Ahora bien, esto no supone que Estados Unidos nunca haya tenido experiencias o prácticas religiosas previas o durante la Independencia. El expositor recuerda que las confesiones nunca fueron obligatorias. No existió un programa sistemático de confesionalidad por parte del Estado. Incluso cuando existían iglesias estatales no eran minoritarias. Así existían tres iglesias en Estados Unidos y ninguna podía ser Iglesia nacional. Lo que existen son “denominaciones” que son grupos religiosos identitarios. Estas identidades religiosas conviven y el estado no puede interferir con el objetivo de no privilegiar a ninguna. Como afirma de José Casanova:
Es un sistema de reconocimiento mutuo de todos los grupos religiosos en la sociedad civil, sin ninguna intervención del estado. El estado no tiene ni siquiera derecho a reconocer unas religiones frente a otras. El estado no reconoce a ninguna religión en los Estados Unidos. No hay reconocimiento estatal ninguno. El único control estatal se da en el caso de que una religión quiera tener privilegios de impuestos, de la misma forma que cualquier sociedad sin beneficios económicos, que quiere librarse de impuestos. No hay ningún Ministerio del Interior, o de Cultura, o de cultos, que regule ese sistema de denominaciones. Y eso lleva a que el pluralismo cultural, el pluralismo religioso, sea algo constituyente del estado secular. (Casanova, p.116)
En esa medida Casanova encuentra un acierto en la propuesta de Taylor de un “estado neutral”; es decir, un estado que -aunque difícil de ser aplicado en la práctica – no privilegie, ni tenga preferencias, ni asuma relación alguna con las denominaciones religiosas y no religiosas. Este modelo es el punto de partida que- según el expositor- debería dar pie a una discusión más comprometida con la noción de laicidad. Es decir, intentar responder o problematizar la pregunta ¿qué es un laico? ¿qué modelo de laicidad deberíamos seguir? Y esta pregunta para el autor es fundamental debido a que el modelo de laicidad que hemos adoptado corresponde al europeo que no está alineado a todos los otros procesos de religiosidad, secularismo o laicidad alrededor del mundo, en una realidad distinta dentro de un mundo global, pluralizado, con modelos de multiculturalismo diferentes. (Casanova, p.117)
Casanova enlaza aquí una crítica interesante al recordar que en Europa el multiculturalismo es una realidad desconocida o conocida de manera muy limitada. Y esto, como bien afirma, sucede por la transición que se generó de un estado religioso del tipo confesional o una situación de uni-laical, que recién en los últimos años está comenzando a transformarse.
Lo que parece sugerir Casanova es que nos debemos sentir invitados a virar la mirada hacia otras formas de laicidad (coloca como ejemplo la situación en Senegal en relación al islamismo estatal), para examinar cómo viven sus procesos esas sociedades y poder reconocer las nuestras también, y así poder sumergirnos en la búsqueda de un secularismo o una laicidad a la medida de nuestras experiencias y nuestras realidades; donde el pluralismo pueda ser no solo garantizado sino también alentado. Y esto queda aún más claro cuando el expositor afirma:
… La idea que yo tengo, y es la aportación de Taylor, es pasar de la idea de laicismo para proteger al individuo de la religión, que era un poco el modelo francés, a un laicismo que permita y fomente el pluralismo religioso, cultural, de todo tipo, dentro del estado. No solo para permitirlo, sino de alguna manera, fomentarlo. (Casanova, p.118)
Conclusiones. -
No es solo acudiendo a las experiencias en Quebec, que José Casanova recuerda en el proceso de secularización que sufrió esta sociedad, adoptando un giro de 180° grados; en el que pasó de ser una sociedad mayoritariamente católica a una sociedad plenamente secular. Otra experiencia es la que narra en torno a Brasil, en la que las diversas formas de religiosidad permiten hablar de un pleno pluralismo religioso y secular. Otros procesos complejos son los experimentados en India o China.
En el primero la religiosa sirvió para contrarrestar el imperialismo político y en el segundo, se optó por suprimir lo religioso para poder hacerle frente al poder político. De este modo cada una de estas referencias permiten a Casanova reforzar su propuesta: la de acercarse de manera comprometida a través del análisis particular de cada experiencia específica, con la finalidad de comprender qué es lo que entendiendo por laicidad o secularismo; y qué camino deberíamos seguir en la búsqueda de una convivencia que garantice la pluralidad en una realidad contemporánea compleja y en sus palabras:
Lo que intento apuntar es que, a nivel global, nos encontramos con una crisis fundamental de tener que repensar y reformular, en todas partes, los laicismos y los secularismos. Y no se trata de la vuelta de la religión, de la vuelta a lo tradicional, sino que se trata de repensar el estado moderno, que permita precisamente el tipo de pluralismo cultural religioso con el que vamos a tener que vivir y convivir a nivel global de ahora en adelante, de una forma en que —sobre todo nosotros los europeos— no éramos conscientes. Creíamos que la religión ya se había controlado y dominado, que el problema de la religión se había solucionado. Habíamos sido capaces ya de crear estados laicos, de privatizar la religión, y creíamos que eso solucionaba los problemas. Está claro que hoy en día la situación no es la que imaginábamos. Todas esas cuestiones se están reabriendo, y habrá́ que repensar todos estos temas. Y pienso que este seminario, este diálogo, esta discusión, es parte de ese volver a pensar o replantearse la cuestión. (Casanova, p.120)
Y que si a esto le sumamos conceptos como el fenómeno del fútbol, el consumismo individualista como fenómenos desde una perspectiva de libre adhesión y fidelidad piadosa y fe incuestionable: muchísimo mayor que la que se puede pretender forzar y lograr con esto en los espacios, viéndoles cómo religiones no-tradicionales por todos los niveles de ritos, economías, estratificación, fidelidad y fe, etc., la extrapolación de la llamada nueva normalidad donde los derechos han sido recortados en la prácticas y generan desórdenes en todos lados. Ejemplificando que la gente desea vivir y que le dejen vivir, y en la muerte de uno de los jugadores más importantes del mundo del fútbol de todos los tiempos, se le reconoció que fue transparente, porque muchos sin verle cara a cara compartimos dolores y hasta penas, porque como reza la oración: … “Ea, pues Señora u abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro, muéstranos a Jesús fruto Bendito de tu vientre…”
Ya no hay seres transcendentes sino una mínima muestra de gozo superficial y explosivo jubiloso que se resume en gol, porque la ética de mínimos no es placenta ni gananciosa para nadie y ese puede ser su peor error, que “sentimos que todos perdemos porque no ganamos, estamos tan programados a ganar que, si no ganamos, perdemos y si perdemos no vale haber jugado la vida”. Esto tiene toda la consonancia con otro neokantiano, del pensador: Ernest Cassirer que nos dice cerrando que:
Ciertamente este bagaje que es poderoso y que valioso lo resume en la parte final: “Lo disonante se halla en armonía consigo mismo; los contrarios no se excluyen mutuamente, sino que son interdependientes: “armonía y contrariedad como en el caso del arco y la lira” (Cassirer, Antropología filosófica,334), este bello ejemplo de los opuestos que ya citaba el Oscuro y Genial Heráclito de Éfeso. Y que mejor contradicción que el más grande jugador zurda de todos los tiempos, no solo sea chato y regordete como el barrilete cósmico, sino que sean un mal profesional y mal ejemplo deportivo; pero la genialidad a veces lamentablemente brilla con más fuerza dentro de un cuarto con muchas sombras y oscuridad: la más triste de las realidades posibles...
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