Durante la segunda mitad del siglo XVIII, se llevaron a cabo en Latinoamérica complejos procesos reformistas, impulsados por las coronas españolas. Pero esas reformas “borbónicas” con el fin de renovar y fortalecer los vínculos coloniales, culminaron paradójicamente en la ruptura independentista. En un ámbito de luchas sociales y políticas que marcaron el transcurso de la historia postcolonial; permitiendo el nacimiento de una visión historiográfica que perdura hasta nuestros días. Una historia llena de transformaciones de las modalidades trabajo y producción, e importantes sucesos que permitieron la evolución de la economía, la agricultura, la minería, la producción textil, y sus modos de comercio y mercado.
Desde comienzos de la colonización, los intereses y fluctuaciones del mercado internacional, generaron flujos y mutaciones económicas; esto se vio reflejado de manera directa en la organización económica de la región, por ende, en los sistemas de trabajo y empleo de sus habitantes.
Por otro lado, la esclavitud, el trabajo indígena obligatorio y la importación de negros africanos marcaron profundamente las sociedades latinoamericanas, transformando actitudes y comportamientos de los habitantes. Las actividades mineras en el siglo XVIII muestran especialmente los distintos tipos de trabajo utilizados en los Andes y en Brasil.
Desde el comienzo de la colonización, los europeos intentaron incontables veces utilizar a los indígenas como fuerza de trabajo. En América hispana la presencia del indígena fue fundamental en los diferentes sistemas económicos, y sobre todo, en las zonas mineras; lugares que no podían subsistir sin la agricultura y ganadería, pues se debían resolver problemas de alimentación y transporte. Así, alrededor de las explotaciones de los metales se establecieron unidades productivas como las haciendas, dirigidas a suplir necesidades de la población minera, esto nos lleva a considerar uno de los aspectos más característicos de este nuevo mundo agrario novohispano: la solidificación –a partir del siglo XVI- de estos lugares como centros de producción agraria, orientados al mercado. Luego surgieron instituciones económicas de la colonia, que tenían que ver con el trabajo de la tierra y las actividades mercantiles. Como la Mita colonial, en donde se obligaba a los indígenas a trabajar en ciertas actividades económicas a cambio de un salario. Existieron varias clases de Mita: la Mita Agraria para el trabajo en las haciendas, la Mita Minera, y la Mita de Obrajes que se realizaba en rudimentarias fábricas de tejidos y paños. También se formaron los Resguardos, concentraciones de población indígena para protegerla, organizados para manejar la mano de obra y facilitar el cobro del tributo, esto obligo a algunos indígenas a salir del resguardo para trabajar en las haciendas.
El comercio colonial se caracterizó por el monopolio estatal. Para lograr su efectivo control, la corona creó en 1503 la Casa de Contratación de Sevilla, organismo que vigilaba los metales y demás productos que procedían de las indias, y los que ingresaban a ellas. El monopolio comercial ejercido por España estimulo el monopolio de los comerciantes en cada una de las colonias. Las personas que se dedicaban al comercio lograron adquirir cuantiosas fortunas que les permitieron convertirse en propietarios de minas y haciendas, consiguiendo con ello privilegio dentro de la cerrada estructura social colonial. De igual forma el monopolio propició un intenso contrabando que buscaba contrarrestar las excesivas medidas de control. Este contrabando se convirtió en uno de los principales causantes del desbaratamiento del comercio español con sus colonias. Entonces nacen impuestos que gravaban específicamente la actividad comercial, como las medidas tomadas por el regente visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, quien aumentó el impuesto de alcabala; que consistía en el aumento de los precios de los productos de los monopolios reales el tabaco y del aguardiente (1779) , estableció impuestos a la sal, el tabaco y los juegos de cartas; e impuso nuevos gravámenes a los textiles de algodón. Los cambios se encontraban en el contexto de las llamadas reformas borbónicas que pretendían, entre otras cosas, imponer mayores gravámenes a las élites criollas y recomponer los resguardos indígenas con el objeto de rematar tierras a favor de la Real Hacienda. Pero la medida fiscal que más descontento produjo entre los ciudadanos fue la separación del derecho de Armada de Barlovento (un impuesto sobre el comercio exterior) del cobro del derecho de Alcabala; dicha separación fue interpretada como la implantación de un nuevo impuesto. Esto trajo consigo alzamientos sociales, como el ocurrido en el Nuevo Reino de Granada, la Rebelión Comunera en 1781, el levantamiento en armas más importante durante los tres siglos de dominación española. Su antecedente más cercano fue la sublevación de 1780 en el Perú comandada por Tupac Amaru, quien fuera ajusticiado bárbaramente el 31 de mayo del año siguiente. Estos movimientos al igual que otros anteriores, de menor magnitud, fueron motivados inicialmente por el establecimiento de nuevas contribuciones fiscales e implantaciones de impuestos. Desde otra perspectiva, la revuelta comunera formó parte de una serie de luchas libradas en el conjunto de las colonias españolas en América.
Estas rebeliones, además del ámbito económico, como objetivo la lucha contra los impuestos, abarcaron aspectos sociales y políticos, e implicaban una alteración importante en el régimen colonial. El movimiento comunero, como un conjunto de revueltas, ha sido visto como una expresión de furia popular contra de gobernantes extranjeros, hacia un camino de emancipación y una aspiración a constituir un gobierno propio.