Hola, Steemit y queridos helpienautas.
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¿Qué es Eco-pelican?
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Así pues, esta semana nuestro #Eco-pelican reconoce a tres grandes autores de nuestra plataforma, sin orden particular:
01
Como pétalos de rosas raras - Like petals of rare roses - Bilingûal poetry.
Yo sé que algún día aquí,
sobre la tierra, no estaré nunca más.
Habré partido
como los pétalos de rosas raras,
cuando los llama el viento.
Y esto no es una idea nueva
pues está en mi sangre, entre mis venas,
mis formas vuelan.
No es preciso pensar
en despedirse
en este preciso instante,
cada quien tiene claro su tiempo,
como toda materia guarda memoria
de su nada póstuma.
Con ver las hojas del otoño basta,
con ver un ramo de rosas, sobra.
Sé que un día, escondido
de noche en tus ojos
y de día en el esplendor de tu sombra,
me buscarás y ya no estaré allí.
Porque lo eterno vive de lo efímero,
como en nosotros, el dios que nos vigila
con tanto misterio con su perfil de ave
y en su vuelo que siempre está en la puerta.
02
Recordando a Whitman / Resembling Whitman
A veces, frente a algunas visiones, no puedo por menos que recordar la poesía de Walt Whitman y preguntarme: ¿naturaleza muerta o expresividad viva?.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.
03
Estimada gente: Comienzo a publicar un cuento de mi libro Un sueño comentado, editado por la editorial Norma en 2004. Es posible que aparezca en alguna página digital dedicada a la literatura; en realidad, lo ignoro. Como es un tanto largo, casi una novela corta, lo he dividido en nueve partes, con la esperanza de que no se haga pesado.
Una aventura en la selva (1 de 9)
Durante su juventud, mi padre se dedicó con ardor, casi con fanatismo, a la noble tarea de seducir mujeres. Acaso sólo por el sabor de lo exótico me gustaría contar una aventura que le sucedió bastante antes de yo nacer. Comienza en Ciudad Bolívar, antigua Angostura, la ciudad dominada por un río y una piedra, en medio de la selva, luego de una travesía remontando el Orinoco en un viejo carguero desde su desembocadura en el golfo de Paria.
No es la primera vez que hace el viaje y ya comenzaba a aburrirse. El esplendor de la selva llena de monos aullantes ya no es una novedad; tiempo ha que no teme a los caimanes que algunos tripulantes cazan por diversión, ni se asombra de los erguidos indígenas armados de arcos y flechas que contemplan el lento paso de la nave por las aguas donde ellos tienen señorío. Las estrelladas noches, las lujuriosas flores, el infinito verde dejan insensible su corazón. Mi padre no es indiferente a la belleza ni a la majestuosidad de la naturaleza; no quiero difamar su memoria en estos tiempos de éxtasis ecológicos; simplemente es un espíritu inquieto que no ha encontrado su destino, un errante de vocación atrapado en una cáscara de metal arrastrada por la corriente unas veces, luchando contra ella, otras; un alma con el fuego de la juventud obligada a contemplar la vida apoyada en la baranda de la cubierta, la vida que transcurre más allá de los bares de los puertos. En otras palabras: luego de dos años de navegación, mi padre, Emilio Arrioja, se muere de aburrimiento mortal.
Y es en Ciudad Bolívar donde decide poner tierra de por medio con su vida de marino. No es algo premeditado; al menos no lo piensa así cuando sale a caminar más allá de los, hasta ahora, límites infranqueables de la zona portuaria, después de la maniobra de atraque y de haber descargado las mercancías que había que descargar. Se separa de sus compañeros que en ese momento buscan los conocidos bares y las sempiternas putas. Emilio se aleja de sus compañeros, se interna en las empinadas calles empedradas, de casas grandes y altas ventanas como las de Cumaná, aún sin saber lo que hará con su vida. Se detiene a comer en un restaurante pequeño, sostenido como por milagro sobre una plaza de árboles frondosos; desde su mesa contempla el río marrón de aguas agitadas y la piedra en su centro como un amenazante animal paralizado a punto de sumergirse o de emerger, y más allá las copas de los árboles de donde sale una bandada de loros que cruza el agua y se pierde sobre los techos de la ciudad. La añoranza de la tierra firme se instala en él. Cuando termina su plato de pescado de agua dulce, pregunta al dueño si hay alguna pensión cerca donde pueda quedarse unos días. A media cuadra de aquí, le responde el hombre, hay un sitio decente y no es caro.
Paseará un rato más, disfrutando de no tener un rumbo fijo ni tarea alguna pendiente. Más tarde volverá al barco por sus cosas y su paga, se despedirá de sus compañeros y su patrón en términos amistosos –toda su vida conservará la facultad de caerle en gracia a la gente y, aunque no recomendada por el hombre del restaurante, es, en efecto, decente, limpia y barata. Una pareja de españoles, envejecidos antes de tiempo, la atiende con parsimonia y decoro. Se instala en un cuarto del segundo piso: una cama de hierro, un armario con espejo, un escritorio, una silla. Una ventana que da al río y a la selva. El baño es común y se encuentra en la planta baja. El desayuno y el almuerzo están incluidos en el precio. No se admiten visitas femeninas, ni masculinas. No se admiten visitas.
Emilio duerme hasta el final de la tarde. Cuando despierta está hambriento. Se dirige al pequeño restaurante cercano para agradecer al dueño su recomendación.
El hombre –Luciano Rojas, se presenta, para servirle– lo recuerda bien. Se estrechan las manos y pronto parecen amigos de toda la vida.
Luego de devorar un plato de tierna carne de lapa, acompañado de arroz, plátano frito y casabe, Rojas le informa que más tarde, en la parte trasera, habrá baile.
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Gracias a los autores presentados por su compromiso con el desarrollo artístico de nuestra plataforma. Por usuarios como ustedes, Steemit es un lugar mejor.
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A manera de despedida, queremos que recordarles que @pfunk y @ausbitbank patrocinan grandes proyectos y necesitan de la ayuda hispana para que continuemos disfrutando los beneficios de una plataforma saludable.
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Muchas gracias por el reconocimiento, @wilins, Helpie y Eco-pelican. Mantener la fe en tiempos aciagos no es fácil, pero ahí vamos.
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Muy merecido reconocimiento. Tres talentos valiosos para este ecosistema que no paran de producir gran contenido, de una sensibilidad artística inigualable.
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