Crónica de una traición

in guaido •  5 years ago 


Por: Johan Rivas

El día 19 de enero del 2019 decidí asistir al Cabildo abierto, el lugar estaba abarrotado, la plaza el Llano quedó pequeña por la conglomeración de las personas, y ahí estaba yo, entre los espectadores escépticos, contemplando la verborrea estridente de un demagogo profesional: Williams Dávila Barrios, el gobernador vitalicio del Estado Mérida, diciendo lo que las personas querían escuchar, ocultando la realidad con mentiras muy bien elaboradas.

Una ráfaga de argucias que para cualquier no-escéptico de la realidad sería suficiente para convencerlo, emitían frases estridentes que intentaban avivar el apagado ánimo de las personas: “¡Díganle a sus hijos en el extranjero, que vayan preparando la maleta pa´ que regresen!” “¡Nosotros no tenemos horchata en las venas, sabemos lo que tenemos que hacer!”, “y que no empiecen a salir los desesperanzadores, porque en Política muchas veces 2+2 es 5”. Es la mecánica del demagogo muy bien lubricada, una vida viviendo del erario público, le han permitido pulirla hasta la perfección.

Ahí supuse que los cabildos solo están sirviendo para catapultar a vejestorios políticos que hace dos meses habitaban el olvido colectivo. Y total, las personas elogiaron semejante acto burlesco, en lugar de sentenciarlo.

Pero la crónica de esta traición empieza el 23 de enero de 2019, el entonces poco conocido Juan Guaidó, en medio de la monumental concentración desde la plaza Juan Pablo II de Chacao se juramentó como Presidente encargado de Venezuela: “En mi condición de Presidente de la Asamblea Nacional, invocando los artículos de la constitución Bolivariana de Venezuela, ante dios todo poderoso, Venezuela, el respeto a mis colegas diputados y miembros de la Unidad, ¡Juro! asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como el presidente encargado de Venezuela, para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres, si así lo hiciere que dios os lo premie, sino que os condene", aseveró con la mano derecha alzada. 

Este salto a la palestra pública, no dejaba de causar asombro, no solo nos embarca en la empinada ruta de la libertad de un país que clamaba por un liderazgo consecuente, sino empieza a despertar las esperanzas desvalidas de toda una nación, y en lo que me concierne mi alegría fue mucho más que la expresadas por sus colegas diputados: Edgar Zambrano y Stalin Gonzales, mi cara no lucia tan larga, al contrario; empecé a creer un poco, pues las esperanzas son necesarias en tiempos de perdida de fe.

No obstante, en la ciudad de Mérida, luego de asistir a la marcha del 23 de enero, me quedó un sabor agridulce en la boca, conocí la forma más eufórica de perder mi tiempo, una sociedad acéfala que buscaba tomar la libertad por sus propios medios, dejada a merced de traficantes de esperanzas, era un punto de retornar a la incertidumbre y simplemente ser empujado por la fuerza de las circunstancias, guiado por la desmesura de las pasiones y el clamor de todo un país.

Y ahí estaba yo, de espaldas a la cama y sin poder pegar un ojo en toda la noche “¿se fue el tipo?” “¿llegaron los gringos?” “El hombre de la capucha será Guaidó?” era una especie de duende burlón que me despertaba por las noches, para ponerme al tanto de los acontecimientos en pleno desarrollo, y el estrés por la libertad le estaba pasando factura a mi estabilidad emocional.

2 de Febrero, 12:00pm, mientras preparo mi cartel para la marcha, converso con mí yo interno: ¿Cómo será el día de la libertad? ¿Se inundaran nuestros ojos de lágrimas de felicidad? ¿Se rebosaran las calles de Venezuela y nos abrazaremos como hermanos y miraremos el horizonte con esperanza? 

- Creo que dejaré empeñado en la licorería mi teléfono para cuando llegue ese momento (Risas) alumbraban la noche sin servicio eléctrico. La libertad para aquel estaba tan cerca, que nos causaba asombro.

Al día siguiente, 3 de febrero salí a marchar con mi cartel “Presidente Guaidó, todo un país apuesta por usted. ¡Siga Así!” llegue al frente de la tarima y en mi modesta voz interior solo agradecía por sacar de las tinieblas las esperanzas de toda una nación, que antes estaban secuestradas. Era lo que se vivía en ese momento, la euforia que no se podía controlar, se me erizaba la piel al ver a las personas aplaudiendo, comulgando con todo un ideal de Libertad, y para ser sincero, no me molestó toparme nuevamente con el gobernador vitalicio, su discurso empezaba a parecerme simpático, recuerdo haber sonreído cuando dijo que en vez de Guantánamo, Maduro merecía pasar a la cárcel de Lagunillas, era las típicas cosas que la gente necesitaban escuchar, era su trabajo, inflarnos los sueños, sumergirnos en una espesa estela de humo, mientras la frase “Vamos Bien”, encajaba como anillo al dedo para la euforia colectiva.

4 de febrero: se cumplen 27 años del inicio de la desgracia en Venezuela, la AN realizaba una consulta pública sobre la ley de Amnistía y el país en la incertidumbre de la “dirigencia política”. En mi mente pensaba ¿Qué esperan para radicalizar la lucha con más acciones de calle sin retorno? ¿Qué esperan para llamar a una concentración en Caracas por la libertad de Venezuela? 

12 de febrero: Dos arepas con mantequilla en mi estómago un cartel y mi bandera tricolor, me aboqué al llamado de calle. La noche anterior había confirmado un punto de encuentro y para la mañana de ese día, maneja tres informaciones distintas de puntos de concentración. Mérida es una ciudad pequeña así que la desinformación no fue impedimento para el ejercicio de la ciudadanía. Llegué al lugar de la concentración, y honestamente no estaba tan motivado como en ocasiones anteriores, me acerqué a la tarima y luego de esperar por más de una hora, inició el evento, previamente condimentado con música tropical. 

La pasión desbordante de las masas repite falacias estridentes que emana de la dirigencia política: Vacío de poder, Usurpador, ¡Venezuela es libre! (Como si la libertad se plasmara en un decreto), ¡Sigamos en la calle!, Esperamos por la FAN. Frases rimbombantes que amargaban el día de la juventud. 

13 de Febrero: Empiezo a creer que la gente ignorante vive más feliz, y no se cuestiona el asunto de la libertad como problema ontológico. 

15 de febrero: La Ayuda Humanitaria se está instrumentalizando como campaña política (Maduro sigue en Miraflores).

23 de febrero: En Cúcuta el panorama es distinto el intercambio de piedras contra balas petrifica al mundo ¿Es suficiente acto para desnudar a una dictadura? ¿O aún pretenden revestirla con los harapos de la democracia?

En Mérida, se convoca a una concentración en el viaducto campo Elías, una vez más la ciudad ratifica su compromiso con la libertad, las parcelas de poder en distintos partidos se hace notar, la marcha termina por una visita al Batallón Campo Elías, era la típica tarea que asignan para maquillar la realidad, para fomentar la actitud genuflexa ante los esbirros del régimen, pidiéndole favores a quién solo acatan órdenes.

12 de Marzo: 120 horas sin luz.

17 de Marzo: Militares en la frontera a favor de Guaidó piden ser reubicados, lo están desalojando. 

No olvido aquellas largas noches, insomnios de un presidio que anhela libertad. Esos días de Febrero llenos de incertidumbre. Marzo intermitencia en la esperanza. Y un abril que pretendía colocar fecha de caducidad al Despotismo.

30 de Abril: Madrugonazo por la libertad, me desayuno una buena dosis de esperanza. La ciudad continúa respaldando los actos decisivos. Veo lágrimas en los ojos de muchos manifestantes, hambre, rabia, sed de libertad, euforia y alegría se juntan, se repite la escena de piedra contra balas. Escucho detonaciones de armas de fuego, la multitud se esparce del punto de encuentro, aquello era presenciar un juego de la ruleta rusa entre los esbirros y los mercenarios del Régimen, de a tres oportunidades para la resistencia civil. Colarme por escarpados callejones urbanos, saltando cercas residenciales, correr al escuchar cerca el ruido de los motorizados del mal, fue el día más cerca que estuve de la muerte. Jamás lo voy a olvidar. 

Hoy siete meses después del salto a la palestra pública, el panorama es distinto, lo que antes empezó con brío terminó con escalofríos, atrás quedaron esos días de euforia y esperanzas. Juan Guaidó logró en siete meses lo que ninguno de sus homólogos del fracaso había logrado antes: quedar mal ante la comunidad internacional y purgar con un laxante llamado Operación Libertad el espíritu de rebeldía alojado en las instituciones públicas.

La Tiranía, le encanta bailar en el borde, construye y arroja anzuelos desconocido pero apetecible para las esperanzas de todo un país. Hay quienes se tragaron el anzuelo con todo y plomada, hay otros –como yo- que solo confiaron porque era necesario, era lo que ameritaba el compromiso histórica por parte de la ciudadanía, el escepticismo, siempre estuvo de nuestro lado, pero las esperanzas también, era una dualidad necesaria, así lo ameritaban las fuerzas de las circunstancias y de la comunidad internacional.

Quería despertar en otra Venezuela, quería despertar con aires de libertad, palparla, respirarla en cada esquina, toparme con un desconocido y abrazarlo sin ninguna excusa, reencontrarnos como venezolanos.

Serán señalados con el dedo de la ignominia hasta el último aire de su existencia, les pesara como una lápida en su tumba, escribieron su nombre en las páginas protagónicas de la traición. Tengo todo el derecho de maldecir sus memorias, como los peores y más crueles enemigos de nuestro destino. No pretendan recibir aplausos por asesinar la libertad. 

¡Libertad, República y Honor!



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