Autoconciencia con placer hegeliano...

in hegel •  3 years ago 

UNA CAIDA DE LA AUTOCONCIENCIA EN EL PLACER COMO ALGO MÁS ALLÁ.

Cuando era el año de 1806 el gran Napoleón Bonaparte conducía a los ejércitos franceses a la entrada de la ciudad de Jena, ciudad en donde residía Hegel durante aquél tiempo. Siendo él testigo, de estos sucesos vería en Napoleón la figura de la universalización, de esta que había alcanzado la burguesía poco tiempo atrás durante los acontecimientos históricos de la Revolución Francesa. Esta constituye el apoderamiento de la burguesía capitalista europea de la totalidad del poder político. Lo cual en filosofía, se corresponde con el empoderamiento de la totalidad de lo real hegeliano.

Para Hegel la realidad es la realización de la historia humana, es el desenvolvimiento dialéctico. De este modo el sujeto se realiza, es decir llega al término de su viaje en la realización plena del Estado, en la realización plena de un pueblo libre, y es capaz de construir así su destino. Esto significa que es el en-sí-para-sí del sujeto que se construye desde el en-sí . Esta realización plena de su destino del sujeto ha ocurrido siempre, desde la etapa primigenia de Occidente, lo que cabría enfatizar es que no así en igual grado. El filósofo argentina Ruben Drí dice lo siguiente:

En el pueblo libre donde los dos momentos,
el de la universalidad, ámbito de la ética,
y el de la particularidad, ámbito de la moralidad,
se encuentran correctamente dialectizados,
el sujeto encuentra su plena realización, su destino.
Ello solo ha sido posible en el Estado moderno,
porque en la polis el ámbito de la universalidad o
de la ética no dejaba lugar para el individuo.

Reiteramos y sostenemos que esta dialéctica entre lo universal que corresponde a la ética, y lo particular que corresponde a la moral, siempre se ha realizado, y no es que haya sido posible solamente en el Estado moderno.

Es cierto que la individualidad como tal ha cobrado mayor presencia a partir de la etapa moderna, y ha encontrado su antípoda en la universalidad del absoluto que propone el Estado moderno. Pero sucede que aun cuando la individualidad no haya poseído en la época griega tal vigor, ella se encontraba latente.

De este modo es que se puede distinguir con cierta facilidad las antípodas de lo universal y lo particular en la era moderna, por el robustecimiento de la individualidad. Pero en la pólis la latente individualidad se hallaba entrelazada con el absoluto, con el universal con el alma colectiva. Entonces de esta forma, pues, de la representación de la inversión, que constituye la esencia de uno de los dos lados del mundo suprasensible hay que alejar la
representación sensible del afianzamiento de las diferencias en un elemento distinto de la subsistencia y representarse y concebir en su pureza este concepto absoluto de la diferencia como diferencia interna, como el repeler de sí
mismo lo homónimo como homónimo y el ser igual de lo desigual como desigual.

Así también se explicaría el placer como una postura filosófica en los griegos, siendo que justamente el placer es una de las vías de salida acostumbrada de la individualidad en contra de la universalidad. Esto ya se vislumbra en la época de la crisis de la pólis, y como ya se dijo cobra total fuerza en la época moderna.

Pero entonces este placer en que decae la autoconciencia, es una realidad, es parte de lo real, es racional, es parte del absoluto y siempre será. Más aún cuando la individualidad goza de salud en nuestros días. Pues al no haber ese reconocimiento de absolutos, de universales, la autoconciencia siempre se encontrará al acecho de caer en infinito malestar al que conlleva el placer, lo cual es inevitable. El siglo sexto de esplendor griego fue la manifestación plena del Absoluto, de esas pocas veces en que la universalidad se deja ver para que su presencia a los ojos de la finitud humana, sea el arquetipo de todo lo bueno que quizás nunca se pueda se alcanzar.

¿Y por qué se dice que el placer siempre será? Como si fuera el peor de nuestros males.
La autoconciencia se zambulle en la vida y se despeña en ella, y es así como pone en ejecución la pura individualidad en la que esa autoconciencia emerge o en que esa conciencia se amanece.

De esta forma es que el placer siempre será, mientras haya vida. Aquél es una salida del individualismo, más peligroso todavía cuando no se tiene presente lo efímero del existir, y la finitud a los que nos somete nuestra humanidad. Se da la tragedia del sujeto, porque el sujeto quiere experimentar el placer eternamente, y ello se vuelve imposible en la sola obtención del objeto, pues se requiere de otra autoconciencia para lograr la realización, se requiere del Absoluto.

Consideramos lo trágico como la desesperación ante lo inevitable del existir. La vida es una tragedia, y el placer siempre será una “opción”, es una de las estaciones obligadas por la que el sujeto viajero tendrá que pasar, pues es la única salida que parece ofrecer una cosa distinta, extraña a sí mismo, aunque en el fondo no lo es. Siempre se da una visión poderosa del pensamiento hegeliano.

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