reglas. –Intervino el jefe gordo.
−Lo sé. −Dijo el niño asustado, mientras una gota de sudor caía por su mejilla. Su ojo izquierdo intentaba lanzarse hacia donde se hallaba el libro, pero fue interrumpido por el jefe.
−Me temo que tendrás que seguirme. –Tomó al niño por el brazo jalándolo bruscamente.
Sin responder, el niño era arrastrado por el jefe, mientras volteaba la mirada hacia donde habría caído el libro para recordar su lugar, y allí estaba, completamente negro, con letras brillantes y esperando por su llegada.
Llegaron a la habitación del encierro, un terrible cuarto de paredes negras con ventanas pequeñas y poca iluminación, en donde se le dará un libro con las instrucciones que debe seguir para ser un buen recluta. Sí, estaba en un orfanato militar.

−¿Conociste a tus padres? Los verdaderos –Preguntó ella mientras lo miraba con ojos penetrantes.
−No, solo recuerdo ese orfanato, la habitación y el tiempo que estuve allí, las cosas que vi y todo aquello que aprendí.
−Tal vez aun estén vivos, ¿no has intentado buscarlos?
−La verdad, ahora no necesito preguntas sobre mi pasado, solo quiero encontrar la verdad sobre la muerte de ellos.
−No volverán de la muerte si haces eso.
Allan se levanta de la silla enojado.
−No te permito que hables de su memoria así, aquí no. No quiero traerlos de vuelta, solo quiero hacer pagar a los culpables. No merecían ese final. ¿Crees que merecíamos eso? ¡NO! Nadie lo merece.
−Tranquilo Allan… mi intención no fue irrespetarlos.
−No estaré tranquilo hasta encontrar todas las pruebas.
− ¿Y si el rumor es cierto? –Ella se levantó−.
−Ese es mi mayor miedo, encontrar la verdad y saber que… que los medios mintieron sobre sus muertes.
−Él la mató, Allan, y luego se suicidó.
−Esa no fue lo que pasó –Dijo Allan−. Tú los conocías, conocías su amor. Tú los viste, los veíamos todos los días. Era imposible que eso sucediera.
−No lo sé, todo es muy confuso. Pero sabes que estás buscando asesinos donde no los hay –Asimiló ella−.
− ¡Si los hay, yo lo sé! –Allan se sentó de nuevo, con brusquedad−.
−Quisiera creerlo. A veces no entiendo donde colocas tu cabeza, siempre te vas. Buscas excusas para alejarte de nuestra realidad…
− ¡NO QUIERO REGAÑOS! –Grita enojado y se vuelve a levantar miran-do a Kate con furia−si viniste para hacerme cambiar de opinión, puedes irte. Lo hiciste una vez, lo puedes volver a hacer. –Caminó hacia la ventana−.
−No me iré de aquí sin que vuelvas conmigo, y olvides todo este juego de justicia apasionada, que solo acabará matándote. –Kate se levantó y se dirigió hacia la ventana−.
−No lo entiendes, nunca lo has hecho. ¿Crees que fui al banco por justicia? No me interesa para nada la justicia. A diario los cancilleres, presidentes y empresarios roban. ¿Quién hace algo justo? ¿Quién les dice que está mal? Si son ellos mismos que los colocan ahí para que roben, para fingir que vivimos una vida increíble, que lo tenemos todo, y que sólo importa tener nuestras cuentas llenas y con eso nuestras familias estarán felices. Mentira, mienten a diario ¿Y qué hacemos?
−Así es el sistema Allan, no podemos hacer nada en contra…
−No estoy haciendo nada en contra. ¡Que se pudra el sistema! ¡Que se vayan al infierno! Solo quiero encontrar a los asesinos de mis padres ¿es muy difícil de pedir?
−Yo también quisiera hallarlos, pero es imposible, no tenemos ni una sola pista.
−¡Tú no! Yo hallé una que me llevó directo a los hombres del atraco al banco. La busqué por mucho tiempo pero ese día la encontré.

8:45 de la mañana. Allan cierra la puerta de su casa, el sol caliente le pega directo en la cara, la luz deja ver el rostro descuidado con unos ojos de color café claros. Con una mirada seria, Allan emprende su caminata. En su cintura lleva una Steyr M, entre la bota y su tobillo un cuchillo arrojadizo. Sus botas negras marcan un ritmo apropiadamente militar, y aunque son muy pesadas, no emite ningún sonido al caminar. Las personas lo ven con mirada temerosa, pues es lo que él mismo ha querido expresar. Sigue caminando, cerca de su casa una patrulla policial que hace la ronda normalmente todas las mañanas. Pasa cerca de la patrulla, los agentes lo miran detenidamente mientras el hombre camina con paciencia y mirando hacia el frente. Los policías hacen caso omiso y siguen oyendo la radio. Sigue su larga caminata, después de media hora llega a una cuadra que se encuentra rodeada por policías, o bueno una parte de la cuadra, detrás del banco había un comercio que se encontraba abierto aun con el alboroto que había en el banco internacional. Entra pide una barra energética, la paga y se pone en marcha. Afuera de la tienda observa a un hombre con un rifle largo en sus manos apuntando a un trabajador del banco. Seguido del hombre, tres hombres más con armas largas, encapuchados y con blindaje corporal. Cuando uno de los hombres se percata de que Allan lo miraba comiéndose una barra energética, le dispara al rehén. Un tiro sin eco sonó en toda la calle, quién sabe si más, el hombre se disponía dispararle a Allan, hasta que este se puso en marcha y se deslizó hacia un contenedor de basura cercano. Los tres hombres empezaron a disparar también, mientras que sólo se escuchaban los disparos y el sonido de las balas dando en el contenedor. Allan terminó de comerse su barra energética, mientras su adrenalina empezaba a subir, se sacó de su cintura su pistola, la cargó y esperó. Los disparos no cesaban. Se aproximaron tres oficiales a ese callejón y se cubrieron. Empezaron a disparar en contra de los cuatro hombres que empezaron a disparar contra los policías hiriendo a dos de ellos, uno se quedó observando a sus compañeros en el suelo. Pidió refuerzos y unidades médicas. Allan se levantó, aprovechó la oportunidad de los hombres, quiénes estaban recargando y disparando en contra del oficial que quedaba, mientras que Allan empezó a disparar. Un disparo certero en la cabeza, hizo caer al hombre que enfrentaba a los policías. Allan siguió avanzando mientras dos de los hombres huían con las bolsas de dinero, estaban lejos, quizás unos 50 metros. Subió el arma, apuntó y disparó. Solo dos disparos sonaron en ese momento. Los dos hombres cayeron al suelo.
Allan salió corriendo hacia el callejón donde estaba el último hombre arrinconado con su arma. Se escuchaba el desespero dentro del banco, al parecer adentro había más hombres. El hombre del callejón se levantó y cayó. El disparó sonó con mucho eco, y la pared quedó manchada de sangre. Allan entró al banco. Se cubrió a una pared. Veía que solo quedaban cuatro hombres más con armas largas. Uno de ellos estaba disparando contra los policías desde una posición ventajosa. Otro de ellos se encontraba amedrentando a los rehenes, quiénes se estaban en el suelo con las manos en la cabeza, los últimos dos estaban en la bóveda, que ya se encontraba abierta. Allan se puso en marcha hacia la bóveda, le disparó a uno, y como seguían disparando en contra de los policías, no se escuchó. El hombre que recogía el dinero sintió una pistola en su cabeza y volteó, miró a un sujeto alto, joven y de mirada seria. Lo pateó, le quitó el arma, y lo golpeó varias veces con la pistola, mientras preguntaba.
−¿Dónde está tu jefe?
−No… no lo sé… −Dijo con miedo el joven.
−¿Dónde está? –Lo golpeó fuertemente.
−No… no… vino…
−¡MENTIRA! –Gritó Allan.
−Mira men, no sé a quién buscas… No lo sé.
−Busco a Mendez. –Lo golpeó de nuevo.
−Mendez no está aquí… los jefes no hacen el trabajo sucio…
−¿Dónde lo consigo?
−Si te digo, me matarán… −Se acomodó en el suelo.
−Si no lo haces, yo te mataré... –Miró el arma para comprobar que tenía balas.
−Oye, la última vez que nos reunimos estaba en su escondite. En el barrio desk. Eso fue hace dos días. Tiende a cambiar de lugar…
Allan le disparó directo a la cabeza.
Salió de la bóveda, y observó que los dos seguían allí. Ahora los dos estaban disparando. Se posó detrás de ellos y los llamó…
-¡Hey! –Subió el arma.
Los hombres dejaron de disparan y se disponían a matar a Allan cuan-do sonaron dos disparos seguidos… Cayeron al suelo.
Allan salió por donde había llegado, salió caminando y volvió a entrar a la tienda donde había comprado la barra energética. El policía que estaba en el suelo había sido atendido, pues había sido herido en el brazo. Fue el único oficial que lo vio entrar y salir. Los refuerzos tardaron porque no podían salir de la zona de fuego. Las otras calles habían sido trancadas con furgonetas abandonadas para ayudar a los ladrones a que no tuvieran mucha compañía policial. Allan compró un café y salió de la tienda, caminó unos metros, lejos de la zona roja y paró un taxi. Se montó y el taxista se volvió para preguntarle a donde debían ir.
−¡Al barrio Desk! –Dijo.
El taxista se detuvo junto a una tienda de comida rápida. Allan pagó la tarifa y se bajó del auto. Comenzó a caminar, observando a las personas que caminaban con apuro y desespero entre las calles y los vendedores. Caminó aproximadamente una cuadra. Llegó a una esquina donde se encontraban tres hombres altos, con ropa negra, pasamontañas y bolsos de lado. Allan se detuvo, y disimuladamente se metió en una tienda de mascota, pidió el baño y entró rápidamente sin hacer mucho ruido. Se bajó los pantalones hasta dejarlos caer al suelo. Sacó la pistola y quitó el cartucho, para colocar uno nuevo. Cargó el arma. Levantó los pantalones y se lo abrocho. Metió la pistola en su cintura y salió del baño. Al salir de la tienda, observó a los hombres que hablaban entre ellos. Las demás personas seguían caminando sin saber lo que ocurriría en ese lugar. Allan se acercó un poco más sin apartar la mirada de los hombres, quiénes seguían hablando entre sí. Mientras más cerca estaba de los hombres Allan, más caminaba lento, hasta que llegó al lugar y solo dijo:
−¿Dónde está Mendez? –Miró a los tres sujetos.
−¿Quién eres? –Preguntó uno de ellos, el más alto de todos, y tenía mi-rada perdida.
−No es tu problema. –Allan se acercó al sujeto.
Los tres hombres colocaron su mano en el bolso tratando de amena-zar al sujeto que les había gritado. Allan sin pensarlo golpeó a uno de ellos, al más alto, con la mano derecha. El otro se fue encima de él, mientras que las personas empezaron a ver la pelea que se estaba formando entre los sujetos. El otro hombre, −El cual tenía un suéter azul con gris− que no había hecho nada, metió su mano en el bolso, y sacó su arma. Allan se defendía del que lo tenía agarrado por el cuello estrangulándolo, mientras que el que había sido golpeado se recompuso y fue a golpearlo en el abdomen, y este se movió hacia la izquierda, así que el golpe lo recibió quien estaba sujetando a Allan. El hombre lo soltó−soltando un leve grito− y Allan pudo sacar su arma, la cargó, y apuntó a la cabeza del hombre alto. Sin pensar disparó. Las personas empezaron a correr en todos los sentidos. El hombre con el arma, se asustó al escuchar el disparo, así que decidió apuntar en contra de él pero cuando fue a disparar ya era muy tarde puesto que Allan ya había jalado el gatillo, la bala salió con una velocidad increíble y entro en el cráneo del hombre tan rápido que en segundos su cuerpo ya estaba en el suelo. El último hombre salió corriendo hacia dentro del edifico que estaban cuidando, pero fue tarde, −sonaron tres disparos− las balas entraron directo a la espalda del vigilante.
Subía las escaleras con prisa con el arma entre sus manos. Llegó al primer piso y un hombre salió corriendo con un AK-47 en sus manos y abrió fuego contra Allan, que logró cubrirse en una pared. Los disparos eran estruendosos. El sujeto se mueve de posición y se cubre para recargar, para suerte de él llegan tres sujetos más a disparar en su contra. Los disparos no cesan. Sabe que debe moverse de posición, pues su posición es desventajosa. Espera a que los disparos cesen y sale corriendo para colocarse detrás de otra pared que estaba cercana. Los hombres no se dieron cuenta, ya que se encontraban cubiertos. Descubre que puede seguir caminando por ahí, así que se coloca en marcha. Afortunadamente para él, el pasillo rodeaba el lugar en donde se encontraban los hombres, esto le dio algo de ventaja que él aprovecharía.
Cubierto en la pared, cargó el arma, no sabía cómo salir de ahí, pero debía buscar respuestas. Tres cartuchos con 12 balas cada uno, más el cartucho con menos de 7 balas que tenía en el arma, era lo único que le que-daba. Cubierto a la pared trata de mirar hacia donde estaban los sujetos, quiénes aun se encontraban mirando hacia la antigua posición de Allan. La pistola se estaba haciendo más pesada, pero la tomó con firmeza, salió de la pared y abrió fuego contra los hombres que no tuvieron tiempo para voltearse y para cuando lo hicieron ya las balas habían entrado al cuerpo. Uno de ellos cayó con sangre en el rostro, la bala le había entrado por el ojo izquierdo, matándolo de inmediato. El otro pudo abrir fuego contra Allan, y una bala fue directa a su brazo izquierdo, quién enseguida soltó un grito de dolor, y bajó el arma. Ese mismo hombre se encontraba ya en el suelo, se dispararon al mismo tiempo, solo que el desgraciado no tuvo suerte y cayó con cuatro heridas en el pecho.
Allan se retorcía del dolor mientras tomaba su brazo con fuerza. El otro hombre que no sufrió heridas puesto que fue el único que corrió a cubrirse fue directo hacia el segundo piso con el arma en manos. Se levantó y quitó el cartucho de la pistola para colocarle otro. Se puso en marcha, mientras tomaba el arma con una sola mano. Subió las escaleras tratando de seguir el ruido que se estaba formando arriba. Al llegar al segundo piso el hombre que había escapado, lo esperaba para matarlo. Abrió fuego a quema ropa. Allan se cubrió rápidamente en una habitación mientras esperaba que este hombre dejara de disparar. Cesaron los disparos, el hombre armado subió corriendo al tercer piso. Allan hizo lo mismo, llegó al tercer piso y nueva-mente fue recibido con una lluvia de balas. El hombre disparaba, mientras iba caminando hacia atrás, donde finalmente entró en un departamento. Al parecer los hombres que se encontraban en el departamento no se habían enterado del intenso tiroteo que estaba ocurriendo así que cuando vieron Lucas entrar con su SMG y alertado, dejaron a las prostitutas a un lado para tomar las armas. Uno de ellos, Felipe, llamó a Mendez para informarle lo que sucedía. Pensaban que se trataba de algún policía así que decidieron esperarlos ahí con todas las armas que tenían.
Allan sabía lo que pasaba allí dentro, así que hizo un esfuerzo y tomó el arma con las dos manos y fue directo hacia el departamento. Se pegó a la pared y de inmediato los disparos empezaron a llover sobre la puerta y pared. Su brazo seguía sangrando y él ya sentía que las luces se estaban apagando. Tomó un respiro profundo, y el dolor agudo y caliente se seguía intensificando. Los disparos cesaron y cuando fue a disparar contra ellos una granada explosiva rodó desde dentro del departamento y se chocó contra la pared donde él estaba cubierto. Al verla, Allan salió corriendo en dirección contraria pero solo dio cuatros grandes saltos, y la explosión ocurrió estremeciendo todo el piso y destruyendo parte de la pared. Allan salió impulsado con la explosión y se pegó contra una de las paredes del pasillo. Los hombres empezaron a salir, tres de ellos con pistolas cortas. Allan había quedado en el suelo. Había mucho polvo lo que hacía el ambiente más oscuro. Los hombres se acercaron al cuerpo de Allan que parecía sin vida, pero que aún conservaba el arma entre sus manos. Uno de ellos le fue a patear el arma cuando este la tomó aun con más fuerza y disparó cuatro veces hacia la entre pierna del sujeto, este cayó encima de Allan lo que lo cubrió de las balas que los otros dos abrieron en su contra, todas las balas entraron directo al cuerpo que Allan tenía encima. Tomó su arma y empezó a disparar guiándose de donde sonaban los disparos. Los dos cayeron porque sus piernas fueron impactadas. Se quitó el cuerpo de encima, y recargó el arma, se acercó a los sujetos y los mató con disparos en la cabeza. Entró al departamento. Disparó contra dos que se encontraban cubiertos, pero Allan le dio en el pie a uno y cuando se retorció del dolor su cabeza se dejó ver y fue aniquilado. El otro salió corriendo hacia una puerta pero Allan le disparó dos veces en la espalda.
Las prostitutas ya no se encontraban en el lugar. Allan llegó a una habitación, al abrir las puertas, estaba Mendez fumándose un tabaco y con un AK-47 entre sus manos.
−Otra vez tú –Dijo Mendez.
−¡Sí! Te lo dije. Te iba a buscar hasta que me dieras tu respuesta. –Allan tomó una silla y se sentó.
−Deja eso así niño, no volverán. –Mendez se echó hacia atrás.
Allan se levantó de la silla y apuntó su arma contra él. –Dime ahora mismo quién los mató.
−¡Yo! –Dijo Mendez sin ningún tipo de remordimiento.
Allan se quedó paralizado ante esa respuesta. La respuesta lo volvió a sentar, se quedó pensando en qué hacer, estaba frente a quién había matado a sus padres.
−¿Por qué? –Preguntó Allan.
−Había dinero de por medio niño. Fui, entré, los vi en la sala de estar, los dos demostrándose amor. Mientras sus pequeños hijos estaban en un campamento vacacional. Iba a ser muy fácil que pareciera asesinato y suicidio…
−¿Solo por dinero? ¿Por quitarles lo que tenían? –Allan se levantó de nuevo y apuntó su arma contra Mendez.
−No niño, no fui a quitarles nada, ya había un adelanto por parte de al-guien que los quería muertos…
−¿Quién? –Allan lo interrumpió.
−Alguien que los quería muertos. –Respondió Mendez sin inmutarse.
Allan cargó su arma y preguntó de nuevo.
−¿Quién?
−Nunca conocí a esa persona. Me llamaron, atendí, fui y los maté. Me ofrecieron tres millones de dólares niño, por personas que ni siquiera conocía. No sé quién hizo esa llamada. –toma un tabaco y lo enciende.
−¿Tres millones costaron las vidas de mis padres? –Allan baja el arma y camina hacia la ventana, observa que el edificio estaba rodeado de policías y un escuadrón especial entraba al edificio. Mira su reflejo en el espejo y siente como cada pedazo de memoria de sus padres se va rompiendo cada vez más rápido. Respira profundo para aguantar las lágrimas. Baja la mirada observa el arma negra que cada vez pesa más. Siente como la sangre sigue saliendo de su brazo, cada vez siente menos el brazo. Mira de nuevo a la ventana y puede observar el reflejo de los padres sonriendo y tomando su espalda. La bestia despertó. Levanta el arma y apunta a la cabeza de Mendez, jala el gatillo, una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Allan no escuchó los disparos, las balas seguían saliendo hasta que se quedó vacío el cargador. Saca el último carga-dor que le quedaba. Recarga el arma y sigue disparando a la cabeza de Mendez, quién ya había dejado de existir, así hasta gastar ese cargador. Baja el arma y sale caminando, mete la pistola en la cintura y toma una SMG que estaba en el piso, la carga y sube a la azotea. Al salir camina hacia el borde del edifico y salta hacia la otra azotea. Empieza a caminar, ya no siente el dolor del brazo. Camina y camina, llega al otro extremo y vuelve a saltar, cayendo en otra azotea. Allí camina hasta la puerta y entra al edifico, donde empieza a bajar rápidamente. Llega a la calle, estaba muy cerca pero afortunadamente los policías desconocían que él había participado en el tiroteo. Allan se va caminando por las calles, cruza tres cuadras y toma luego un taxi que lo deja cerca de su casa. Al salir vuelve en sí y se da cuenta que ya la luna brillaba en lo alto. Saca las llaves y entra a su casa.
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